En las últimas décadas, el tenis estuvo dominado casi en su totalidad por los tres mejores jugadores de la historia: Novak Djokovic, Rafael Nadal y Novak Djokovic. Pero siempre había un cuarto en discordia que encontraba la manera de complicarlos constantemente, el escocés Andy Murray.

Con su gran repertorio de golpes, sus impecables estrategias y una enorme mentalidad ganadora, Murray pudo hacerse un lugar entre los mejores del mundo e incluso logró poner en jaque al “Big Three”. Si bien era el cuarto “beatle”, la realidad marcaba una cosa: era, por escándalo, el mejor entre los mortales.

Pese a haber compartido toda su carrera con estas tres leyendas, Murray pudo ganar tres títulos de Grand Slam (el US Open 2012 y Wimbledon 2013 y 2016) y 14 Masters 1000, categoría en donde les opuso más resistencia a Djokovic, Nadal y Federer.

Tal vez Murray fue el jugador con peor suerte en la historia del tenis, ya que si no hubiese compartido época con los mejores de la historia tendría como mínimo 10 títulos de Grand Slam y habría roto varias marcas.

También tuvo logros inolvidables para Gran Bretaña, ya que obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río 2016, donde derrotó en la final a Roger Federer y al argentino Juan Martín del Potro, respectivamente. Además, consiguió título de Copa Davis, cortando una sequía de 79 años.

Probablemente el día más emotivo de su carrera se dio el 7 de julio de 2013, cuando derrotó a Novak Djokovic en la final de Wimbledon, para convertirse en el primer británico en ganar este torneo desde que lo hiciera Fred Perry 77 años antes.

En 2016, tras una seguidilla de títulos memorable, Murray consiguió lo que parecía imposible: ser número 1 del mundo en la época del “Big Three”. Y lo hizo nada menos que luego de derrotar a Djokovic en la final del ATP Finals.

Esto, sin saberlo, sería el comienzo del fin para su carrera. Un problema en la cadera lo hizo perderse gran parte de la temporada 2017 y casi todo el 2018. A principios de 2019 anunció su retiro y finalmente dio marcha atrás con esta decisión, luego de ponerse una prótesis de metal en la cadera.

Aunque los resultados a partir de aquella temporada nunca más volvieron a ser los mismos, Murray mostró un espíritu de competencia pocas veces visto y tampoco tuvo problemas en jugar torneos de categoría Challenger para recuperar poco a poco su nivel.

El paso del tiempo finalmente terminó ganándole la batalla a la leyenda británica, que tras sufrir una fuerte lesión en el tobillo a principio de año y someterse a una operación en la columna en los últimos meses, decidió “colgar la raqueta” luego de los Juegos Olímpicos, aquella competencia en la que ni los mejores de la historia podían derrotarlo.

Murray, el cuarto “beatle”, será recordado como el mejor de los humanos, aquel que se atrevió a desafiar a los dioses del tenis.