El libro de la vida de Belén Ameijenda empezó con un prólogo no pedido ni deseado por nadie. En el séptimo mes de embarazo, los médicos le detectaron una malformación congénita denominada espina bífida y así se lo comunicaron a sus padres. La patología hace referencia a una afección en la médula espinal que no permite su desarrollo normal en el periodo de gestación y deja secuelas que solo se conocen al venir al mundo.

Nació con hidrocefalia, que es la acumulación de líquido en el cerebro y produce un aumento en el tamaño de la cabeza. Esta alteración había que tratarla con una válvula para que drene el fluido. A instantes de operarla y cuando sus padres estaban comparando la válvula, el volumen de la cabeza empezó a recuperar su nivel normal por lo que no fue necesaria la intervención. Increíble pero real.

La falta de musculatura en el tren inferior fue la mayor consecuencia de la afección prenatal, lo que derivó en un diagnóstico desalentador para la familia. “Al mes de vida me evaluó un reconocido neurólogo de ese momento y le dijo a mis padres que iba derecho a una silla de ruedas porque no había chances que yo caminara. Lo cierto es que al año estaba de pie con un andador. Hice rehabilitación durante 11 años y hoy camino con bastones pero nunca use una silla de ruedas como habían pronosticado”.

Así encara la vida la joven de 25 años, desafiando cualquier obstáculo que se interponga en su camino. Hoy está cerca de vencer otra barrera, al buscar ser pionera en competir profesionalmente arriba de un auto como piloto mujer con discapacidad en Latinoamérica. La Monomarca Fiat es la categoría elegida. Con licencia médica aprobada, solo falta terminar de conseguir la plata que le permita adaptar el auto y arrancar a entrenar. Además le quedan diez materias para recibirse de periodismo deportivo y a la par estudia psicología. Sin dudas una todo terreno.

La historia de Belén Ameijenda: "Un libro aparte" para la medicina y a punto de marcar un hito en el automovilismo

Junto a su familia, los médicos fueron un bastión muy importante para Belén en todos estos años e incluso no duda en incorporarlos a su núcleo más cercano. El ejemplo más claro es el caso de su kinesióloga que a partir de acompañarla desde el primer mes de vida hasta los 12 años se convirtió en su madrina. Si bien rescata a algunos profesionales de la salud más que a otros afirma que siempre estuvo en buenas manos y que la junta médica que se conformó para seguir su caso en todo momento buscó mejorar su calidad de vida.

La joven porteña es consciente que su caso es singular. “Sos un libro aparte. Los manuales de medicina hablan de cosas típicas de tu patología, que vos no tenés y no hay explicación para eso”, cuenta que le dice su traumatólogo cuando la ve.

NA - Comenzaste tu vida con una historia clínica muy cargada, pero poco a poco te encargaste de que no fuera lo único que te defina. ¿Cómo reconstruís el proceso que atravesaste?

Belén - Las historias y comentarios que me cuenta mi familia son la manera que tengo de reconstruir parte de mi historia. Ellos son la base fundamental de todo para poder avanzar y no quedarse estancado en ese pasado. Ese apoyo que te brinda tu familia es muy importante porque cuando vas creciendo te encontrás con diferentes barreras de parte de la sociedad. En el colegio, por ejemplo, me hacían la vida imposible. Ahí es donde más se hace sentir el sostén de la familia, que me sirvió muchísimo para saber que soy una más del resto. Eso me permitió hacer mi vida lo más normal posible.

¿Qué aspectos de tu personalidad considerás cruciales al momento de encarar los desafíos que se te van presentando?

Soy muy decidida y cuando se me mete algo en la cabeza no paro hasta conseguirlo. Aunque me de la cabeza contra la pared 50 mil veces voy a seguir intentando. Por ejemplo si quiero bajar las escaleras en lugar de usar una rampa, lo hago, no importa que me digan otra cosa. Además tengo un carácter muy fuerte por todo lo que pasé, a tal punto que los comentarios negativos los transformo en algo positivo, en motivos para seguir y no me afectan en ese sentido.

¿Cuándo y de qué manera nació tu vínculo con el automovilismo?

De muy chica. No creo que haya alguien que esté en este mundo del deporte automotor que la pasión no le haya nacido desde chico. Ya sea porque tiene algún familiar o porque en su casa veían el automovilismo en todas sus expresiones, como pasa en la mía. Me acuerdo de estar a los cinco años mirando Fórmula 1 o el TC (Turismo Carretera). Los domingos era religioso, no se comía si no era viendo la carrera. Uno va mamando todo eso y cuando es grande a lo mejor le renace eso de chico. Así me pasó. Cuando terminé el secundario decidí estudiar periodismo deportivo porque sentía que podía ser una manera de estar cerca de ese mundo. Quería estar en un autódromo, arriba de un auto o abajo, pero la idea era estar cerca del rugir del motor. A partir de trabajos prácticos de la facultad empecé a ir a las pistas de carrera y en una oportunidad pude ver a Juan “Gatito” Nimo, que sufre una discapacidad a raíz de un accidente. Su ejemplo me inspiró, me animé a pensar que no todo estaba perdido y a creer que algún día tendría la oportunidad. Hoy estoy en carrera y además tengo una muy buena relación con el “Gatito'', que me aconseja seguido.

