Son pocas las personas que con su trabajo pueden cambiar para siempre la disciplina que desarrollan y Alberto Breccia fue uno de esos. Nacido en Montevideo, Uruguay, el 15 de abril de 1919 a los tres años se instaló junto a su familia en el barrio porteño de Mataderos y allí dio sus primeros pasos como dibujante, que lo llevarían a ser un ícono de la historieta en nuestro país.

Sus inicios como dibujante se dieron en simultáneo con su labor como obrero en la industria de la carne. "Hacía un trabajo muy desagradable, era rasqueteador de tripas. Cuando terminaba la jornada en el matadero iba a mi casa y dibujaba lo que podía. Con esos balbuceos empecé a buscar trabajo”, comentó en una entrevista.

Sus primeras publicaciones tuvieron lugar en revistas barriales, intentando copiar el estilo de William Hogarth. “Empecé como humorista. Comencé dibujando porque me gustaba, pero vino luego una época de mucha penuria en la Argentina que se llamó la Década Infame, eso ya la define, y dibujé porque me gustaba, sin pensar en ganar dinero y no lo gané... Empecé a dibujar en serio y por eso copié de forma descarada a Hogarth, no porque me gustase, que no me gustaba nada, sino porque me venía justo para una historieta que yo estaba haciendo; además me costó mucho aprender a dibujar”, reveló el hombre que entre fines de los años treinta y mediados de los cuarenta creó las tiras Mariquita Terremoto, Kid Río Grande, El Vengador y Jean de la Martinica.

Pero recién pudo dar el gran salto y empezar a marcar un nuevo rumbo en el humor gráfico en 1947 con la creación de Vito Nervio. “Era lo más coherente que hasta entonces había hecho, mientras que lo anterior habían sido tiros en al aire, para comer”, reconoció. Diez años más tarde llegaría uno de sus trabajos más reconocidos, Sherlok Time, con guion de Héctor Germán Oestergeld, que a su criterio marcó un cambio importante en su obra y lo llevó a cruzar las fronteras argentina.

En la década del sesenta comenzó a publicar su trabajo en la revista británica FleetWay; creó Mort Cinder (1962) junto a Oestergeld, La vida del Che Guevara (1968) y una nueva versión de El Eternauta (1969). Amante de la literatura, también hizo adaptaciones de cuentos de H. P. Lovecraft, relatos de Edgar Allan Poe, una parodia de Drácula e Informes sobre ciego, basada en una obra de Ernesto Sábato.

Junto al guionista Carlos Trillo creó Un tal Daneri (1974), Nadie (1977), Buscavidas12​ (1981) e historietas cortas basadas en cuentos infantiles pero con una mirada adulta. Y en los años ochenta, en sociedad con Juan Sasturain, le dieron vida a Perramus, una obra ambientada en la última dictadura cívico-militar que denunciaba lo que pasaba en el país y lo ridiculizaba con humor absurdo, dejando al descubierto la capacidad de la historieta como herramienta política y social.

“El viejo tenía una relación saludable de amor/odio con la historieta, que lo aburría como lector y lo potenciaba como artista. Por eso trabajaba contra lo que veía, trabajaba contra su increíble facilidad, contra sus propias y ocasionales soluciones. Estuvo más de medio siglo encontrando respuestas diferentes para cada desafío: Vito Nervio es clásico; Pancho López es nuevo; Sherlock Time es la perfección y el límite de un camino; Mort Cinder es una revolución; El Eternaura y Lovecraft, sus definitivas versiones del horror; y Perramus, las sombras y el claroscuro grotesco de los años terribles”, señaló Sasturain en un reportaje, haciendo una síntesis perfecta de todo el recorrido de Breccia.

El 10 de noviembre de 1993, “El Viejo” -como se lo conocía en el ambiente en el que se movía- murió a los 74 años y en homenaje a todos sus logros y por iniciativa de la Asociación de Dibujantes de Argentina, esa fecha fue elegida como el Día del Dibujante.