"Mami, le pegaron un tiro a mi compañero". Jadeante, nervioso, desesperado. Así le avisó a su madre uno de los compañeros de Lucas González, el futbolista de las inferiores de Barracas Central asesinado por efectivos de la Policía de la Ciudad, sobre la situación que acababan de vivir ese miércoles.

En tan solo nueve segundos, el joven le avisó a su madre por WhatsApp que su compañero había sido víctima del gatillo fácil a la salida del entrenamiento del club porteño.

"Mami, le pegaron un tiro a mi compañero, mami, le pegaron un tiro a mi compañero. Estamos acá en Capital", fueron las palabras exactas del chico que iba sentado detrás del conductor del auto en el que viajaba Lucas González.

Desesperación. Pánico. Miedo. Conmoción. Repetir lo que pasó, como si no creyera posible que eso hubiera sucedido.