Vuelta de vacaciones: consejos para aterrizar suavemente y felices a nuestra cotidianeidad
Al regresar a casa, solemos repetir frases como: “Se acabó la buena vida” y "¡tan bien que estábamos!”, como si ocupar nuevamente nuestro mundo habitual representara un baño de realidad muy difícil de soportar.
¿Te fuiste de vacaciones? ¿Cuántos días o meses te llevó prepararte? Y ahora que tenés que volver, ¿cuánto durará el sabor de lo vivido? ¿Cuánto tiempo se mantendrá la alegría a flor de piel?
Cuando nos tomamos vacaciones dedicamos muchas horas a hacer los arreglos necesarios para el transporte, el alojamiento, los lugares a visitar, el dinero disponible. Mientras más exhaustivamente organicemos los detalles, más posibilidades tendremos de disfrutar a pleno.
El viaje de vuelta es un cuento diferente: empacar, sentir que las valijas ya no son suficientes para contener “esas pocas cosas que hemos adquirido” y una leve nostalgia por aquello que estamos por abandonar.
Una de las cuestiones más complicadas del regreso es llegar a casa y tener que comenzar a trabajar al día siguiente, y entonces repetimos frases como: “Se acabó la buena vida”, “es hora de volver al yugo”, “¡tan bien que estábamos!”. Como si ocupar nuevamente nuestro mundo habitual representara un baño de realidad muy difícil de soportar.
Hace unos años un guía de turismo decía que era crucial prestar atención a los primeros minutos y los últimos que cierran la jornada, que los resultados estaban directamente ligados a las palabras que se elegían y a los estados emocionales que se generaban. Este mismo principio se podría llevar a cualquier conferencia, clase, reunión o conversación importante y también a lapsos de temporales definidos como las vacaciones.
¡Imaginen lo importante que podría ser tomarse un tiempo para dar por iniciadas las vacaciones y un tiempo para dar por cerradas las mismas!
Algunas sugerencias que podrían generar un cambio y convertir las vacaciones en momentos únicos:
* Para el comienzo de vacaciones: organizar tal vez un pequeño ritual que indique que cambiaremos el contexto, el lugar, la emocionalidad y que nos aprestamos a disfrutar de lo que hemos preparado como también que estamos abiertos al factor sorpresa, a dejarnos sorprender.
* Para el cierre de las vacaciones: generar un espacio antes de salir del destino elegido que nos permita registrar “unas pocas cosas memorables” que nos llevaremos de manera individual, familiar o grupal. Este ejercicio nos permitirá poner en valor muchos instantes, pero también priorizar aquellos que hayan sido excepcionales para cada uno. Esta manera de cerrar un ciclo nos ayuda a enmarcar épocas especiales de nuestra vida.
* Para la primera semana después de vacaciones: tomar la idea de las largas sobremesas en familia, tomarse unos días para quedarse en las vivencias, para conversar, para recopilar las anécdotas, para mirar las fotos, para re-enamorarse de los lugares y las circunstancias; deshacerse de las exigencias de hacer lo que no se hizo en el hogar en nuestra ausencia; extender en lo posible el descanso por unos pocos días.
¿Regresar a la rutina? ¿Es necesario? Muchas veces las vacaciones nos proporcionan vivencias que pueden transformar nuestras formas de mirar y podemos incluir algunas de las nuevas miradas en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, si durante estos días en algún destino soñado, alguien nos muestra un ave llamativa y jamás habíamos observado el maravilloso diseño y color de un ave, quizás al regreso aún perdure la experiencia y podamos comenzar a ser observadores de ese mundo antes ignorado. En ocasiones un artista callejero, un emprendimiento en una feria, un cuadro en un museo o algún otro acontecimiento ocurrido en vacaciones despierta en nosotros ganas de hacer algo distinto.
Las vacaciones serán evocaciones “trascendentales” en nuestras historias personales si podemos encuadrarlas, marcando su principio y fin, evitando entrar o salir de sus bordes de manera abrupta y confiando en que convertiremos nuestros días en “experiencias mágicas”. El regreso a casa no debería incluir la sensación de haber perdido algo bello, sino la total conciencia de todo lo que hemos ganado mientras no estuvimos en el lugar en que residimos.
El mar, el sol, la montaña son solamente escenarios. Los ojos, los oídos, las palabras son parte de nuestra disposición para celebrar la vida. Las vacaciones nos permiten abrir todos nuestros sentidos al disfrute y es muy conveniente atesorar los aprendizajes extraordinarios porque podrían cambiar para siempre nuestra existencia.
(* - Emilia María Alvarado Morales es master coach ontológica y vicepresidente segunda de la Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional -AACOP-).