Ni el calor, ni el sufrimiento, ni la tormenta asustó a miles de porteños que festejaron el triunfo de la Selección en el Obelisco
La pasión no entiende de excusas y la Ciudad sufrió y deliró con un nuevo triunfo de la Scaloneta.
La elevada temperatura, la tormenta pronosticada (y consumada) y un partido con más sufrimiento del necesario. Todo estaba dado para que las calles no se llenaran de gente: pero la pasión no entiende de excusas y la Ciudad vibró con los festejos por el triunfo de la Selección argentina frente a Países Bajos y la consecuente clasificación a semifinales del Mundial de Qatar 2022.
La Plaza Seeber, en el barrio porteño de Palermo, fue uno de los lugares en los que se montó una pantalla gigante para poder ver el partido.
Después de la sorpresiva eliminación de Brasil en la tanda de penales ante Croacia, centenares de vecinos de la Ciudad y de distintos puntos del Conurbano se acercaron hasta el espacio verde para ver el partido de cuartos de final: poco importó el calor agobiante y la amenaza de tormenta que marcaba el pronóstico.
Foto NA/Juan Vargas
"El equipo está de 10, muy bien armado", destacó Jonatan, de San Justo y 36 años.
A pocos metros de él, transpirado igual que el resto, Sergio, de Isidro Casanova, reconoció que "no lo podía ver" el partido, por el tenso desenlace. "Siempre sufriendo, pero se gana y seguimos con la ilusión. Se tiene que dar: es este Mundial", remarcó en diálogo con NA.
Valentina -porteña-, Oriana -de Laferrere- y Lena -de Lomas de Zamora- se juntaron para celebrar el cumpleaños de la del sur del Conurbano: "Tuvimos miedo de romper la cábala por juntarnos acá", confesaron las jóvenes.
Todo era alegría y festejos, hasta que en la última jugada se dio el empate de Países Bajos y ahí más de uno se asustó. Pero las sonrisas volvieron cuando el arquero Emiliano "Dibu" Martínez empezó a arengar a la hinchada en el Estadio Lusail previo a la tanda de penales.
Foto NA/Juan Vargas
Cada atajada del marplatense y cada penal convertido por los jugadores argentinos hicieron estallar las gargantas y una vez consumado el triunfo y la clasificación a semifinales del Mundial conocidos y desconocidos se fundieron abrazos y saltos.
De ahí, casi como una caravana, muchos enfilaron para el Obelisco, sin importar las nubes que cada vez se ennegrecían más y más.
Foto NA/Juan Vargas
Hombres, mujeres, chicos y grandes cantaron los clásicos de siempre y las nuevas canciones para alentar a la Scaloneta, ya mojándose con la tormenta que bañó la alegría y el desahogo de centenares de personas en el mítico monumento porteño.
Como agua bendita enviada por Dios -o por D10S-, la lluvia cerró una jornada que quedará grabada en la historia de todas esas personas.