El viejo gasómetro alemán, ese rulero gigante que asoma a la altura de Avenida de los Constituyentes, fue el sitio de referencia visual por excelencia de la General Paz hasta 2012. Desde entonces, ese lugar se lo disputa Tecnópolis y su cara más visible, ese enorme y simpático robot llamado Coloso de energía, obra del grupo Doma Collective.

Se trata de una antena de alta tensión fabricada por el grupo industrial Eling, que mide cuarenta y cinco metros de alto y la forma de robot se la termina de dar los picos de los hombros y los brazos que cuelgan a los lados. Las luces están unidas a varios de los rayos de la estructura para que, por la noche, se ilumine y brille. A la altura del pecho, su corazón parpadea y crea patrones, mientras que su cara representa varios estados de ánimo con sonrisas y guiños. No es una figura amenazante, como muchos de los robots gigantes que se encuentran en las películas de ciencia ficción, sino que, por el contrario, proyecta una imagen tierna y futurista.

Doma es un colectivo artístico que surgió en Buenos Aires en 1998, pero que tiene un recorrido por varias ciudades del mundo. Sus integrantes, Mariano Barbieri, Julian Pablo “Chu” Manzelli, Matias "Parquerama" Vigliano y Orilo Blandini, comenzaron con intervenciones en espacios públicos, realizando instalaciones y esculturas con un concepto juguetón, fantástico y hasta absurdo, priorizando siempre la espontaneidad de la infancia por encima de la rutina de la adultez.

Las primeras intervenciones de gran formato que realizaron fueron las Víctimas, muñecos de trapo que ubicaron en las entradas de edificios o avenidas transitadas. Luego de esa experiencia, en las calles de Berlín, elaboraron estructuras inflables que simulaban ser tanques de guerra, pero se presentaban desinflados y sin mucha gracia. En San Pablo, crearon el Templo Criptométrico, una obra interactiva y colorida muy llamativa. También realizaron exposiciones e intervenciones en Nueva York, Toronto, Barcelona, Santiago de Chile y Ciudad de México.

La premisa de Doma es que para crear un hecho revolucionario hay que romper estructuras, quebrar esquemas en espacios que son comunes y corrientes. Según el antropólogo, curador y catedrático de la Universidad de Londres, Rafael Schacter, que cita el portal Domestika, “Doma busca simplemente recapturar el entorno como un lugar de juego y alegría. Una superación del régimen visual tiránico de la ciudad contemporánea, un intento de darle a lo ridículo y absurdo un uso claramente político”.

Y ahí es donde aparece Coloso, una intervención que resignifica artísticamente la antena, dándole vida como un gigantesco y multicolor robot, “guardián espiritual y punto de referencia obligado de Tecnópolis”, tal como afirman desde la megamuestra de ciencia, tecnología, industria y arte.