El costo de salir a comer afuera se triplicó en verano en comparación con el de supermercados y verdulerías, en un contexto en el que, según INDEC, la gente cada vez dispone de menos plata para gastar en restoranes, cine, teatro o divertirse.

Hasta antes de la purga al consumo del nuevo Gobierno, se contaban 67 mil locales gastronómicos y no hay datos fehacientes de cuántos cerraron.

Es que los hogares vienen recortando el gasto superfluo y los propietarios de restaurantes están sintiendo el impacto.

Se perdieron más de 10 mil empleos en restaurantes y hoteles, o el 2% del total de la industria turística desde que Javier Milei asumió el cargo, según datos del sector.

Y ya no es sólo cuestión de los precios que figuran en la carta gastronómica, que subieron 100% respecto del año pasado, sean inhibitorios, sino de la disponibilidad de billetera de cada potencial cliente.

El excedente queda luego de destinar lo que se gana al mayor peso, dentro de los respectivos presupuestos, que tienen vivienda, viáticos y servicios.

Qué comer afuera

Hay una enorme varidad de menúes para elegir, según por donde se quiera ir y lo que se pueda gastar.

En zonas como Puerto Madero y Palermo, se pueden llegar a gastar hasta $150.000 por una porción de asado, pero si se recorre un poco los valores bajan drásticamente.

En otros barrios como Villa Crespo, Balvanera y Almagro, por $40.000 por cabeza se come bien, aunque hay también otros lugares donde está más barato.

La porción de achuras se consigue a $10.000, y la de papas, $8.000. Un bife de chorizo está en $28.000, al igual que el asado de tira. Aun así, no movilizan tanto público como antes.

Programas nocturnos

Aunque la zona, el menú y la cantidad de comensales son determinantes para armar planes nocturnos, la opción de las pizzerías, los bares y las cadenas de comidas rápidas se abrió paso en las escuálidas posibilidades de los bolsillos.

Muchas persianas cayeron, en consecuencia, en locales donde había más mozos que clientes. Lugares emblemáticos como La Parolaccia de Puerto Madero, La Gualicha, Monkey Beer, La Fábrica, entre otros, enmudecieron ante la crisis.

“Los clientes solían venir a comer. Todos pedían platos y bebidas y luego salían a bailar”, dice el propietario de una cervecería artesanal de Palermo Hollywood. 

“Hoy en día solo salen a tomar algo. El gasto de los consumidores se ha recortado”, afirma. 

Muchos se quejan de que no consiguen llenar ni siquiera la mitad del salón los fines de semana, y cunde el temor del personal ante el riesgo de un cierre inminente.

”En estos tiempos es indispensable tener una buena base económica por si esto no levanta. O hacerse la fama, como la que tienen otras parrillas que explotan de personas todos los días", es la reflexión del dueño de un bodegón tradicional.

El intento de promoción que se extiende para intentar levantar la puntería es mover la cuenta de Instagram, aunque para ver resultados haya que esperar al largo plazo.  

Menos extranjeros

Somos caros en dólares. El doble en comparación con el año pasado”, comenta el propietario de una conocida parrilla en Buenos Aires. 

“El turismo extranjero, que representa la mayoría de nuestra clientela, ha caído un 20% en un año”, completa.

Ofertas sin respuesta

“Esto es un día a día. Bajamos los precios y creamos menúes más atractivos para que entren clientes, pero no hubo caso. La crisis se siente y hoy la gente se cuida más porque no hay un mango”, sostiene el encargado de un restaurante de Villa Crespo.

Para salir a cenar tanto como pedir comida a domicilio, las pizzerías históricamente son una alternativa accesible. 

Además suelen implementar promociones para atraer clientes: en el centro de la Capital Federal pueden llevar una erogación entre $14.000 y $20.000 por persona.

De ahí que las pizzerías se impongan por sobre los restaurantes

Una muzza de ocho porciones cuesta entre $18.000 y $30.000, según el gusto (margarita, napolitana, fugazzeta, morrón, entre otros).

Las porciones individuales se cobran entre $2.500 y $6.000, mientras que la faina vale $2.000.

Esparcimiento en declive

Según el Indec, el consumo y los gastos de esparcimiento y cultura cayeron más del 40%.

Loos tickets del supermercado, que subieron menos, un 65%, por debajo de la inflación general, podrían haberle dejado un sobrante para las salida, pero la frazada del ingreso no da abasto igual para cubrir alimentación, colegios, tarjetas, seguros, impuestos, actividades recreativas, culturales y religiosas

La tijera pasó por recortar drásticamente viajes en taxi o por apps de movilidad, parar el auto o la moto para no generar gastos de nafta, peajes, estacionamientos y mantenimiento del vehículo.

Las salidas se restringieron a algún café o helado de vez en cuando, juntadas con parejas o amigos y asados en familia. 

Se piden menos deliverys, compras de chocolates, golosinas y bebidas y se redujeron cuotas fijas de prepagas, telefonía, cable, internet y streaming