Riquelme, que dentro de siete meses deberá revalidar su vicepresidencia (o presidencia) de Boca ante el tanque que prepara Macri y compañía (¿Tevez estará en la lista de ex presidente de la Nación?), se jugó una carta brava con la elección de Jorge Almirón como entrenador.

A priori, la decisión parece bastante arriesgada, porque contrató a un entrenador que viene en baja después de varios pasos en falso en Independiente, San Lorenzo, Lanús y Elche y que parece haberse olvidado de lo bueno que había hecho en Godoy Cruz, Defensa y Justicia y de su primer paso por Lanús, equipo que llevó hasta la final de la Copa Libertadores.

Almirón hoy es un gran interrogante. Y más para Boca. Porque este entrenador posee una exasperante marca en su juego que seguramente no será muy bien recibida en Boca: el control de pelota en el fondo, el manejo pausado de los tiempos y la búsqueda de la mejor opción para atacar. No es muy difícil imaginarse lo que podría pasar en la Bombonera después del quinto pase lateral a cincuenta metros del arco rival. Como mínimo, bajarán los murmullos de desagrado. Y de ahí a las puteadas hay un paso mínimo.

Es más que evidente que todo lo que vaya a pasar de aquí en Boca en más estará atado a los resultados. Y justamente allí es en donde se prenden las alertas: los resultados de Almirón no han sido los esperados con su idea.

Otra cuestión a tener en cuenta es qué tipo de responsabilidades asumirá Almirón. En los equipos en donde tuvo la llave en mano para manejar el fútbol (Independiente y San Lorenzo), le fue mal. En los otros, en donde las decisiones eran compartidas con dirigentes, le fue bien. No me imagino que Riquelme le haya otorgado a Almirón el control absoluto del vestuario. Y de esa tensión en la convivencia entre entrenador y el activo Consejo de Fútbol, seguramente nacerá el hijo por venir.

Dicho esto, la decisión de elegirlo como entrenador, aparece como una determinación riesgosa en función de lo que se está jugando el vicepresidente de Boca. Depositar todas (o casi todas) sus esperanzas electorales en un entrenador que viene de capa caída se parece bastante a un manotazo cuando uno está por ahogarse.

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Es algo así como hacer all in en una mano de póker con un par doble de reyes. O sea: con un juego más o menos potable, pero con el riesgo de que alguno de los adversarios posea algo mejor y se quede con todo el pozo. Y, para colmo, el que parece tener el juego mejor en este momento es River, que viene en alza con Demichelis como entrenador.

No es menor que para Boca, perder es una posibilidad que está dentro de lo imaginable, pero caer derrotado con River es un lujo que, en un año electoral, no se puede dar. Y más aún si enfrente está todo el aparato del Pro y su armado mediático para demonizarlo, demolerlo y despedazarlo. Ya sabemos lo que la derecha puede hacer cuando se le da medio centímetro de ventaja. Y con la elección de Almirón, esa hipotética ventaja es de más de dos metros. Y se puede pagar caro.