Mary Terán de Weiss regresaba de una gira por Europa a fines de agosto de 1952, hace exactamente 70 años. Ni bien bajó del avión, la entrevistó la revista “Mundo Deportivo”. La tenista argentina, la mejor de América, transmitía su sorpresa: “Estoy impresionada por el tenis que se practica en estos momentos en todos los centros que hemos visitado. Creo que si en nuestro país se intensificara la práctica del tenis entre los jóvenes, construyendo si es necesario una cancha en cada plaza, y dotándolos de maestros capaces y conscientes, nuestro deporte habría de brillar muy alto en el concierto mundial”, decía Mary convencida.

Lo que Mary no sabía era que, en Mar del Plata, casi como una profecía, el 17 de agosto de ese mismo año, pocos días antes, había nacido el hombre que pondría al tenis en un lugar privilegiado del deporte nacional: Guillermo Vilas. Si a Guillermo se lo llama con justicia el padre del tenis argentino, a Mary Terán de Weiss, de no haber sido hostigada durante gran parte de su vida, se la debería conocer como la madre, por todo lo que le dio a tenis y, mucho más, por todo lo que el tenis le quitó.

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¿Pero quién era Mary Terán de Weiss?

Pocos argentinos lo saben. Los apasionados del deporte que conocen a los próceres como Juan Manuel Fangio, Roberto De Vicenzo, Alberto Demissi, Manu Ginobili, Gabriela Sabatini, Paula Paretto, Pascualito Pérez, Carlos Monzón y otros tantísimos hombres y mujeres que hicieron docencia en sus respectivas disciplinas se miran desconcertados cuando aparece el nombre de Mary. Sólo los especialistas o los viejos peronistas, saben sobre su talento para jugar al tenis y su militancia, que comenzó a desplegarse allá por la década del 40. Mary desarrolló durante esos años una carrera brillante que la depositó en lo más alto del tenis mundial. Pero en Mary había algo más, una marca de origen. Algo que la convirtió en mito y que mutó hasta transformarse en una maldición que la persiguió el resto de su vida: era mujer y peronista. Sí, en tiempos en donde se supone que la grieta es una novedad, una mujer que jugaba al tenis fue proscripta durante años por el sólo hecho de defender sus ideas políticas. Mujer y peronista, repetimos. Un combo inaceptable para aquella época. E incluso para la actual.

Todo marchaba fenómeno en la vida de Mary hasta que en 1955 cayó Perón. Y con Perón también cayeron tantas otras personas que adherían a su idea política. Ahora sería un disparate siquiera pensarlo (¿sería un disparate pensarlo?), pero hubo una Argentina en la que se promulgó un decreto, la Ley 4161 de 1956 que decía en su artículo primero: “Prohíbase expresamente la utilización de imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, que sean representativas del peronismo”. Y se incluía dentro de las prohibiciones decir a las palabras “peronismo”, “peronista”, “justicialismo”, “justicialista”, “tercera posición”, “Marcha Peronista” y difundir los discursos de Perón y de Eva. Agregaba ese artículo del decreto ley que no se podía mencionar “el nombre propio del presidente depuesto o el de sus parientes".

En el artículo 3 se establecía prisión de treinta días a seis años para los infractores, además de multa e inhabilitación para desempeñar cargos públicos, sindicales o en partidos políticos. Si se trataba de una empresa, ante la primera falta, era clausurada quince días y, si infringía el decreto por segunda vez, era clausurada para siempre. Las penas no eran excarcelables. Para que quede claro: si una persona iba caminando por la calle y silbaba la marcha peronista, un policía lo podía detener y meterlo preso hasta 6 años. El decreto estaba firmado por Pedro Aramburu, Isaac Rojas, Álvaro Alsogaray, Eduardo Busso y Luis Cerruti Costa, todos funcionarios de la dictadura. El odio de clase, el desprecio hacia las masas, la oposición a la ampliación de derechos había nacido en la Argentina para quedarse eternamente, con sus diferentes grados, por supuesto, pero manteniéndose inalterada hasta estos días.

Bueno, aquel era el mundo en el que vivía Mary Terán de Weiss, una mujer peronista. Y por eso, después de la muerte de Evita y la caída de Perón, sufrió el exilio y el olvido.

Mary había nacido en Rosario, en 1918. Su padre era gastronómico y ella desde pequeña había practicado natación, remo y tenis, hasta que se decidió por este último deporte y comenzó a jugarlo en el Club Atlético del Rosario.

En 1939, Mary ganó su primer torneo: el Campeonato del Río de la Plata, que por esos años era llamado el Wimbledon de la América del Sur. Repitió ese título siete veces más y también ganó el Torneo de la República, lo que la llevó al primer lugar del ranking argentino. En 1940 conoció y se casó con Heraldo Weiss, un tenista que intercambiaba títulos con otros jugadores de la época, como Alejo Russell y Enrique Morea. 

