Por Federico Giannetti

Carolina Dunn es la entrenadora del primer equipo de rugby femenino de una cárcel bonaerense, denominado "Las Espartanas", que se originó a partir del trabajo de la Fundación Espartanos en la Unidad Penal N° 48 de la localidad bonaerense de San Martín, encabezado por Eduardo "Coco" Oderigo.

Entre los prejuicios que se derriban día a día desde el nacimiento de la iniciativa, se encuentra aquel que indica que el rugby es un deporte para hombres. En diálogo con la agencia Noticias Argentinas, Dunn relató cómo fue la lucha para llevar adelante el programa y cuál es la actualidad de las jugadoras, quienes "quieren empezar de nuevo y bien".

¿Cómo fue que llegaste al penal para comenzar a cumplir tu rol de entrenadora?

Entré a la fundación hace cuatro años por medio de un amigo que fue director, por mi necesidad de poder colaborar y ayudar en algo. Me iba a ir a la selva misionera, pero esta persona me dijo que a veces no hace falta irse tan lejos y me presentó la propuesta de "Espartanos". Yo juego al rugby, así que me invitó a ir, aunque nunca lo planteó desde el lugar de armar el femenino. Fui al penal, conocí y jugué con los chicos, que estaban enloquecidos porque era la primera vez que veían a una mujer jugar, y cuando salimos surgió la idea de empezar con el equipo.

¿A partir de ese momento ya comenzaron con el proyecto?

Me reuní con el director del penal para arrancar en la Unidad 47, que es un anexo, con un grupo de voluntarios que se sumaron al equipo. Le pegamos duro y derecho durante dos años y medio con alrededor de 15 o 20 jugadoras, que siempre es un número variable por las salidas y traslados, y avanzamos muchísimo.

¿Qué cambios fuiste notando en las internas dentro del penal?

Incorporar la cultura del rugby y el programa "Espartanos" ayudó un montón para que cambien en varios aspectos de su vida. Como era un grupo reducido, podíamos trabajar una por una con mi voluntaria estrella, que es Sofía Olmos, que me acompaña casi desde el arranque. Sumamos actividades como yoga, un día de charla y rezo, fueron avanzando en el juego, se reinsertaron las que salieron en libertad y hoy hay chicas trabajando en YPF. Después tuvieron que ampliar el sector femenino, se abrieron cuatro pabellones del otro lado del anexo y se incorporaron muchísimas internas: hoy tenemos dos pabellones de "Espartanas" y uno que está frenado porque se nos fue la referente y quedó medio acéfalo con esto de la pandemia, que desde marzo no podemos entrar.

Entre los miles de prejuicios, también te tocó derribar el que afirma que "el rugby es un deporte para hombres", ¿Eso también estaba instalado en el penal y hubo que trascenderlo?

La realidad es que el machismo existe en todos lados. Es un ámbito muy difícil, todo el mundo me dice que estoy muy loca, pero hemos hecho cosas dentro de la unidad que son maravillosas y demuestran que se puede. Hoy trabajamos codo a codo, está bueno poder decir que en la actualidad tenemos todo el apoyo y nos dan el espacio necesario para poder desarrollarnos.

¿Cómo lograste ganarte la confianza de las internas?

Hace falta alguien con ganas de dar y otro con ganas de recibir. Dentro del penal, los pibes y pibas siempre se preguntan por qué yo, por qué me va a pasar algo bueno a mí. No pueden ver mucho más allá de la realidad que viven, por eso es necesario demostrarles que si lo intentan y se esfuerzan, pueden lograr lo que se propongan. Les cambiás la mirada en la vida en general. La primera vez que fuimos, una chica que tendría en ese momento 18 años, me miró cuando terminamos y me preguntó si íbamos a volver, porque ahí nunca nadie volvía. Van, se sacan la foto, hacen el show, y no vuelven nunca más.

¿Cómo tomó tu entorno la decisión de encarar este proyecto? ¿Son muchas las críticas que recibís?

Hay que dejar de mirar el árbol para empezar a mirar el bosque. Es un trabajo súper integral, no sólo tiene que ver con darle la oportunidad a otra persona de ser, por primera vez en su vida, también es para que haya un delincuente menos en la calle. Es expansivo, la mirada tiene que ser mucho más amplia que ir a jugar al rugby con un preso a la cárcel. Nadie dice que no tienen que estar donde están o que no tienen que cumplir su condena. Si se la mandaron, tienen que pagarla, pero yo tengo una frase, que la dije una vez y la sigo sintiendo de la misma manera: cuando crucé la primera reja, me saqué el traje de los prejuicios. No entré a mirar presos, sino seres humanos.

¿Cómo es la situación durante la pandemia de coronavirus?

Hoy estoy trabajando gracias a que hicimos una articulación con el Gobierno de la Ciudad en paradores con gente en situación de calle, y tengo a cargo a 15 "espartanos" y una "espartana" que se encargan del acompañamiento de esas personas. No puedo explicar lo que explotaron su potencial, ahora están en el otro lugar, del lado de enfrente, y se dan cuenta de las capacidades que tienen. Se ganan el mango todos los días y aman lo que hacen, nacieron para ese laburo, pueden manejar un montón de situaciones con una naturalidad que no cualquiera puede hacerlo.

¿Qué objetivos soñás para Las Espartanas?

Más allá del rugby, para mí el objetivo ya está cumplido. Yo fui sin pensar mucho en qué era lo que iba a hacer, pero a través de ellas descubrí otro mundo. Tanto las que están adentro como las que están afuera, se superan todos los días. Dejan la droga, de fumar, hacen deporte, comienzan a estudiar. Se despertó en ellas un amor real por algo, que es el rugby, y tiene que ver con el trabajo que hacemos. Quieren empezar de nuevo y bien.