Este lamentable y triste desenlace de Silvina Luna, una rosarina que decide ir a Buenos Aires a desarrollarse profesionalmente, nos interpela y nos propone un alto para reflexionar, como ella cita en relación a su libro: "Mi deseo es que ayude a mucha gente a iniciar un proceso de cambio positivo. Quiero contribuir, colaborar, dejar mi aporte, por pequeño o grande que sea. Inspirar".

Si bien de a poco vamos tomando conciencia de las palabras y su impacto, considero que no logramos dimensionar hasta dónde puede llegar el bullying en general y el verbal en particular, dado el efecto que genera no solo en nuestro emocionar, sino en nuestra identidad.

Sobre todo, cuando las personas que las dicen tienen un lugar de importancia en nuestras vidas, a las cuales les conferimos mucha autoridad; esto hace que, sin darnos cuenta, nos convirtamos en esclavos de sus decires, haciendo hasta lo imposible por procurar que cambien, porque entendemos que, si eso ocurre, nosotros también lo haremos.

Otro gran elemento de esta composición es la relación que tenemos con los estereotipos sociales de éxito, por los cuales todos somos alcanzados en mayor o menor medida y que diferentes actores se ocupan de proliferar, donde pareciera que la única manera de acceder a determinados resultados es por ese camino.

Tomando prudente y respetuosa distancia de abrir juicios de valor sobre las decisiones de las personas que estuvieron o están pasando por algún tipo de necesidad o inquietud en función de un objetivo y que encuentran refugio en personas o profesionales irresponsables; por el contrario, buscando honrar las palabras de Silvina, que nos interpelan para "inspirar" y tender puentes a esas personas que necesiten de asistencia o acompañamiento para que puedan encontrar o construir en su interior las palabras y conversaciones que conformen una identidad ecológica, nos desafía e invita a revisar cual puede ser nuestro aporte en la construcción y sostenimiento de este puente.

Como coaches ontológicos, uno de los principales propósitos que guía nuestra práctica profesional, es el bienestar sistémico de aquellas personas u organizaciones que tenemos el privilegio de acompañar y, somos conscientes que esto requiere un proceso de coaching donde como aspecto fundamental procuramos que un compromiso ecológico que facilite el aprendizaje para que las personas indaguen acerca del mundo, como lo observa y como se observa en él, con quién cuenta, como así también sobre sus mandatos y preconceptos.

Este proceso que se desarrolla a través de un estilo especial de conversación que prioriza la pregunta y procura, en un marco de ética profesional y un contexto de responsabilidad y reflexión, evocar las respuestas en el interlocutor.

Considero que un gran espacio de libertad que las personas podemos ejercer es aquél que construimos desde adentro hacia afuera y este es el aporte que como coaches ontológicos podemos realizar.

Somos conscientes que no podemos elegir todo aquello que nos sucede, sí estamos comprometidos a que las personas construyan una manera particular de ser que les permita resilientemente, no evitar las malas decisiones, momentos o sufrimientos en la vida, sino alimentar la fortaleza para volver a levantarse y poder elegir de qué manera quieren relacionarse y trascender.

(*) - Juan Andrés Campomar es vicepresidente de la Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional.