Por Sergio Britos y Florencia Flax Marcó*

Hasta que no exista una vacuna eficaz contra el Covid-19 o un tratamiento seguro, la estrategia será ganar tiempo y aplanar la curva, es decir, evitar que un número considerable de contagios se den al mismo tiempo con el fin de evitar saturar el sistema sanitario.

En un país cuyo gasto total en salud representa el 9,4% (año 2017) del Producto Interno Bruto (PIB) y donde, de acuerdo con publicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las ECNT representan el 80 % del total de muertes y el 76% de los años de vida ajustados por discapacidad (AVAD), trabajar en estrategias que permitan reducir el costo sanitario es prioritario, sobre todo en tiempos de pandemia por Covid-19.

Es que en estos momentos, a la situación más o menos estable de cada año, se le suma la carga que implica atender a un número incierto de pacientes con una enfermedad poco conocida, cuya sintomatología es variada y que requiere recursos escasos como respiradores, camas en terapia intensiva, entre otros.

Algunos estudios estiman que, en las próximas dos décadas, las pérdidas económicas causadas por cinco de las más importantes enfermedades crónicas serán equivalentes al 75% del PBI mundial de 2010.

En momentos en que toda la atención, mundial y local, está puesta en la expansión de la infección por Covid-19, la curva de contagios, la saturación o no del sistema de atención sanitaria y la respuesta comunitaria por medio del aislamiento social, las estrategias nutricionales han pasado lamentablemente a un segundo plano, con la excepción de la rápida respuesta a los cientos de miles de familias y grupos vulnerables a quienes en la emergencia es más imperioso atender en sus necesidades alimentarias básicas.

El rol de la nutrición

La nutrición, sin embargo, desempeña un rol largamente reconocido en la robustez del sistema inmune. En particular algunas vitaminas y minerales cumplen roles indispensables al igual que los pre y probióticos.

Vitaminas A, C, B, D, E, zinc, hierro, magnesio, cobre, selenio y ácidos grasos omega 3 son vitales en la resistencia a infecciones y un mejor curso de las mismas una vez instaladas.

La mayoría de los micronutrientes mencionados desempeñan funciones en la integridad de las barreras físicas; en la producción y actividad de agentes antimicrobianos (por ejemplo, algunos péptidos) o en actividades fagocíticas de los cuerpos extraños. Los probióticos, por su parte, modulan la microbiota intestinal y refuerzan el sistema inmune a través de diferentes mecanismos.

Es importante, por lo tanto, que en el marco del conjunto de respuestas que se están adoptando frente al avance de la pandemia por coronavirus, se repare en la esencialidad del consumo de buenos alimentos, de alta densidad de nutrientes; en el conjunto de la población, pero en particular en poblaciones de riesgo y en las diferentes estrategias de asistencia alimentaria que se están procurando en grupos de alta vulnerabilidad.

Frutas, en especial cítricas o kiwi; banana; frutos secos; verduras, en especial de color verde oscuro y anaranjadas (brócoli, espinaca, acelga, zanahoria, zapallo, calabaza, tomate); legumbres (lentejas, garbanzos, porotos, soja), yogur (preferentemente con probióticos), leche, cereales integrales (arroz integral o yamaní, avena, harinas integrales), carnes, hígado, pescados, huevo, conforman la mejor canasta saludable garante de un sistema inmune adecuado, apropiado para prevenir y para responder al avance no solo de la infección por coronavirus sino las que aparecen en cada invierno.

Entendiendo que los alimentos con probióticos mejoran el sistema inmune, contribuyen a disminuir las enfermedades crónicas y también a una dieta más saludable, lo que implicaría un mejor estado de salud de la población y menos concurrencia a los hospitales. Esto, a su vez, reduciría los costos asociados al tratamiento y la recuperación de enfermedades crónicas.

Nuestra recomendación a las autoridades gubernamentales, pero también a las organizaciones de la sociedad civil, entidades donantes, entidades profesionales y los medios de comunicación, es que incluyan estas estrategias alimentarias que pueden contribuir a limitar el impacto de la presente y de próximas infecciones.

(*) Sergio Britos (MN 1170) es licenciado en Nutrición, director del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA) y profesor asociado e investigador de la Escuela de Nutrición (UBA); Florencia Flax Marcó (MN 2173) es licenciada en Nutrición con amplia formación en políticas y salud pública.

SB/FFM/EFR