En tiempos de éxitos tan efímeros como rutilantes, de reproducciones en YouTube o Spotify, de letras banales y selfies con filtros, en Chicago, la cuna del blues eléctrico, el sello discográfico Delmark sigue apostando al sonido tradicional y la venta de discos. Creada en 1953 por Bob Koester, la compañía ahora es presidida por una mujer y un uruguayo es su director artístico.

Hoy, a más más de 70 años de su fundación, Delmark sigue tan vigente en Chicago como a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Entre sus artistas principales se encuentran Willie Buck, Sheryl Youngblood, Bob Stroger, Mike Wheeler, Johnny Iguana y Dave Specter, entre otros. Pero el sello también sigue ampliando su catálogo de jazz con músicos como Ernie Watts, Paquito D'Rivera y Geof Bradfield.

La historia de Delmark comenzó cuando Bob Koester, un oriundo de Wichita, Kansas, se mudó a St. Louis, Missouri, para asistir a la universidad. En esa ciudad, donde la música florecía en cada esquina, Koester se volvió un entusiasta del jazz. En 1952, abrió una disquería junto a un socio, aunque un año más tarde se separaron. Entonces, Koester se instaló con su nuevo proyecto en la esquina de Delmar y Olive, y allí realizó su primera grabación, la del grupo Windy City Six. Tomó el nombre de la calle para su emprendimiento sin saber que luego haría historia en la música.

En esos años iniciales grabó a artistas como  James Crutchfield, J.D. Short y Big Joe Williams, hasta que en 1958 emprendió un nuevo rumbo. Se instaló en Chicago, compró la disquería Seymour’s Jazz Mart, a la que luego renombró como Jazz Record Mart. Así fue como Delmark Records –a la palabra elegida en un comienzo le agregó una k final- encontró su nuevo hogar en el sótano de la tienda de discos. En 1963, Koester trasladó la disquería al 7 West Grand, en el centro de Chicago y durante este período lanzó álbumes de jazz de Donald Byrd, Jimmy Forrest, George Lewis y Bud Powell, entre muchos más.

En las décadas siguientes el sello no pararía de crecer y sus registros de Junior Wells, Luther Allison, Arthur ‘Big Boy’ Crudup, Jimmy Dawkins, Sleepy John Estes, J. B. Hutto, Jimmy Johnson, Magic Sam, Robert Nighthawk y Otis Rush hoy son históricos.

Delmark atravesó la década del noventa con éxito, por el boom del CD, pero más tarde los cambios en los hábitos de consumo de música llevaron a Koester a tener que achicarse y el recorte vino primero por el lado de la disquería. Cerró el mítico local y se mudó, para luego volver a cerrarla y abrir una más pequeña con otro nombre. Koester ya había superado los 80 años y su energía ya no era la misma que antes. Entonces aparecieron en escena Julia Miller y su esposo, el uruguayo Elbio Barilari.

“La idea fue de Julia. Ella es guitarrista, compositora e ingeniera de sonido. Enseñaba Sonido en la Escuela del Art Institute de Chicago y siempre había soñado con tener un sello discográfico y un estudio de grabación. Un domingo de mañana, durante el brunch, me dije: ‘¿Qué tal si compramos Delmark?’. Y yo le contesté: ‘Ta, dale’, sin estar seguro si era posible o no, o si era una broma”, cuenta Barilari a NA.

“Sabíamos que Bob Koester estaba casi retirado, trabajando en su casa de discos, pero no tanto en el sello. Y venían sacando pocos álbumes por año. Fuimos a hablar con él y nos mandó a negociar con su hijo y su esposa, que estaban a cargo del sello y ahí empezó todo. Un año después, el 1° de mayo de 2018, Julia se convirtió en la presidenta y CEO de Delmark y yo en vicepresidente y director artístico”, añade.

- ¿Ya eras un entusiasta del blues antes de adquirir Delmark?

- Al blues lo descubrí cuando tenía unos 12 años y lo empecé a tocar cuando tenía 14. Yo ya estudiaba guitarra clásica y ahí me puse a aprender guitarra eléctrica juntándome con el más brillante violero eléctrico que ha dado el Uruguay, Daniel Bertolone, del famoso trio Días de Blues y antes de Opus Alpha, dos grupos mitológicos del rock rioplatense. Nos matábamos escuchando a BB King y a todos los grandes y zapando hasta altas horas de la madrugada. Después me dediqué más al jazz y a la música clásica, fui al Conservatorio y estudié en Alemania. En los noventa me picó de nuevo el bichito del blues, fundé la banda Planeta Blues, el primer grupo de blues uruguayo en ir de gira a Europa y el primero en editar un CD de blues en Uruguay. En ese momento nunca me imaginé que iba a terminar en Chicago y produciendo los discos de Jimmy Johnson, Willie Buck, Jimmy Burns, etc. ‘Sorpresas te da la vida’, como dice Rubén Blades.

- ¿Cómo llegaste de Uruguay a Chicago?

