En las fauces del capitalismo
El sistema está tan pervertido que en el fútbol argentino se aceptan condiciones que, en tiempos normales, jamás serían permitidas.
River está a punto de anunciar que una de sus joyas, el juvenil Enzo Fernández, será transferido al Benfica en 18 millones de euros por el 75% de su ficha, lo que sin dudas es un negocio fantástico si, además, se le suma la reciente venta de otro de sus jugadores emblemáticos, Julián Álvarez, al Manchester City en 21 millones de euros.
Todo esto implica para River la friolera de 32 millones de euros limpios, descontados los impuestos, que deja al club en inmejorables condiciones para terminar de refaccionar su estadio, entre otras cosas.
El consuelo para los hinchas de River será que Julián podrá jugar los octavos de final de la Copa Libertadores y que Enzo Fernández se quedará en el club hasta la finalización del torneo continental, allá por fines de octubre, si es que el club llega hasta la final que se disputará en el Estadio Monumental de Guayaquil el 29 de ese mes.
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Cada uno en su mundo y con sus números, San Lorenzo está analizando las ofertas del Hellas Verona y del Monza por dos de los juveniles que recién llegaron a primera: Agustín Martegani y Federico Gattoni, respectivamente. San Lorenzo recaudaría cerca de 6 millones de dólares limpios por ambas ventas.
Pero el delirio por hacerse de dólares es tan grande que ya se está hablando de la posible transferencia de Iván Ezequiel Leguizamón, que tiene 6 partidos en Primera, ninguno como titular, y que fue el autor de dos goles en las últimas dos presentaciones del equipo de Insua en el campeonato. Es absurdo, pero es así. El delirio muchas veces le gana a la razón. La ficha de Leguizamón pertenece en un 65 por ciento a San Lorenzo y en un 35 por ciento a Deportivo Armenio.
River con todo lo que va a recaudar, seguramente podrá reforzar su plantel, aunque es sabido que difícilmente pueda reemplazar las capacidades de Álvarez y Fernández.
San Lorenzo, en cambio, si llegara a vender los pases de Martegani y Gattoni, utilizará gran parte de ese dinero para apagar los focos de incendio que se le declaran alternativamente por el club.
River y San Lorenzo son dos ejemplos para entender por qué el fútbol argentino no puede levantar cabeza en cuanto al nivel de su torneo doméstico, más allá de que a pesar de todo sigue siendo uno de los certámenes más competitivos de la región. Sin ir más lejos, Brasil y México son otras potencias que gastan cifras siderales –casi como las que se pagan en Europa– y tampoco es que le sacan al empobrecido fútbol argentino una notable gran ventaja deportiva.
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La pregunta que nos hacemos es inevitable: ¿cómo sería el fútbol argentino si se pudieran mantener a los jugadores que surgen de las inferiores tres o cuatro años? Sería otra cosa, sin ninguna duda. No habría equipos en reconstrucción permanente y tal vez, a lo mejor, en una de esas, se podría llevar adelante lo que tantos piden: un proyecto serio de desarrollo de las divisiones inferiores sin tener que apurar a los talentos a debutar y la previsibilidad de los entrenadores en la conformación de los planteles.
No queremos parecer cándidos o inocentes o pavotes, pero cada vez que se va un jugador joven, sentimos dolor por los hinchas que ya no podrán deleitarse y que, en el mejor de los casos, para poder verlos, tendrán que sintonizar ESPN para disfrutarlos en la Premier, en La Liga, en la Ligue 1, en la Serie A, la Bundesliga, la Eredivisie o hasta en el Brasileirao. Pero la prepotencia de los fuertes no viene solamente desde Europa y por el poder del dinero. En el mercado local también se ven situaciones por la disparidad de recursos y la endebles de los proyectos deportivos.
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Un caso llamó poderosamente la atención a la gente que está atenta a los movimientos del mercado local. Se trata de la contratación de Gonzalo Maroni por parte de San Lorenzo con un contrato por un año y medio, a préstamo, y sin opción de compra. El club que lo cede “generosamente” es Boca. Hasta aquí se puede decir que todo está más o menos dentro de los parámetros normales. Pero no: en la letra chica del contrato hay una cláusula que hace saltar por los aires cualquier negociación racional. Boca, en caso de desearlo, y unilateralmente, puede recuperar al jugador cada seis meses. O sea: supongamos que Maroni la rompe en San Lorenzo. Juega 15 partidos de manera extraordinaria. Eso habilita a Battaglia a decirle a Riquelme: “Che, traémelo a Maroni porque lo quiero para reforzar el plantel”.
Ahora, supongamos lo contrario: Maroni no juega bien en San Lorenzo. Entonces el equipo de Insua le tiene que pagar el sueldo por un futbolista que no rinde como se espera. O sea: en lugar del famoso win win (ganar o ganar), lo que está planteado es un lost lost (perder o perder). Si juega bien, Boca lo recupera a los seis meses. Si juega mal, San Lorenzo lo tiene que mantener en el plantel un año y medio al cohete. ¿Alguien puede haber firmado un acuerdo semejante? No es para caerle encima al presidente Arreceygor, pero esto marca la disparidad entre el poderío de Boca (un grande del fútbol argentino) y San Lorenzo (en teoría otro grande). No es que Boca hizo este acuerdo ventajoso con un equipo del Federal B; no, lo hizo con uno considerado entre los más grandes de la Argentina.
Otro de los temas, temazo si los hay, es la influencia que tienen los representantes de jugadores y técnicos frente a dirigencias muchas veces desesperadas por mostrarles algún éxito deportivo a sus socios. El reciente desembarco de Carlos Tevez a Rosario Central es un ejemplo. Debo reconocer que, por primera vez en mi vida, presencié una situación semejante y eso que tengo un largo camino recorrido dentro del fútbol: un club se queda sin entrenador y en lugar de ir a buscar al remplazante, recibe una oferta de un técnico para hacerse cargo del club. Hasta aquí todo bien. El libre juego de la oferta y la demada autoriza el deseo de una persona a ofrecerse para un trabajo.
Lo curioso es que Central nunca pensó en Tevez y sólo llegó al club por “sugerencia” del empresario Christian Bragarnick y del presidente de AFA, y amigo de Tévez, Carlos Chiqui Tapia. O sea, el club no contrató al técnico que buscaba sino al que le dieron. Increíble pero real. Los títulos de los diarios decían “Tevez aceptó la propuesta de Central”, cuando en realidad debían decir “Central aceptó la propuesta de Tevez”. El mundo del revés.
El sistema está pervertido. De eso no quedan dudas. La pregunta que uno se hace es: ¿hasta qué punto se quiere llegar? La respuesta es una noticia en desarrollo.