Por Ángel Jozami, periodista y economista que acompañó a Carlos Abalo hasta el último día.

Nuestro querido amigo y compañero Carlos Abalo murió el pasado lunes por la noche, a escasos cuatro meses de cumplir 90 años, después de un largo período de deterioro físico que no le impidió mantener una impresionante lucidez hasta el último día.  

Respetado incluso por sus adversarios en las ideas, fue también un ser humano fuera de lo común, sensible y entrañable, ingenioso y divertido como pocos, y con un humor que podía transitar rápidamente de la alegría a la acidez, dependiendo de sus interlocutores y del contexto.

Durante su vasta trayectoria de más de cinco décadas como periodista, economista, profesor universitario e incansable analista del devenir económico nacional e internacional, su exquisita pluma alumbró columnas de referencia en innumerables medios de comunicación, políticos y académicos.

Su carácter bondadoso, su generosidad sin límites y su moral irreductible, fueron y serán rasgos que recordamos y recordaremos todos aquellos que tuvimos la inmensa suerte de ser sus amigos o compañeros de trabajo.

Así lo atestiguan, en estas triste horas, las palabras y mensajes de aquellos que acaban de conocer su partida.

Carlos fue un testigo y un protagonista de la historia de Argentina desde su más tierna edad.

Su pasión por el estudio y el trabajo teórico, su interés por todos los campos de las ciencias sociales, desde la economía y la política hasta la cultura y la vida cotidiana, nació prontamente bajo el impacto del 17 de octubre de 1945 y el cambio social.

Rebelde en una familia que él llamaba “gorila” por su anti-peronismo, el joven Abalo adhirió tempranamente al Partido Comunista y, por sobre todo, a la teoría de Carlos Marx.

El Capital intelectual

Ávido lector, encaró la lectura de El Capital, puntapié inicial de sus ininterrumpidos estudios de la obra de Marx y de su inclinación definitiva hacia la economía como eje vertebrador de su vida profesional y personal.

Su adhesión al peronismo transitó diversas y muy contradictorias etapas, pero lo cierto es que Carlos nunca pudo ni quiso abandonar esa marca inicial que, para él, no se podía dejar de lado si se quería encarar esa transformación social que siempre lo animó a estudiar y enseñar.

Sus trabajos, sea en la forma de miles de artículos periodísticos, libros, entrevistas y conferencias, siempre buscaron unir el peronismo con las ideas marxistas sobre las que construyó sus producciones, más allá de las contradicciones que necesariamente se generaban.

Estudiante de Economía y redactor en la desaparecida revista “Análisis” en los años ´60, fue también consultor y comenzó una relación de largo aliento con la vieja Confederación General Económica (CGE).

A partir de 1970, se hizo conocer como un periodista de fuste desde las páginas de El Cronista Comercial, conducido por su propietario y director,  Rafael “Cacho” Perrotta, desaparecido ulteriormente por la dictadura militar.

Compartió esa redacción con reconocidos colegas y amigos como Héctor “Tito” Amadeo, César Magrini, Susana Viau, Alberto de Arriba y Roberto “Tito” Cossa.

Diversas crónicas y algunos libros, como los de María Seoane, han señalado, con justicia, la gran amistad de Carlos con Perrotta, así como la que mantuvo durante muchos años con el ministro de Economía del gobierno de Perón, José Ber Gelbard, también miembro del Partido Comunista de la extinta Unión Soviética.

Pero yo querría evocar hoy, cuando él ya no está, que todavía existen economistas e intelectuales que recuerdan su excelente artículo sobre la crisis económica mundial que apareció como suplemento especial de El Cronista Comercial en 1975 y tuvo gran impacto sobre el establishment.

Exilio

Su exilio en México entre 1976 y 1984 creó lo que, sin ninguna duda, podemos llamar su idilio con ese país. Si bien regresó sólo una vez desde que volvió a Argentina, México formaba parte de sus reflexiones teóricas, de sus manifestaciones emocionales y también de una ristra de chistes y anécdotas interminables e inolvidables.

En México Carlos trabajó entre 1977 y 1984 en la revista “Comercio Exterior” donde publicó más de 60 artículos, de gran prestigio en el mundo académico y en los círculos políticos y económicos aztecas.

Su retorno al país no fue fácil por su enraizamiento en México. Sin embargo, su incorporación a El Periodista de Buenos Aires, como jefe de la sección de Economía, constituyó uno de los elementos clave en el éxito inmediato de este semanario que, durante casi cinco años, fue un referente ineludible de la vida política argentina.

Desde allí, su nombre y su actividad se expandieron rápidamente e influenciaron a toda una generación de jóvenes que se lanzaban a la actividad política o al estudio universitario en todo el país.

Con sus más y con sus menos, jamás cedió a las presiones para no criticar la gestión económica del alfonsinismo, como lo demuestra la lectura de sus artículos entre 1984 y 1989.

El triunfo del menemismo y la instauración del régimen monetario de la convertibilidad lo llevaron a lo largo de la década de los ´90 a brindar su apoyo a un modelo económico que, a su juicio, se justificaba por los cambios acaecidos a escala mundial tras la caída de la URSS y del bloque “socialista”.

Como columnista del renovado El Cronista Comercial y del suplemento económico del diario “Río Negro”, sus artículos generaron verdadera urticaria entre sus amigos y viejos colegas como Jorge Schvarzer, quien fue un crítico implacable del régimen de la convertibilidad y pronosticó con exactitud su final.

Pensar, elaborar, escribir

Pero quizá fue en su última etapa cuando pudo realmente dedicar la mayor parte de su tiempo a lo que verdaderamente le importaba: pensar, elaborar, escribir y explicar incansablemente sus puntos de vista.

En la Universidad de Buenos Aires, como profesor desde 1986 a 2004, en especial en su última cátedra “Los cambios en el sistema económico mundial”, pudo desplegar ese interés supremo por la economía mundial que fue, para ambos, el eje de la mayoría de nuestras reflexiones.

En los últimos 25 años, produjo libros tan importantes como polémicos como su “Especialización agroalimentaria y diversificación industrial en la Argentina”, un trabajo de 1998, así como estudios sobre la globalización o un mapa productivo de la provincia de San Luis.

A pesar de virajes a veces dramáticos en sus posicionamientos políticos, no fue alguien fundamentalmente interesado en la política como actividad o como trabajo teórico.

Lo decía él, no es una frase de quien escribe esta semblanza de su gran amigo durante 40 largos años más allá de donde estuviera o pensara cada uno. Un amigo con una mirada tan profunda como abierta, lo cual le permitía mirar hacia el futuro con una agudeza que, a veces, impactaba.

Desinteresado y modesto, desprendido de cualquier interés material, queda retratado por una de sus tantas anécdotas: fue un economista que perdía dinero al guardarlo en un libro, olvidarlo y recordarlo años después cuando la inflación había pulverizado su valor.

Vivió como quiso, de acuerdoi con sus ideas. Su mundo era bien terrenal y, al mismo tiempo, etéreo. Fue lo que permitió que su cerebro quedara intacto hasta el final a pesar del enorme deterioro su cuerpo.

A Carlos Abalo, ese marxista perenne y profundo a quien el peronismo le robó el corazón para siempre, lo recordaremos como un ser humano extraordinario, alegre y sin mácula. Vivirá en nosotros hasta el final.