Mary era chiquita de físico y vestía con elegancia. Su belleza era tan magnética que, dice la leyenda, una vez un maharajá quiso compárasela a su marido durante un viaje por India.

La rival tenística de Mary fue Felisa Piédrola, que también estaba casada con un tenista, Augusto Zappa. Se turnaban para ganar torneos. Los periodistas de le época, según consigna Edgardo Imas en una nota escrita para la revista Un Caño, decían que “Felisa era más completa técnicamente, pero menos consistente que Mary, a quien caracterizaban como una bailarina del fondo de la cancha”.

Ya dijimos que el Weiss era peronista. Y así se lo hacían saber a quién se lo preguntara. En 1952, poco después de la muerte de Evita, Mary enviudó y comenzó a ser invitada a la residencia presidencial que por ese tiempo estaba en donde ahora está la Biblioteca Nacional. Algunos biógrafos del General sostienen que Perón la llenaba de regalos y que hasta alguna vez le ofreció matrimonio y Mary se negó. Nada está comprobado. Ni desmentido. La única certeza es que nunca se casaron.

En 1953 fue designada directora de los clubes deportivos municipales, desde donde comenzó a fomentar la práctica masiva del tenis. Todo funcionaba hasta que apareció en escena la Revolución Fusiladora del 55. El golpe la encontró jugando un torneo en Alemania. Mary se quedó en Europa por su seguridad y permaneció exiliada hasta 1959. Sus bienes en la Argentina fueron incautados y sólo sobrevivió jugando al tenis para España.

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El presidente de River, Antonio Liberti, la invitó regresar a la Argentina y a integrarse a los equipos del club luego de la asunción de Frondizi, pero la reacción que generó su vuelta fue insólita: las rivales no se presentaban a jugar los partidos con River para boicotear la admisión de Mary Terán en el club. La consideraban una desclasada. Justamente a la mujer que mejor había entendido a qué clase pertenecía. 

Mary, años después, trató de entender lo ocurrido: “Yo llegué a la vida política argentina 20 años antes. Si a Evita no le perdonaban ser mujer, conmigo no iba a ser menos. Yo, además de peronista, era una mujer que había logrado destacarse mundialmente en un deporte que era exclusividad de una elite masculina. Y esas cosas, en este país, no se perdonan”.

Proscripta y olvidada, sin poder jugar ni ser aceptada socialmente, Mary se mudó con su mamá y durante años atendió un negocio de ropa deportiva. La muerte de su madre devino en un cuadro depresivo hasta que el 8 de diciembre de 1984 Mary se suicidó en Mar del Plata tirándose desde el 7º piso de un departamento. Nadie registró su muerte. Apenas un aviso fúnebre en el diario "La Nación". No hubo necrológicas para contar quién había sido ni fue recordada por la Asociación Argentina de Tenis, otro de los tantos cotos gorilas.

Recién 23 años después de su muerte, en 2007, llegó la reivindicación: se le puso su nombre al estadio ubicado en el Parque Roca. Curiosidades y remanentes del antiperonismo, en marzo de 2011, el Jefe de Gobierno Mauricio Macri fue denunciado ante el INADI porque omitía utilizar el nombre del estadio en las publicidades oficiales. Bajo el nombre “solicitud es explicación”, el presidente de Movimiento Social del Deporte, Víctor Lupo, preguntó al gobierno porteño de cuál era el motivo por el que el Estadio Mary Terán de Weiss es llamado Arena Parque Roca en la promoción que se hacía del partido entre Roger Federer y Juan Martín del Potro. Decía Lupo en su pedido gran parte de las cosas que venimos contando en esta nota: “el estadio levantado en el Parque Roca lleva el nombre de Mary Terán de Weiss. El homenaje no sólo es en reconocimiento a la extraordinaria tenista que supo ser. También venía a mitigar la persecución, los agravios y el olvido a la que se la condenó tras el derrocamiento del General Perón. Fue una mujer de su Pueblo y como tal padeció junto a sus compatriotas la locura y el revanchismo de la antipatria. Hoy se la vuelve a ofender renombrando el estadio que lleva su nombre como Arena Parque Roca. Es urgente una explicación del Jefe de Gobierno de la Ciudad acerca de esta falta de respeto a Mary Terán de Weiss, a los ciudadanos de Buenos Aires y a la ley”.

Esto bien lo podríamos llamar otro ladrillo en la pared. Pero eso no es lo más grave; lo peor es que después, esos mismos sectores antiperonistas son los que dan clases de respeto a la República, de diálogo o de amor cuando lo que siempre ofrecieron al peronismo fue rechazo, animadversión, proscripción e intentos desaforados de borrarlo de la faz de la tierra. Mary Terán de Weiss fue otra víctima de tanto odio. Una mujer que, gracias a su lucha, pudo vencer el olvido al que la quisieron y quieren condenar.