La avenida más ancha del mundo no alcanzó para contener a la romería de hinchas argentinos hacia el Obelisco, histórico lugar de concentración que este domingo anotó una página de su vida al ver miles y miles de sonrisa, lágrimas por la obtención de la Copa del Mundo en Qatar.

Al igual que en otras ocasiones, la Ciudad tuvo un trajín llamativo: corridas en la mañana para poder comprar lo que faltara; después las calles y veredas desiertas; más tarde, los gritos en cada casa y departamento; y el festejo final, desde ventanas, balcones y dándole vida nuevamente al espacio público.

La pantalla gigante montada en la Plaza Seeber se convirtió en uno de los puntos de concentración tanto de vecinos porteños como bonaerenses, al igual que turistas que se vieron disfrutando del folklore futbolero argentino en una de las jornadas más importantes.

El Obelisco, otra vez testigo privilegiado del delirio y los festejos por el título mundial de la Selección

Foto NA/Mariano Sánchez

El 2-0 a favor del equipo dirigido por Lionel Scaloni y el apabullante andar argentino en el primer tiempo dejó tranquilos a todos, pero nadie pensó que el trámite iba a ser sencillo: la remontada francesa con Kylian Mbappé puso al borde del paro cardíaco a unos cuantos.

La alegría por el gol de Lionel Messi en el tiempo extra poco duró, ya que la "Tortuga" Mbappé volvió a frustrar (o mejor dicho, demorar) la alegría argentina.

El Obelisco, otra vez testigo privilegiado del delirio y los festejos por el título mundial de la Selección

Foto NA/Mariano Sánchez

En la tanda de penales, la figura de Emiliano "Dibu" Martínez volvió a agigantarse para que los miles que se juntaron en Plaza Seeber deliraran.

"Fue muy emocionante lo de hoy. Por el fútbol que mostró el equipo, por el campeonato claramente y por Messi. Se sufrió de más creo yo, Francia no merecía el empate, estaba muerto. Pero bueno, se tenía que dar", afirmó Ernesto, un profesor de Historia de 60 años que llegó a Palermo desde la localidad bonaerense de Monte Grande.

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En diálogo con NA, el docente agregó: "No son comparables las dos conquistas. México fue la hazaña, la épica y el nacimiento del héroe popular que es Diego. También se jugó bien, no menospreciemos al equipo... Pero lo de hoy, fue una exhibición de fútbol. Por el contexto y el rival, es más grande el valor del nivel que hubo y me quedo con eso además de la Copa. Hoy Francia no estuvo en cancha pese a que se encontró con el empate y fue hasta penales".

El Obelisco, otra vez testigo privilegiado del delirio y los festejos por el título mundial de la Selección

Foto NA/Mariano Sánchez

A pocos metros de él y con cuatro décadas menos, Lucas también pudo gritar "campeón". "Estoy muy contento, esperaba este momento con ansias. Soy de la generación que no vio a la Argentina campeón del Mundo y consumió más tristezas que otra cosa, así que una vez se tenía que dar", señaló el estudiante de San Justo.

Más abajo en la edad, Camilo, de 12 años y vecino de Recoleta, no pudo ocultar su alegría, que lo llevó hasta las lágrimas: "Soy muy feliz. Estaba confiado de que éramos campeones. Teníamos a Messi. Me quería matar en el gol de Mbappé pero bueno, se ganó. Ojalá Messi no se retire nunca".

Saltos de alegría, llantos, abrazos. Pero la felicidad no podía no trasladarse a Corrientes y 9 de Julio, cruce icónico de la Ciudad y que en un abrir y cerrar de ojos tuvo decenas de miles de hinchas celebrando.

El Obelisco, otra vez testigo privilegiado del delirio y los festejos por el título mundial de la Selección

Foto NA/Mariano Sánchez

Banderas, camisetas, botellas cortadas llenas de fernet con coca, canciones de cancha: el Obelisco se vio rodeado de argentinidad en su más plena expresión.

Treinta y seis años después las calles de la Ciudad volvieron a vibrar por la pasión y la felicidad gracias a que la Selección argentina puso a la bandera celeste y blanca en lo más alto.