¿Cuál es el valor diferencial que le otorgas al automovilismo con respecto a otros deportes?

Compañerismo y respeto. Hay mucha conciencia de que somos rivales en pista pero fuera de pista nos podemos comer un asado. Varios pilotos se prestan los cascos, los buzos y ese nivel de compañerismo no se si está en todos los deportes. Otra cosa es que no hay rivalidad violenta entre hinchadas, pueden estar los de Chevrolet y los de Ford todos mezclados que no va a pasar nada. En ese sentido el automovilismo es muy sano porque la pasión está igual que en otro deporte.

¿Cómo estás gestionando el presupuesto para poder competir?

Estamos haciendo una campaña solidaria para poder reunir la plata que me permita adaptar el auto. Tenemos que llegar a un millón de pesos. Ya llevamos $150 mil. Es de a poco, porque entiendo el momento que estamos pasando, que no es fácil para nadie, pero para mi por más mínimo que sea todo suma. También buscamos sponsors. Estamos en un deporte donde los auspiciantes hacen muchísimo, y creo que es un momento muy bueno para que las marcas, empresas y emprendimientos quieran apoyar algo así porque se trata de un proyecto único a nivel latinoamericano y además es una buena oportunidad para mostrar una marca en tiempos donde todo anda costando el doble. No exijo un monto mínimo, sino que lo importante es que sea el aporte que fuera se pueda mantener por mes.

Mencionaste que tu caso para los médicos es un “libro aparte”, ¿Con qué soñás escribir las próximas páginas del libro de tu vida?

Vivo el día a día, dejo que todos los días me sorprendan. Siempre voy por lo que realmente quiero, que es recibirme, poder trabajar, competir y seguir viajando, que para mi es tan necesario como el automovilismo. Busco seguir creciendo, aprendiendo y avanzando. Ojalá consiga trabajar ya sea de periodista o psicóloga pero a la vez me pueda dedicar al automovilismo, esté en la categoría que esté. Solo espero que me den esa posibilidad porque a veces nos encontramos con que uno quiere crecer y no puede por barreras.

Un enfoque distinto en el mundo fierrero

A la hora de hablar de referentes en el ámbito, manifiesta no elegir a uno por sobre otro y plantea una mirada más amplia para evaluar a los corredores. “Soy partidaria de valorar al piloto como persona y deportista”. A pesar de esquivarle a la idea de tener preferencias, confiesa cierta debilidad por Ianina Zanazzi: “La veo como una mujer empoderada. El camino se lo hizo ella sola, el respeto también y ese es el ejemplo que quiero tomar, ganarme el lugar sin depender de otro”.

Además se muestra en desacuerdo con la lógica de ser seguidor incondicional de una escudería. Desea que cuando se suba a un auto el apoyo de la gente no cambie según el logo que lleve. “Me parece muy loco hinchar por una marca si el que corre es el piloto”. 

La voz de una lucha mucho más grande

Belén siempre tuvo la inquietud por estar frente a un volante, pero tuvo que esperar a que sus padres le regalaran un auto adaptado para cumplir ese anhelo a los 18 años. Recuerda que sacar el registro fue una odisea. “No hay escuelas de manejo adaptadas, no tienen autos adaptados. Vos tenés que tener un poder adquisitivo para comprarte un auto, a la vez adaptarlo y con eso aprender a manejar”. Esa realidad que le tocó vivir años atrás afirma que sigue presente.

“No tenemos autos adaptados porque no es negocio", así le responden a Belén cuando llama a las academias de manejo para averiguar si incorporaron vehículos adaptados. Sin embargo, pone en duda que sea por una cuestión de falta de rédito económico. “Con que una persona tome diez clases de manejo que valen $2500 ya podés adaptar un auto”. Además explica que todos los autos se pueden adecuar a las necesidades requeridas y que facilitar esa posibilidad no lo convierte en uso exclusivo de una persona con discapacidad.

“No cambiaré el mundo pero al menos pongo mi granito de arena para que estas cosas se vean y que sepa la gente realmente lo que pasa. No se trata solamente de ser la primera piloto mujer en toda Latinoamérica con una discapacidad, sino también es hacer algo con eso. No todo es me subo a un auto, giro, gano y ya está”. Belén tiene claro que su rol va más allá de poder competir en un autódromo y a partir de su visibilidad asume la tarea de exponer situaciones que vivió de primera mano para que cambien definitivamente.

El proyecto se puede seguir a través de sus redes sociales. En Instagram se la encuentra como @beluhonda y para colaborar con la campaña solidaria se puede aportar por mercado pago o con una transferencia bancaria al CBU 00700603-30004025623409.