El final de un cuento de hadas para un equipo que estaba decidido a ser campeón del Mundo
Costó, se sufrió de más, pero los jugadores y el entrenador ya habían resuelto alcanzar la gloria. Sea o no el último Mundial de Messi, el de Qatar no podía tener otro desenlace.
La Selección argentina se consagró ayer campeona del mundo en Qatar tras superar todos los obstáculos que se le pusieron en medio de la mano de un entrenador como Lionel Scaloni, que nunca se corrió de su eje, y de grandes figuras con el capitán Lionel Messi a la cabeza.
Argentina empezó el Mundial con el pie izquierdo por la derrota con Arabia Saudita que cortó un invicto de 36 partidos y las críticas no tardaron en hacerse escuchar, pero el plantel y el cuerpo técnico continuaron por la senda que debían continuar, porque estaban convencidos de cuál era el camino.
"El fútbol tiene que ser un juego, un deporte, con toda la pasión de los argentinos. Con eso que llevamos dentro, pero no deja de ser un juego. A partir de ahí, la gente tiene que saber que somos un grupo que va a dejar todo para que nos vaya bien", avisó Scaloni antes del comienzo de la cita mundialista.
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Luego de la caída en el debut, expresó: "Mejor no podíamos venir, es la realidad, pero el fútbol y sobre todo el Mundial tienen estas cosas. No te dan tiempo de equivocarte y lamentablemente hoy pasó así. No hay otra lectura que levantarse. Nos vamos a levantar y seguir con la cabeza arriba para ganar los dos partidos".
Y el equipo se levantó, como también anticipó Messi cuando remarcó que el grupo no iba a "dejar tirados" a los hinchas. Pero la levantada no fue fortuita, fue una decisión. Argentina sabía que, más allá de los imponderables que tiene el deporte, merecía lograr el objetivo de alzar la Copa del Mundo.
Scaloni no titubeó a la hora de cambiar lo que parecía inamovible y, gracias a eso, aparecieron las revelaciones como Enzo Fernández, Alexis Mac Allister y Julián Álvarez.
Algunos de los titulares durante todo el ciclo cambiaron el protagonismo constante por uno intermitente, pero nada resquebrajó el convencimiento porque los líderes jamás dudaron de que el sueño era posible.
Llegaron los resultados que se esperaban, pero también nuevas adversidades como la remontada de Países Bajos en el último suspiro, las molestias físicas y hasta los cuestionamientos que arribaron desde Europa pero que no hicieron mella en un grupo sólido como el argentino.
La semi con Croacia fue una pausa, un pequeño y verdadero momento de disfrute aunque el director técnico llamó a disfrutar desde el minuto cero, porque el destino tenía preparado una nueva seguidilla de obstáculos por sortear.
Argentina se lució frente a Francia, jugó 80 minutos que rozaron la perfección, pero dos situaciones aisladas de Mbappé forzaron un alargue donde la Selección nacional volvió a acariciar la gloria, para verla alejarse otra vez.
Sin embargo, la tercera fue la vencida desde los doce pasos. Costó, se sufrió de más, pero los jugadores y el entrenador ya habían resuelto ser campeones. Sea o no el último Mundial de Messi, el de Qatar no podía tener otro desenlace. Porque fue el final de un cuento de hadas que alegró a todo un país como hacía 36 años no sucedía.