ONG de refugiados reclamará en la cumbre ambiental por los desplazamientos humanos que generan las catástrofes
La Fundación ACNUR de Argentina junta 500 mil firmas para un petitorio por medidas urgentes contra el cambio climático que llevará a Glasgow.
Una exhortación a los gobiernos a que tomen urgentes medidas para combatir el cambio climático y frenar los desplazamientos forzados de millones de personas entregará la Fundación ACNUR Argentina al secretario general de la ONU, António Guterres, en la próxima Conferencia de Las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26), que tendrá lugar entre el 1 y el 12 de noviembre en Glasgow, Escocia.
El objetivo de la iniciativa, llamada Ponchos Azules por el Clima, es recolectar 500.000 firmas para acompañar la petición que presentará la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y consiste en:
· Emisiones cero en 2050: Es necesaria una transición urgente de los combustibles fósiles a las energías renovables para lograr emisiones cero en 2050.
· Reducir la huella ambiental: Se deben tomar medidas para reducir la huella ambiental de forma ecológica y teniendo en cuenta el riesgo climático.
· Economía sostenible: Aprovechar la oportunidad de la crisis de Covid-19 para una transformación económica sobre bases ecológicas y sostenibles.
En el reporte se consigna que el cambio climático es la crisis que define la época, y el desplazamiento por desastres constituye una de las consecuencias más devastadoras del fenómeno.
Sólo en 2020, los desastres naturales generaron 30,7 millones de desplazamientos en más de 140 países y territorios. No existe un lugar seguro frente al cambio climático, es una emergencia global.
De ese total de desplazamientos, 14 millones corresponden a inundaciones; 13,6 millones a tifones, ciclones y huracanes; 1,2 a incendios descontrolados; 518 mil a erupciones volcánicas; 137 mil a terremotos; 46 mil a temperaturas extremas; 32 mil a sequías y 988 mil a otras tormentas.
Millones de personas tienen que huir de sus hogares para salvar sus vidas. Se producen inundaciones que arrasan comunidades enteras, sequías que generan hambrunas masivas, tormentas y ciclones que destruyen casas, escuelas, hospitales e historias de vida.
“Los países frágiles son los que corren el mayor riesgo de exposición. Las personas en situación de vulnerabilidad en países afectados por el conflicto suelen padecer consecuencias desproporcionadas. Los refugiados, desplazados internos y apátridas se encuentran en el frente de la emergencia climática”, explica Carolina Martinenghi, directora de Comunicaciones de Fundación ACNUR Argentina.
El 80% de los refugiados proceden de los países más vulnerables y menos preparados para adaptarse al cambio climático.
Además, 7 de cada 10 desplazados internos (66%) viven en un país de este tipo.
“La escasez de recursos naturales va en aumento en muchas partes del mundo donde se ha dado acogida a las personas refugiadas. El ganado y los cultivos luchan por sobrevivir en lugares donde las condiciones se tornan cada vez más áridas, frías o húmedas y esto pone en riesgo los medios de vida. Sin una acción rápida y ambiciosa, los desastres climatológicos podrían duplicar el número de personas que precisan asistencia humanitaria hasta alcanzar los 200 millones anuales en 2050”, agrega Martinenghi.
Si ya era un mal presagio para el éxito de la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático la anunciada ausencia de China y Rusia, dos de las naciones más contaminantes del planeta, no lo es menos la falta de acción sobre el cambio climático que la reina Isabel II les criticó a los líderes mundiales que asistirán.
La COP26 —que tendrá lugar en Glasgow del 31 de octubre al 12 de noviembre— se había presentado como la cumbre más decisiva para el futuro del planeta, la más importante desde el Acuerdo de París de 2015, cuando 189 países de todo el mundo se comprometieron a reducir sus emisiones y colaborar para adaptarse a los efectos del cambio climático.
En esta oportunidad, tras la crisis global pandémica, la propia Administración Biden, por un lado, se prepara para negociar reducciones en el uso de combustibles fósiles en el cónclave, a fin de mes, mientras por otro concurre con un significativo aumento en la producción de carbón de Estados Unidos este año.
Inclusive, los gobiernos de países como Australia, Japón, Arabia Saudí y Noruega, entre otros, están solicitando a la ONU que minimice la urgencia de eliminar el consumo de combustibles fósiles.
Son varios los que intentan manipular las conclusiones de un informe científico encargado por Naciones Unidas sobre cómo debe abordarse el cambio climático, según una filtración de archivos revelada por el medio británico 'BBC News.
Contienen más de 32.000 propuestas presentadas por gobiernos, empresas y otras partes interesadas al equipo de trabajo que se dedicó a compilar la mejor evidencia científica sobre el clima.
Los "informes de evaluación" son elaborados cada seis o siete años por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y los utilizan los gobiernos para decidir qué acciones se necesitan para abordar el calentamiento global.
Los documentos señalan, por ejemplo, que un asesor del Ministerio del Petróleo de Arabia Saudí requirió que frases como "son necesarias acciones urgentes y aceleradas de mitigación a todos los niveles" fueran eliminadas del reporte.
Y que un alto funcionario australiano rechazó la conclusión de que cerrar las plantas energéticas de carbón es necesario.
También devela que estos dos países, junto a Japón, Noruega y China —todos ellos grandes productores o consumidores de combustibles fósiles—, junto a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), presionaron para que el informe destacara las (todavía poco desarrolladas) tecnologías para capturar carbono como solución y restara importancia a la descarbonización.
La paradoja que plantea el esperado encuentro para reactivar la cooperación internacional en materia medioambiental ha sido precisamente, además, la ausencia de grandes líderes mundiales.
La cumbre anterior, la COP25, pudo ser salvada a última momento gracias a la buena disposición del Gobierno de España que la organizó físicamente en tiempo récord en Madrid (diciembre de 2019), tras la renuncia previa por diferentes motivos de Brasil y Chile, si bien las autoridades trasandinas decidieron finalmente participar en la estructura y desarrollo del evento.
Después llegó el coronavirus y, con él, los confinamientos, las restricciones y la suspensión de numerosas citas internacionales incluyendo la de la ciudad escocesa a orillas del río Clyde, que en un principio debería haberse desarrollado a finales de 2020.
La convocatoria formal para reunirse presencialmente en Glasgow dentro de unos días había despertado grandes esperanzas de retomar las negociaciones ambientales que durante el último año funcionaron a media máquina por los imperativos de la crisis sanitaria y también de la económica.