Un trabalenguas de múltiples “erres” signa la edición 2021 del Día Mundial del Medio Ambiente
La ONU exhorta a emprender una tarea global de escala gigantesca, que sintetiza como: "reimagina, recrea, restaura". Impone para pasar de explotar la naturaleza a curarla otras tres erres: “reducir, reutilizar y reciclar” .
Pakistán es el país anfitrión elegido este año por Naciones Unidas para conmemorar el Día Internacional del Medio Ambiente, el que lejos de festejos exige a los habitantes de este planeta acciones concretas y urgentes para devolverle la vida a nuestros ecosistemas dañados.
La dirigencia política es la mayor responsable del incumplimiento de las modestas metas ambientales suscritas en distintos encuentros mundiales, el último, el Acuerdo de París en 2015.
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Pero también está en cada uno de los ciudadanos (nosotros) aportar un granito de arena: cultivar árboles, reverdecer ciudades, repoblar jardines con especies silvestres o limpiar la basura de los ríos y costas.
De hecho hay ONG´s en todas partes que se ocupan de ejecutar esas tareas reclutando voluntarios.
Es que los ecosistemas se definen como la interacción entre los organismos vivos (plantas, animales, personas) y su entorno, lo cual incluye a la Naturaleza, pero también a los sistemas creados por el hombre, como las ciudades o las tierras de cultivo, de modo que restaurarlos, que es la consigna de las tres erres de esta jornada, junto a reimaginar y recrear.
Significa “reparar miles de millones de hectáreas de tierra, un área mayor que China o Estados Unidos, para que la gente tenga acceso a alimentos, agua potable y empleos”, así como “lograr que vuelvan plantas y animales que hoy están al borde de la extinción, desde las cimas de las montañas hasta las profundidades del mar”, puntualiza el informe de Naciones Unidas.
Precisamente en este día arrancará el Decenio sobre la Restauración de Ecosistemas (2021-2030), como misión global para revivir miles de millones de hectáreas, desde bosques hasta tierras de cultivo, desde la cima de las montañas hasta las profundidades del mar.
El inventario preanuncia una ardua tarea, no sólo física sino de concientización.
- Cada año se pierden más de 4,7 millones de hectáreas de bosques, una superficie más grande que Dinamarca.
- Casi el 80% de las aguas residuales del mundo se vierten sin tratamiento previo a nuestros océanos.
- Los humedales son drenados con fines agrícolas, lo que ha propiciado la desaparición de aproximadamente el 87% del total mundial en los últimos 300 años
- Las turberas, presentes en más de 180 países, son ecosistemas vitales sumamente poderosos. Si bien cubren solo un 3% de la superficie terrestre del planeta, almacenan casi un 30% del carbono del suelo.
No es ésta la primera vez que la Tierra y el conjunto de su biodiversidad, que tiene alrededor de 4.500 millones de años, se encuentra en semejante riesgo ambiental. Aunque esta vez la principal amenaza sea el cambio climático acelerado, que podría estar gestionándose con negligencia por el ecosistema humano.
Hasta el punto que se podría estar poniendo en peligro toda la biodiversidad, cuantificada en aproximadamente 10 millones de especies (algunas de ellas ni siquiera descubierta aún por la ciencia), junto al propio planeta Tierra.
Si bien representa una ínfima parte de toda la biodiversidad, principalmente la que está en juego es la supervivencia de la especie humana, que apenas posee poco más de 300.000 años de antigüedad (un 0,006 %, lo que se conoce como un instante geológico).
A lo largo de los últimos 600 millones de años se identificaron cinco episodios de extinción masiva. Y según advierten los expertos, podría estar comenzando una “Sexta Extinción”, en la que la actividad humana estaría influyendo de forma activa.
La ciencia comprobó que siempre el mundo siguió andando y nuevas especies reemplazaron a las desaparecidas, se adaptaron a las nuevas condiciones ambientales y reorganizaron en nuevos ecosistemas.
Naciones Unidas enumera como la primera de las principales amenazas ecológicas el cambio climático y calentamiento global, al cual aporta en especial a la contaminación del aire por la quema de combustibles fósiles, lo que a la sazón constituye el mayor riesgo ambiental para la salud.
La huella de carbono ya supera los límites establecidos e impone reducir drásticamente la dependencia de combustibles fósiles y las emisiones de gases de efecto invernadero a través del uso de energías renovables.
Consecuencias directas del cambio climático, la desertificación y la sequía causan la pérdida anual de 12 millones de hectáreas de tierra productiva y que alrededor de 250 millones de personas sufran sus efectos, según datos de la ONU. Imponen conservar las reservas estratégicas naturales de agua para poder sobrellevar periodos puntuales de escasez, reutilizar aguas residuales o recicladas, concientizar sobre el ahorro de agua, el reciclaje, optar por productos cultivados localmente y de temporada, promover modelos agrícolas y ganaderos realmente sostenibles, limitar la producción de agrocombustibles, impulsar el uso de energías renovables, limitar el empleo de sustancias químicas, etc.
Son fundamentalmente las actividades descontroladas las que causan una excesiva explotación de recursos naturales y no permiten su regeneración, como ser el elevadísimo consumo de agua y la contaminación del agua potable con metales pesados y agentes tóxicos que provoca la explotación en gran escala de la minería y el petróleo.
Asimismo, la sobrepesca, la deforestación, los cultivos masivos y ganadería intensiva que degrada los suelos y el uso masivo de químicos tóxicos.
La destrucción de los bosques, que crece y continúa a gran velocidad, especialmente en países como África y Sudamérica, es una de las consecuencias más graves de un modelo de producción devastador, que enriquece a cada vez más reducidas minorías y condena a la destrucción a la mayor parte de la humanidad.
La utilización de los mares como basureros a los que van a parar finalmente la mayoría de plásticos y residuos que no son biodegradables es un modo lento pero implacable de envenenar los ecosistemas acuáticos.
Debido a su fácil dispersión y su lento proceso de degradación, los microplásticos y los nanoplásticos, asociados al patrón de consumo moderno, son ingeridos por animales marinos y aves, provocándoles bloqueos gastrointestinales.
Existen inclusive evidencias de que pueden llegar al interior del ser humano transferidos a través de la cadena alimentaria. El remedio suena sencillo pero no lo es porque implica cambiar costumbres, ya que consiste en incorporar otras tres erres: reducir, reutilizar y reciclar.
La reciente experiencia del coronavirus, originado en la ingestión de animales que son víctimas de la pérdida de biodiversidad, es un alerta sobre la manera de consumir y de gestionar los productos, a la postre un boomerang porque terminan siendo una amenaza letal para la salud y las economías.