En el marco del Día Mundial de la Disfagia que se conmemora este domingo, especialistas destacan la importancia de estar alertas a los primeros síntomas y tratar a los pacientes con un equipo multidisciplinario.

La disfagia es la dificultad al tragar la complicación más temida de la dolencia es la neumonía por aspiración, pero también contribuye a que el paciente paulatinamente vaya desnutriéndose, presente una disminución progresiva de su masa muscular y desarrolle problemas óseos que podrían impactar negativamente en su recuperación, con mayor riesgo de caídas y un condicionamiento de su autonomía.

"Los signos principales que pueden estar indicando la presencia de disfagia y que requieren una evaluación a cargo de un equipo  multidisciplinario, son tos o ahogos al comer, disfonía, voz húmeda luego de deglutir, dolor al tragar, babeo, problemas para armar el bolo alimenticio y dificultad para cerrar bien los labios", informó la Dra. Valeria Ton, Jefa del Servicio de Fonoaudiología Clínica de CIAREC (Clínica de Internación Aguda, Rehabilitación y Cirugía).

Para el tratamiento de la disfagia, las especialistas coinciden en que la base es una terapia rehabilitadora, donde se estimula y ejercita el mecanismo deglutorio con distintas estrategias posturales, conductuales, maniobras deglutorias e intervenciones sensoriales, entre otras.

El tipo de alimentación que el paciente con disfagia requiere es muy individual y debe personalizarse en función de la evaluación deglutoria que se le haya realizado, mientras que en general, se prefieren consistencias blandas, suaves, homogéneas, húmedas, que requieran nada o poca masticación, sin dobles consistencia.

"En general, los líquidos suelen presentar las mayores dificultades, ya que discurren con facilidad y son difíciles de controlar en la cavidad oral, aumentando el riesgo de aspiración a la vía respiratoria. En este sentido, la utilización de espesantes que aporten mayor consistencia a los líquidos es una estrategia efectiva que hace más seguro su consumo", indicó la Lic. María Laura Ferreira, miembro del Grupo de Estudio de Disfagia de la Asociación Argentina de Nutrición Enteral y Parenteral (AANEP).

Estos "espesantes instantáneos" son productos que ayudan a mantener la consistencia de los alimentos y bebidas y a hacer más segura la deglución, mientras que contribuyen a lograr la consistencia deseada de alimentos y bebidas y a evitar la deshidratación en estos pacientes.

Para aquellos casos en que el individuo no pueda comer por boca, la vía de alimentación de elección es la alimentación enteral, que es la que se administra a través de una sonda y que permite aportar todos los nutrientes necesarios para mantenerse saludable.

Margarita, de 68 años y que en 2019 sufrió un ACV, y cuando fue dada de alta sus hijas comenzaron a preguntar al médico cómo hacían con la alimentación, por lo cual hicieron una consulta con la Fonoaudióloga, quien la evaluó y solicitó un estudio para ver la deglución.

"Ahí nos dijo que tenía disfagia, nos pidió un control con una nutricionista porque me explicó que todavía no podía comer mi tomar nada por la boca. Pasaron varios meses de rehabilitación con fonoaudióloga y todavía no me permitían comer por la boca, porque me explicaban que la comida se iba al pulmón", relató.

Además señaló que tuvo "otras complicaciones de salud", pero no bajó los brazos y dijo: "Todo el año de pandemia hice tratamiento y con alegría empezaron a probarme comida por la boca, siempre como papilla, usaba espesante para mi café y el agua, porque si tomaba líquidos sin ponerle espesante, tosía".

Margarita indicó que la fonoaudióloga, la nutricionista y una persona que las ayudaba con la preparación de algunas recetas les "pedían que no comiera todo de un mismo color" y al ir mejorando, fue incorporando otras comidas: "Ya podía comer en pequeños bocados y no necesitaba pasar todo por la procesadora".

"En 2021, pude volver a tomar agua y café sin usar espesante y ya no tosía al tragar. Empecé a comer las comidas tranquila, despacio, sin hablar ni mirar tele. Cada vez fui mejorando y no fue más necesario usar los suplementos por sonda gástrica, lo que fue un alivio para la familia. Ahora como y tomo todo por la boca, fue un camino largo, pero nunca bajé los brazos, mi familia, los profesionales que me acompañaron y mi fe hicieron que pueda estar feliz de volver a cocinar y disfrutar con ellos cada comida cuando vienen a visitarme", dijo.

Por su parte, la hija de un paciente con disfagia contó que su padre tuvo un ACV y comentó que en los primeros días de internación domiciliaria, no podían darle de probar "ni una cucharada de agua por boca porque él se atragantaba". 

"El neurólogo solicitó interconsulta con una fonoaudióloga. La llamamos y ella nos dijo que lo asistiría dos o tres veces por semana. Nos enseñó los ejercicios para que mi papá pudiera rehabilitarse. No puedo explicar la ilusión que él tenía de volver a hablar y, por supuesto, volver a probar sabores y sentir el gusto de la comida", reveló.

En tanto, dijo: "No fue un trabajo fácil, requiere de un buen profesional comprometido con su labor y de mucha perseverancia por parte del paciente. Nosotros creemos que la conexión afectiva que generó la fonoaudióloga no sólo con mi papá sino con nosotros hizo a que este proceso de recuperación fuera más llevadero". 

"A medida que fue evolucionando y probando lentamente los alimentos, ella nos sugirió que le hiciéramos comidas que a él le gustasen y nos enseñó cómo hacerlo adaptando la solidez de cada una según los momentos del proceso en el que papá podía tolerar la ingesta", indicó.

Finalmente señaló: "Los profesionales que se ocuparon de su caso nos recomendaron el mejor tratamiento para que él volviera a tener la vida que tenía antes del ACV. Si bien sigue con tratamiento neurológico y acompañado de su nutricionista, el mayor logro fue haber dado con una profesional que no solamente le brindó el seguimiento ininterrumpido hasta lograr que volviera a alimentarse solo sino el sostén afectivo que necesitaba para recuperarse".