Hoy finaliza la Semana Mundial por el Parto Respetado (llevada a cabo del 14 al 20 de mayo), una iniciativa que nació en 2004 gracias a la Asociación Francesa por el Parto Respetado (AFAR). Desde entonces, se busca visibilizar en ciudades de todo el mundo el modo en que se atienden los partos y, al mismo tiempo, reclamar por el cumplimiento efectivo de los derechos vinculados al nacimiento.

En la Argentina existe la Ley 25.929, conocida como Ley del Parto Respetado, sancionada y promulgada en 2004, reglamentada en 2015, y finalmente con la adhesión en 2020 de la provincia de Buenos Aires, uno de los distritos donde ocurren la mayor cantidad de nacimientos. La normativa tiene por finalidad cambiar la forma de atención de la mujer o persona gestante y la del recién nacido/a, garantizando todos los derechos dispuestos entorno a la escena del nacimiento y al ejercicio de su autonomía.  

Entre los puntos principales, en el artículo 2 indica que cada mujer o persona gestante tiene derecho a “elegir de manera informada y con libertad, el lugar y la forma en la que va a transitar su trabajo de parto (deambulación, posición, analgesia, acompañamiento) y la vía de nacimiento”. Asimismo, dice que tiene derecho a un “parto natural, respetuoso de los tiempos biológico y psicológico, evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no estén justificados por el estado de salud de la parturienta o de la persona por nacer; ser informada sobre la evolución de su parto, el estado de su hijo o hija y, en general, a que se le haga partícipe de las diferentes actuaciones de los profesionales”.

Si bien se trata de una ley modelo reconocida en todo el mundo, en el país lejos está de aplicarse como corresponde: “A pesar de contar con esta norma, la violencia obstétrica sigue totalmente presente en todas partes, siendo todavía una de las formas de violencia de género más invisibilidadas”, introduce a NA Violeta Osorio, miembro del Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO), activista y coautora junto a Francisco Saraceno de “Mujeres Invisibles: Partos y Patriarcado”.

En este sentido, el miércoles pasado se realizó la primera marcha federal contra la violencia ginecobstétrica y neonatal en la Ciudad de Buenos Aires y en distintas provincias del país, en reclamo de la efectiva aplicación de la ley de parto respetado en todas las instituciones del país.

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“A pesar de que tenemos la ley, no funciona por sí sola -anuncia Osorio y continúa en detalle-. El eje nuclear de esta ley es la garantía y ejercicio de la autonomía y protagonismo de la mujer para tomar decisiones durante todo el proceso de gestación, parto y posparto teniendo en cuenta siempre el bienestar de su hijo/a. Sin embargo, al momento no existen mecanismos concretos que se traduzcan en políticas públicas de implementación de esta ley, que garanticen la prevención y erradicación de la vulneración de derechos en la atención obstétrica. Como tampoco existen mecanismos de sanción para los infractores de la ley (no se consideran delitos el incumplimiento), ni reparación para las víctimas. Es decir, estamos ante una ley inoperante que le da carácter de buena voluntad a quien quiera cumplirla”.

Según un relevamiento del Observatorio de Violencia Obstétrica de Argentina (OVO) de 2015 –el más actual- a pesar de tener la Ley de Parto Respetado vigente el 90% de las mujeres y personas gestantes sufre violencia obstétrica en la Argentina.

La violencia obstétrica (VO) se traduce en intervenciones innecesarias (desde cesáreas, episiotomías, hasta introducción de medicamentos que apuran el trabajo de parto y medicalización de todo el proceso cuando, en realidad, solo se requería de tiempo); en maltratos verbales y psicológicos durante el proceso de embarazo, parto y posparto; en negación u ocultamiento de información; en el impedimiento para que la mujer o persona gestante se encuentre acompañada en todo momento por quien ella decida; en la negación del contacto inmediato del recién nacido con su madre, entre otras tantas variantes.

