Más de un tercio del personal de la salud prefiere no vacunarse contra el Covid
En la Ciudad de Buenos Aires la alarma la encendió el gremio de médicos porteños. En el resto del país las dudas y reticencias a poner el brazo continúan. En Europa y EE.UU se vive una situación similar.
Por Antonio D’Eramo
"Cautela", es la palabra que utilizan la mayoría de los profesionales de la salud de la Ciudad de Buenos Aires cuando se les pregunta si se van a vacunar y ante la falta de información que comienza a despejarse a partir de la publicación en la revista científica Lancet de los informes de la vacuna Sputnik V producida por el Centro Gamaleya de Rusia.
Un centro que “inicialmente no actuó muy bien con la información, no fue muy prolijo” como explicó el doctor Eduardo López del comité asesor del ministerio de Salud. Y logró provocar más dudas que certezas entre la comunidad médica local.
A comienzos de año la Asociación de Médicos Municipales (AMM) había relevado una respetable cantidad de opiniones de sus afiliados y había concluido que 1 de cada 3 profesionales de la salud no querían vacunarse de manera precipitada.
Al principio, Jorge Gilardi titular de la AMM, sostenía que “al tener poca información de los efectos de la vacuna en los mayores de 60 años pensamos que la vacuna debería tener las garantías necesarias como para no generar dudas y lo que pretendemos es que se cumplan las garantías”.
Conocidos los últimos resultados de fase 3 publicados por los fabricantes de la vacuna rusa Sputnik V, el discurso del ginecólogo del hospital Piñero, muto a un reclamo a las autoridades de la ciudad para que no haya faltantes en los hospitales públicos de la CABA teniendo en cuenta que el ministro Fernán Quirós ha decidido repartir algunas dosis, que entregó el ministerio de salud nacional, entre instituciones hospitalarias privadas.
En un comunicado la AMM afirmó: “Las dosis que llegaron a la ciudad de Buenos Aires son francamente insuficientes. Nuestro rol como médicos municipales hace que asumamos un compromiso distinto. Por eso la Ciudad debe garantizar la prioridad de la vacunación de los colegas. Somos esenciales, pedimos que se nos reconozca como esenciales. Exigimos tener prioridad para inmunizarnos”.
Pero este reclamo por mayores dosis de la vacuna parece ir contra la cautela de los profesionales a la hora de inocularse esta vacuna rusa o cualquier otra de diferente procedencia. Los funcionarios de la Ciudad de Buenos Aires hablan de un 40% de profesionales que prefieren aguardar por más certezas antes que ponerse al frente de la fila de vacunación y continuar extremando los cuidados a la hora de trabajar con pacientes infectados de Covid-19.
Sin datos exhaustivos en el área nacional, los reportes periodísticos y los comentarios en redes, indican que en el resto del país los porcentajes son similares.
LA RESISTENCIA APARECIÓ EN MÉDICOS DE EE.UU Y EUROPA
El escepticismo, ese movimiento filosófico con tanta historia en Occidente y que ha posibilitado grandes avances científicos, aparece como una de las principales razones entre los profesionales de la salud europeos. Muchos de ellos, gracias al desarrollo de las comunicaciones, poseen amplios contactos con doctores locales, y de esa manera se forma una red de opiniones donde se anotan razones similares a la hora de explicar porque es preferible esperar un poco antes de recibir la vacuna.
Lo primero que hay que explicar es que, tanto en los Estados Unidos como en los países de Europa más golpeados por la pandemia, muchos médicos se contagiaron y los que sobrevivieron a la infección han generado anticuerpos. Muchas explicaciones han venido por ese lado.
