Boca y su apuesta a los penales
El Xeneize avanza en la Copa gracias al talento de Romero en las definiciones desde los 11 metros. Por ahora es lo mejor que mostró. Contra Palmeiras necesitará bastante más.
El triunfo de Boca sobre Racing en los cuartos de final de la Copa Libertadores en la definición desde los 11 metros, luego de imponerse por la misma vía ante Nacional de Montevideo, abrió el viejo debate: ¿las definiciones desde el punto del penal se ganan por suerte o por las aptitudes de los jugadores?
Primer punto a aclarar para salir de los debates absurdos: es disparatado poner a una definición deportiva exclusivamente del lado de la suerte y obviar las virtudes de aquellos que practican el juego. Si hay un futbolistas que impulsa la pelota con una de sus piernas para tratar de hacerla entrar en un arco que es defendido por otro humano que, valiéndose de todo su cuerpo, trata de evitarlo, es más que obvio que la destreza juega un rol fundamental. Destreza del ejecutante para evitar la acción del arquero y destreza del arquero para desviar el remate el ejecutor. No hay que ser un genio para darse cuenta de este asunto. La suerte aporta un rol muy menor. Casi ínfimo, diría.
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Ahora llega el segundo tema en cuestión. La definición desde el punto del penal tiene algo que ver con los merecimientos de un equipo para ganar o perder un partido. Y la respuesta es, no porque la ejecución de penales es un juego metido dentro de otro juego.
Paso a explicar: el fútbol es un deporte que se nutre de lo individual y de lo colectivo. Ningún equipo de la humanidad podría ganar un campeonato si no hubiera una sintonía entre las prestaciones de los jugadores como individuos y la que simultáneamente entregan como equipo. Solo con grandes actuaciones personales se puede ganar eventualmente un partido, pero jamás un campeonato. Un título se obtiene con la solidez de un equipo y con la suma de voluntades. Por eso decimos que los penales son un juego dentro de otro, ya que es un desafío entre dos actores prescindiendo por completo del accionar colectivo.
Vamos al caso de Boca. Es un equipo desparejo que atraviesa mejores y peores momentos dentro de un partido. Sin ir más lejos, alcanzó las semifinales de la Copa Libertadores sin ganar (0-0 y 2-2 con Nacional y un doble 0-0 con Racing). O sea: con su juego colectivo no le alcanzó para superar a sus rivales.
Si esto le hubiera pasado en un torneo por puntos estaría, con una cosecha de 4 unidades sobre 12 disputadas, en el fondo de la tabla. Pero como se trata de la Copa Libertadores y se está en la instancia de un mata-mata, aparecen las individualidades para solucionar lo que el equipo no sabe aportar. Y las individualidades crecen en las definiciones por penales, en donde Romero, su arquero, ya ha demostrado una gran eficacia, tanto como la tenía antes Rossi en Boca o Emiliano Martínez en la Selección.
Con eso queda claro que en los penales no se gana por suerte: se gana por capacidad, por superioridad técnica y emocional de un adversario sobre otro. Y Boca, en ese sentido, es mejor que sus rivales. Para ser claros: cuando se llegó a los penales, ¿alguien dudaba de que Boca le iba a ganar a Racing? Supongo que, siendo buenos, ocho de cada diez sabíamos que Boca se iba a imponer porque el equipo de Almirón llegaba a esta instancia mejor pisado que su rival y más preparado desde lo técnico y desde lo psicológico.
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Ahora viene la otra pregunta. ¿Puede fallar este tema? Pero por supuesto. Boca seguramente va a ganar siete u ocho de cada diez definiciones, pero también puede perder dos o tres de esas diez, por lo que llevar su destino en la Copa Libertadores a esta instancia es un riesgo. Almirón, su entrenador, debería tomar nota de este asunto. Porque en el fútbol las cosas salen bien hasta que dejan de pasar. Y cuando esto ocurre se desatan las peores tempestades.
El mejor reaseguro que puede buscar Boca para llegar a la final de la Libertadores y superar la durísima barrera del Palmeiras es mejorar su prestación como equipo, que hasta ahora deja bastante que desear. Porque si repasamos los cuatro partidos que jugó veremos que sólo fue superior a sus rivales en uno y durante la mitad del partido (el primer tiempo con Racing en la Bombonera), mientras que el resto repartió el dominio y pudo ganar o perder sin que nadie levantara la voz para hablar de una injusticia.
Boca no es favorito ante Palmeiras. Al contrario. El equipo brasileño tiene todas las de ganar. El gran salto lo tendrá que dar el equipo de Almirón en el primer partido, cuando juegue como local. Si en ese choque no entrega una actuación convincente y básicamente no saca una buena diferencia en el marcador, queda claro que la serie se le hará cuesta arriba. Porque Boca es un equipo cuando juega de local (audaz, provocador, ofensivo) y otro cuando sale de su casa (timorato, contenido, miedoso).
Palmeiras no es un cuco ni mucho menos. Todo depende de Boca. Lo único que está claro es que, en esta oportunidad, llegar a los penales se le hará muy complicado. Será una serie para ganar o perder en los 180 minutos. Si apuesta a otra cosa, el futuro es bastante incierto.