Por Alejandro Esteban BIDONDO

La señora -en apariencias, una abuela- de cabellera blanca siempre está ahí.

Sentada o acostada casi siempre.

En Avenida Rivadavia 8350, CABA. Bajo un techo, sí. Pero en un hall abierto.

No tiene hogar, a simple vista.

Quienes la conocen dicen que no está bien. Cuentan que a veces grita, se enoja sin razón.

El cronista alguna vez le habló.

"A veces vienen a verme. Conversan un rato. Me dicen que me van a llevar a algún lugar y después se van. No se preocupe", dijo.

La referencia era al servicio del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para personas en situación de calle.

Cuando hace mucho frío, ella desaparece.

Pero la solución es un paliativo.

Pasa el frío y ella vuelve allí.

Estos días alguien le alcanzó el tapabocas.

No será multada a partir de mañana, cuando eso sea obligatorio.

Si la multaran, tampoco podría pagar (a menos que expropiaran el edificio, que no le pertenece, claro está).

Verla provoca impotencia.

Al menos los buenos vecinos de la Torre Don Lorenzo no han repudiado su presencia en el hall abierto de la planta baja, como sí ha ocurrido con profesionales de la salud en otros edificios de la ciudad (personas que no viven fuera sino dentro de las construcciones).

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Ella está ahí, sobre un colchón.

Siempre.

Y da la impresión de que nadie repara en su penosa situación.

Ni siquiera durante una cuarentena nacional obligatoria.

#QuedateEnCasa dice una campaña propagandística.