-Toda la vida, desde 1975, fui músico y periodista. En 1998 me contrataron para dirigir La Raza, un semanario en español en Chicago, que en ese momento era el medio de prensa latino más importante en los Estados Unidos. Apenas llegué también me empecé a vincular musicalmente, claro. Y dentro del blues ya tenía amigos acá, como Magic Slim, John Primer, Dave Specter y Dave Weld. Con los últimos dos habíamos estado en las mismas giras, en España, un par de años antes.

- ¿Por qué tomaron la decisión de mantener al sello como referente ineludible del blues de Chicago y no buscar otros senderos musicales para explorar?

-Había un capital cultural que defender y atesorar, construido por Delmark a partir de 1953. Tanto blues como jazz. Y siempre entendimos que nuestra misión era esa. Dentro del blues y del jazz no estamos para nada cerrados a lo nuevo, pero al mismo tiempo atesoramos ese legado y esas tradiciones. Hemos sacado muchos discos de tipo experimental, incluyendo el álbum de nuestra propia banda, Volcano Radar, con Paquito D’Rivera, nada menos. Pero al mismo tiempo le dimos gran importancia al editar y darle el reconocimiento y el respeto que se debe a los grandes del blues de Chicago. Respeto y reconocimiento en vida. Como con Jimmy Johnson, que se despidió de este mundo hace un par de años con un gran disco que tuve el honor de producir. Y otros artistas, como Bob Stroger, Linsey Alexander, Willie Buck, Jimmy Burns, Billy Boy Arnold y Tail Dragger. Y por otro lado, todo un trabajo con las mujeres del blues, que Julia ha venido haciendo a lo largo de los años: Shirley Johnson, Demetria Taylor, Sharon Lewis, Sheryl Youngblood, Joanna Connor y más. La tradición y la renovación van de la mano. Pero sin saber de dónde se viene, no se sabe para dónde se va, ¿no?

- ¿Consideras que en Estados Unidos hay todavía una red de contención para el blues o son solo pequeñas apuestas individuales que lo mantienen con vida, puntualmente en el plano comercial?

-Por supuesto que hay una red. Hay sellos discográficos, hay asociaciones y fundaciones, hay clubes, hay festivales, hay radios que pasan exclusivamente blues, o blues y jazz y otras músicas con raíces, hay revistas. Y todo eso es muy importante. Trabajamos con toda esa gente, permanentemente. El problema es que también hay un racismo sistémico que busca ocultar o disimular las raíces afro-estadounidenses del blues. El blues es una música folklórica, afro-estadounidense, sea el folklore rural del Delta, o el folklore urbano del blues de Chicago. Y hay gente que consciente o inconscientemente quiere blanquear el blues, sacarle el carácter histórico, social y cultural negro que está en su raíz. Y esto no quiere decir que yo piense que los blancos u otra gente no puedan tocar blues: claro que pueden. Pero primero lo tienen que entender y respetar su historia. Si no, son meros turistas del blues. Y de esos, hay muchos. El hecho de ser un latino, o hispanic, como  nos dicen en este país, o miembro de una minoría, me facilita el entendimiento y la relación con los músicos de otra minoría. Te da otra perspectiva. Entendés de otra manera los problemas que ellos confrontan. Y ellos también me ven de otra manera.

- En los últimos años hubo una revalorización del vinilo, y ahora parece que también hay un repunte en las ventas de los CD, ¿esto es así?

-Muy simple. Ya hace varios años que vendemos más vinilo que CD’s. Y hemos hecho varias cosas. Hemos digitalizado todo el catálogo de Delmark. Doce mil canciones que ahora están disponibles en todas las plataformas digitales, a un click de distancia, para descargar o para hacer stream. Todo un tesoro musical que se hizo accesible para el mundo. Y hemos reeditado en LP y en CD todos esos tesoros de Delmark. Los discos de Magic Sam, Junior Wells, por ejemplo. Y reeditamos en CD toda una gran parte del catálogo. Y es cierto que también ha habido un repunte en la venta de CD’s.

- ¿Cuál crees que será el futuro del blues una vez que los bluesmen más viejos ya no estén?

- Va depender de lo que hagan los músicos negros jóvenes con ese legado, con esa herencia, ellos son los dueños del blues. Mantener la tradición y operar la renovación va a depender de ellos. Los otros, lo único que hacen es repetir o imitar lo que han aprendido de los grandes maestros negros. Y es entendible, por supuesto. Hay muchas cosas interesantes en el nuevo blues. Y hay músicos de las nuevas generaciones que se interesan por la tradición, incluyendo el blues acústico. Acá los vemos todos los días. No son los que reciben más publicidad, porque no hacen blues-rock y no son blancos. Pero ahí están y nosotros estamos para ayudar en lo que podamos. Por ejemplo, Carlise y Greg Guy, los hijos de Buddy Guy, son ambos artistas de Delmark y estamos preparando sus primeros álbumes para nuestro sello. Otro caso es el de Jamiah Rogers, un joven talento, más en la onda Hendrix. Hay espacio para todo. Finalmente, a veces recibo mensajes diciendo ‘gracias por mantener el blues con vida’, pero nosotros ayudamos, facilitamos, los que mantienen el blues con vida son los músicos.