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Osorio marca un punto clave en relación a la existencia de una ley que, según dice, en la gran mayoría de los casos "termina por ser entendida socialmente como una responsabilidad más –o mandato- que las mujeres debemos alcanzar": "Como existe una ley, muchas veces se asume que es deber de las mujeres exigir sus derechos y que eso es lo que garantizráa su cumplimiento, es decir, que estamos poniendo sobre las mujeres la responsabilidad de prevenir la violencia que sobre ellas se ejerce, y al mismo tiempo, la responsabilidad de  garantizarse a sí mismas un parto respetado. Es perverso”.

Y continua: “La construcción social que deriva de esta idea de ‘hacé valer tus derechos, exigí y empoderate”, dejando entrever la idea de que la violencia recibida es responsabilidad de las víctimas por no haber realizado los suficientes mecanismos para prevenirla (como ser, presentar un plan de parto, realizar interconsultas con distintos equipos y obstetras y analizar cuál es el más apto). Todo gira en torno a esa idea de que no exigimos, conocimos ni reclamamos lo suficiente. ¿La consecuencia? No solo vivimos la violencia obstétrica, sino que además vamos a cargar con la culpa y la vergüenza por no haber podido garantizarnos los propios derechos que es lo que de esta construcción deriva”.

-Entonces, ¿cómo se logra un parto respetado hoy?, ¿quiénes lo logran?

-Lograrlo queda librado a la buena suerte de la mujer, a la buena voluntad del equipo obstétrico o acciones que realiza la mujer. Por eso sostengo que no existe en el país el parto respetado porque realmente no es un derecho para todas, sino que se transforma en un negocio por el que las mujeres siempre pagamos, a veces con dinero, otras con –revisar varias clínicas, profesionales, contrastar modelos de atención, etc- , con nuestros recursos culturales y con energía. No importa de qué manera, pero siempre los costos del parto respetado los llevamos nosotras adelante.

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La negativa al acompañamiento, entre las primeras: La ley establece claramente que es durante todo el proceso incluyendo todo lo que tiene que ver con consultas de seguimiento, consultas, además de estar presente en trabajo de parto y parto. Sin embargo, es uno de los lugares donde más aisladas estamos las mujeres.

En la raíz de la vulneración de derechos de las mujeres se encuentra la apropiación –física y simbólica- del cuerpo y de los distintos procesos que está viviendo en su embarazo, parto y posparto, a pesar de que uno de los ejes centrales de la ley exige que sea considerada que la mujer sea como persona sana, de modo que se facilite su participación como protagonista de su propio parto. Por supuesto que está contemplado que existen procesos de parto que sí requieren de intervenciones, en ese caso necesarias, porque son considerados de riesgo o surgen complicaciones.

Por otro lado, las intervenciones innecesarias también son las más denunciadas: Las cesáreas innecesarias y las episiotomías sin consulta previa están entre las más denunciadas. Y siempre vienen acompañadas de un trato deshumanizado a la hora de atender a las mujeres en las distintas instancias del embarazo, parto y pos parto.

En este sentido, la OMS recomienda que cada episiotomía sea selectiva y que solo se realice cuando sea sumamente necesario.  En relación a las cesáreas innecesarias, de acuerdo con el mismo organismos, la tasa recomendada de partos mediante este tipo de intervención debería oscilar entre un 10% y 15%, aunque según información difundida por el GCBA, en Argentina ronda el 35%”, señalaron en un comunicado desde el Hospital de Clínicas.

En este escenario, Violeta comparte una reflexión final: "Las intervenciones innecesarias no solo son cuestiones médicas y científicas (sobre todo cuando se trata de intervención en los procesos sexuales de las mujeres) que dejan impactos en la salud física y mental de las mujeres. Además, tienen un componente simbólico muy fuerte que, como en el caso de la episiotomía, el mensaje que se traduce socialmente es que la mujeres no podemos realizar nuestro trabajo sin ser asistidas, porque nuestro cuerpo no está en condiciones de llevar adelante fisiológicamente y de manera autónoma el proceso de parto sin ayuda; solo vamos a poder logralo gracias a la intervención médica".

"Por eso, en términos físicos y simbólicos, la sexualidad y la maternidad, queda de cualquier modo totalmente dependiente del sistema médico hegemónico y, al mismo tiempo, del Estado. Y esto es algo que debemos discutir, visibilizar y problematizar cada vez con más fuerza en todos los ámbitos”, resalta.