La causa que involucra a los ocho rugbiers por el crimen de Fernando Báez Sosa en el juicio de Dolores ha sido inédita; una golpiza con tanta saña, típica de delincuentes que realizaban asaltos violentos. En este caso, no se trata de personas carentes de todo valor, por lo que es llamativo el nivel de violencia. No solo no frenaron habiendo podido hacerlo sino que festejaron y se jactaban de lo que habían hecho.

Entiendo que se trata de un homicidio agravado por alevosía, esto es matar sobre seguro, sin correr riesgos, tratando de que la defensa de la víctima no exista. Dicha alevosía comienza desde que 8 personas empujaron al piso a una sola para propiciarle golpes. Todos desempeñaron distintas funciones: los que le pegaron directamente, causando las heridas mortales, y los que impidieron la defensa de Fernando. Ambas situaciones son igual de responsables dado que se evitó la posibilidad de que la víctima se salvara de la muerte, la intervención que lo alejara de los últimos golpes, los mortales. 

La intención o dolo es difícil de probar pero este grupo de acusados podría haber dado cuenta de que tamaña golpiza podía llegar a costarle la vida a Fernando. Sin embargo, continuaron y asintieron al resultado final. Hubiera sido lo mismo una tentativa de homicidio que una golpiza sin interés en que muriera o no.

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La premeditación también puede darse dado que no es necesario un gran tiempo para organizarse, máxime si se está hablando de una banda que organizaba todas sus salidas y que tenía, prácticamente, con terror a los jóvenes habitantes de Zárate. Siempre armaban revueltas que terminaban de esta manera.

La solicitud fiscal, considero, se ajusta a derecho porque las pruebas indican la existencia de la alevosía y que esta, agravando el homicidio, causa que la pena a aplicarse sea de prisión perpetua. Creo que es justa y la que corresponde. Tiene una función social que es no solo castigar al que comete el hecho sino mostrar a la sociedad las consecuencias del mismo.