El 6 de julio de 2008 el tenis se vistió de gala (o de blanco) para presenciar el mejor partido de su historia. ¿Los protagonistas? El español Rafael Nadal y el Suizo Roger Federer, que iban por el título en Wimbledon.

Durante la segunda mitad de la década del 2000, Nadal y Federer le brindaron a los fanáticos del tenis una rivalidad que probablemente nunca se vuelva a repetir. Sus partidos estaban rodeados de una atmósfera única y cada uno siempre mostraba su mejor versión para derrotar a su némesis.

La final de Wimbledon 2008 significaba el 18° enfrentamiento entre Federer y Nadal.

“Siempre tendrá más facultades que tú para sacar un golpe ganador de la nada”

Esta frase corresponde a Toni Nadal, el histórico entrenador y tío del tenista español, que le remarcaba a su sobrino la importancia de “presionarlo (a Federer) todo el tiempo” y “forzarlo a jugar al límite de su capacidad”.

Y la frase de Toni no estaba para nada alejada de la realidad. Federer tenía un dominio absoluto en el mundo del tenis y gran parte de eso se debía a la perfección de sus golpes y la gran cantidad de variantes que poseía. El suizo representaba la elegancia y la estética en este deporte.

Nadal, por su parte, se sentó en la mesa grande en 2005 al ganar Roland Garros y complicándole la vida a Federer con un estilo prácticamente contrario al suyo. Tenía un drive y un revés muy buenos, pero su principal característica era su tenacidad, esa garra por la que no daba por perdida ninguna pelota.

Y esto le venía funcionando a la Fiera de Manacor, que llegaba a la final de Wimbledon 2008 dominando 11-6 en el historial.

“Yo calculaba que los dos teníamos 50% de posibilidades”

Parecía una locura que Nadal pensara esto, ya que Federer era el campeón de las últimas cinco ediciones de Wimbledon y además le había ganado las dos finales previas del torneo.

Además, en su camino a la final el suizo no perdió ningún set pese a medirse contra rivales de primer complicados como Robin Soderling, Lleyton Hewitt, Mario Ancic y Marat Safin. El español, por su parte, solo había cedido un set frente al letón Ernests Gulbis en la segunda ronda, aunque luego no tuvo problemas frente a Mikhail Youzhny y Andy Murray.

Pero la realidad marcaba que aquel año Nadal se sintió muy cómodo cada vez que se midió con Su Majestad. En 2008 habían disputado las finales de los Masters de Montecarlo y Hamburgo, con sendos triunfos de ‘Rafa’. Además, un mes antes, jugaron la final en Roland Garros y también lo aplastó con un contundente 6-1, 6-3 y 6-0.

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“La cabeza no iba a traicionarme esta vez”

Como se mencionó anteriormente, Federer había ganado las últimas cinco ediciones de Wimbledon y, como si fuera poco, llevaba una racha de 65 partidos ganados de manera consecutiva sobre césped. Ganarle al nacido en Basilea en el Court Central del All England Lawn Tennis Club parecía una misión imposible.

Además, Federer le había ganado en las finales de 2006 y 2007 a Nadal. Ese último encuentro además había dejado una gran huella en el mallorquín, que cayó 6-2 en el último set: “Su hubiera tenido un poco más de lucidez, si hubiera aprovechado las oportunidades de romperle el servicio que se presentaron, o si hubiera jugado como si estuviéramos en el primer set y no en el último, habría podido ganar”, reconoció el español.

Federer le había ganado las dos últimas finales de Wimbledon a Nadal.

Los fantasmas de la derrota del año anterior pudieron haber vuelto tranquilamente para el español, que tuvo un inicio de partido sencillamente perfecto al ganar los dos primeros sets por 6-4. Pero en la tercera y cuarta manga el suizo se recuperó y ganó dos tie-breaks por 7-5 y 10-8, salvando incluso dos puntos de partido en la segunda ‘muerte súbita’: “El peligro que corría ahora era dejar que me arrastrara la corriente, perder el ánimo. Estaba jugando lo mejor que podía y, a pesar de todo, había perdido los dos últimos sets en tie-breaks”.

La lluvia y la posibilidad de atrasar un día el quinto set

Cuando promediaban el quinto set, el partido debió ser suspendido por la lluvia. Sumado a esto, ya era tarde en Londres y la falta de luz amenazaba con postergar el set definitivo al día siguiente.

Finalmente, ambos jugadores volvieron a la cancha media hora después de la interrupción para definir al campeón de Wimbledon 2008.

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Una invasión de la más pura alegría

Unos minutos después de volver a la cancha, Federer tuvo una oportunidad de quiebre para colocarse 5-3 y sacar para partido.

“Concentra cada gramo de energía, todas las células de tu cerebro y todo lo que has hecho en tu vida para ganar este punto”, se dijo a sí mismo Nadal, y así fue. Saque al cuerpo, ataque sobre el revés de Federer, un smash que rebotó y se fue directo a las gradas para sacar adelante aquel punto y terminar imponiéndose en el game y colocarse 4-4.

Federer volvió a estar cerca del triunfo en el 14° game del set, pero Nadal volvió a recuperarse y no solo eso, sino que luego consiguió el quiebre para colocarse 8-7 y sacar para campeonato.

El momento más esperado llegó en el cuarto punto de partido. Y quién mejor que Nadal para contar cómo fue: “Dudé en el saque… apunté a su cuerpo. El saque no resultó una cosa ni la otra y él pudo habere clavado otro golpe ganador, esta vez con su derecha, o por lo menos haberme presionado en serio, pero tampoco lo logró. Me devolvió una derecha inofensiva y yo le respondí con menos convicción de la que debía. Se adelantó hacia la bola, que cayó suavemente en mitad de la pista, pero no le salió un golpe ganador, ya que la golpeó mal, con los pies descolocados, y la estrelló contra la red”, le relató al periodista John Carlin para el libro ‘Rafa: mi historia’.

El festejo de Nadal tras ganar Wimbledon por primera vez.

La tercera final en Wimbledon fue la vencida para Nadal, que tras el 9-7 definitivo se dejó caer de espaldas al piso con los brazos estirados y los puños apretados ante las casi 15 mil personas que estaban en el Court Central.

“Era un estallido de podería y júbilo, la caída del dique de la emoción que había tenido comprimida dentro de mi pecho durante las 4 horas y 48 minutos más tensos de mi vida, una invasión de la más pura alegría, fue la definición que utilizó Nadal para describir el momento posterior a ganar el mejor partido en la historia del tenis.