En Alemania se ha producido un importante debate en torno a esta cuestión. Una encuesta realizada por la "Sociedad Alemana de Medicina Interna Intensiva y de Emergencia" (DGIIN) y la "Asociación Interdisciplinaria Alemana de Medicina Intensiva y de Emergencia" (Divi) de enero mostró que sólo el 73% de los médicos e incluso, poco menos del 50% del personal de enfermería en Alemania, quería recibir la vacuna. Aunque una clara mayoría de los encuestados dijo que la vacuna era importante para contener la pandemia.
Las razones de este escepticismo que se ha generalizado en Europa continental fue analizada en el Parlamento alemán. El parlamentario socialdemócrata, epidemiólogo de profesión, Karl Lauterbach, explicó a la agencia DW, “muchos médicos y enfermeras creen que no pertenecen al grupo de alto riesgo y que están bien protegidos con vestuario especial”.
Mientras que otros legisladores europeos analizan un estudio con datos oficiales a fines del mes de Diciembre pasado donde se especifica que “el temor a posibles efectos tardíos o secundarios son una razón poderosa para la reticencia a vacunarse”. Otras dudas que se escucharon en el viejo continente están relacionadas con las dudas de muchas mujeres profesionales de la salud que piensan en posibles riesgos en caso de un embarazo posterior. Además, se han preguntado, en muchas observaciones de las encuestas realizadas, por la necesidad de continuar utilizando mascarillas durante la atención de pacientes. Lo que conllevaría la sospecha por la eficiencia de la vacuna. Además de no saber si una persona vacunada puede infectar a una que no lo está.
NO HAY QUE CONFUNDIR A LOS MÉDICOS PRUDENTES CON LOS FANÁTICOS ANTIVACUNAS
En ningún momento se encuentra una opinión en contra de las vacunas como método de profilaxis. Esta es la actitud general de los médicos y enfermeras en Argentina y en los países europeos, la distinción pasa por no ponerse primeros al frente de la fila.
El personal sanitario en los EE.UU, que al igual que en Argentina tiene prioridad en la fila para recibir la vacuna que se haya aprobado, posee muchos trabajadores que se han resistido. La mayoría, lo hacen momentáneamente, muy pocos rechazan la vacuna de plano y algunos otros respondieron que considerarán la posibilidad de darse las dos dosis en el futuro próximo.
Un relevamiento realizado por la agencia AP enseña que esta situación de resistencia aparece en muchos asilos de ancianos y, también, en hospitales. Las razones, son similares a las de sus colegas europeos, los efectos secundarios de vacunas que se desarrollaron a velocidades récord y no siguiendo los protocolos de análisis de nuevas vacunas que suelen demandar, al menos, cuatro o cinco años de experimentación.
Trascendió en medios estadounidenses la decisión de un cirujano afroamericano de Portland, Stephen Noble, que aguardará hasta mayo para vacunarse porque explicó “no creo que nadie quiera ser un conejillo de Indias. Como hombre de ciencia quiero los datos completos y es vital que las autoridades sanitarias no exageren lo que saben sobre las vacunas”.
La doctora Vivien Kollman en Berlín explicó “todavía tengo un poco de miedo pero no soy una anti vacunas. Ni cerca estoy de tener esa actitud. De hecho, estoy vacunada contra muchas enfermedades, pero prefiero esperar hasta tener más seguridad acerca de las nuevas vacunas contra el Covid-19”.
En Argentina la inoculación de la población avanza a cuentagotas pero las pocas dosis que llegan son reservadas, principalmente, para los trabajadores esenciales. Lógicamente, los de la salud, pero también habrá lugar en la fila para los docentes, entre otros rubros.
El artículo de la revista Lancet, que publicó un manuscrito originado por el Instituto Gamaleya donde expone los resultados de su ensayo Fase 3 realizado con más de 20.000 pacientes y que arrojo un índice de protección superior al 91% sin registrar efectos adversos graves, da un golpe de knock out a los movimientos anti vacunas y debería despejar dudas lógicas que se podría reflejar en un incremento de la vacunación de los profesionales de la salud de nuestro país en las próximas semanas.
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