Cuando el pasado 7 de mayo, la Organización Mundial de la Salud (OMS), dio su visto bueno al fármaco de Sinopharm, elaborado  en la ciudad de Wuhan, donde se registraron los primeros casos de Covid-19,  el gobierno chino lo tomó como un logro de máximo nivel.

Una medalla que los dirigentes comunistas quisieron colgarse al pecho teniendo en cuenta su agresiva política de diplomacia de vacunas por entender que sus inyecciones están cumpliendo su misión como productos de salud pública global.

Ciencia y política se conjugan en medio de una pandemia que ha infectado a más de 170 millones de personas en todo el mundo y ha matado a casi 3.700.000 habitantes de este planeta, desde su aparición en el centro de China a fines de 2019. La información actualizada a diario se puede consultar en https://www.worldometers.info/coronavirus/

Los científicos de la OMS y sus dudas por un par de vacunas chinas

En este eje de coordenadas cartesianas, donde una de las dos paralelas perpendiculares está representada por la ciencia, la otra es la política, de la que nos ocuparemos luego, las vacunas Sinovac y CanSino no pasan las pruebas exigidas por el Comité Asesor Científico de la OMS para su aprobación.

Y son, precisamente, los dos fármacos que la administración de Alberto Fernández busca comprar, previa autorización de la ANMAT, el organismo regulador en la materia en nuestro país, como vacunas de emergencia ante la lentitud con la que se desarrolla la inoculación de la población.

Ahora bien, la OMS sólo aprobó la vacuna Sinopharm, que se utiliza en Argentina, junto con las inyecciones de Moderna; Pfizer/BioNTech; las dos  vacunas de AstraZeneca, producidas en India y Corea del Sur que se cuentan  por separado, y la dosis de Johnson&Johnson, denominada Janssen.

El gobierno chino apuesta, en el corto plazo, por la aprobación de parte de la OMS de una segunda vacuna además de Sinopharm, pero la homologación de este producto se encuentra en discusión porque los científicos del organismo multilateral esperan obtener más datos acerca de la seguridad y del proceso de elaboración de Coronavac, como se denomina la vacuna producida por el laboratorio chino Sinovac Biotech, antes de autorizarla o recomendarla.

A pesar de las reticencias de los dirigentes de la OMS, el ministerio de Salud que conduce Carla Vizzotti y, la asesora presidencial, Cecilia Nicolini, han comenzado a observar los resultados  de la vacuna de Sinovac en la región porque la utilizan, entre otros países sudamericanos, Brasil, Chile y Uruguay.

Sin embargo, las dudas acerca de la segunda vacuna más producida en el mundo, Coronavac de Sinovac Biotech sólo aparece detrás en las líneas de montaje de la recomendada globalmente BioNTech/Pfizer, surgen por la disparidad de datos publicados en diferentes estudios en varios  países en prestigiosas publicaciones.

Según la compañía que la produce, Coronavac, tiene 79% de eficacia en la prevención de casos severos de Covid-19 y se requieren dos dosis.

Pero un estudio realizado por el  Instituo Butantan de Brasil midió la eficacia de la vacuna para prevenir la enfermedad de manera sintomática en personal de salud y el resultado fue pobre, 50,4% de cobertura.

En Uruguay, donde se inmuniza  con Coronavac y con Pfizer, la comparación entre los dos productos termina favoreciendo a la del laboratorio estadounidense. La vacuna china tiene la capacidad de evitar la enfermedad con una efectividad del 57% contra una capacidad del 75% de Pfizer.

Donde se equilibran los índices de eficacia en el país charrúa es en el ítem de los casos graves donde la vacuna de Sinovac evita el 95% de los ingresos a terapia intensiva, levemente por debajo, de la vacuna de  Pfizer que lo hace en un 99% de los casos positivos.

En Chile, donde también se aplica, un trabajo indicó un 65% de efectividad para prevenir la enfermedad sintomática. Los diferentes valores publicados en estos países podrían deberse a la edad de quienes reciben las  dosis y las cepas dominantes en cada sociedad.  Por ejemplo, en Chile, la variante de Sars-CoV-2 originada en Manaos no es la que domina como ocurre en Uruguay.

Esta disparidad de datos recolectados en diferentes países latinoamericanos sumado a las dudas por su proceso de elaboración, la vacuna de Sinovac se diferencia de las vacunas estadounidenses Pfizer y Moderna y de la de AstraZeneca porque utiliza un gen, el virus inactivado, a través de un  proceso químico, provocaron el pedido de más datos concluyentes para avanzar en la recomendación de la vacuna por parte de la OMS.

Argentina, convive con una gran cantidad de infecciones diarias, muchas de ellas terminan en unidades de terapia intensiva y según el reciente relevamiento semanal de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) el 86,2 % de los pacientes con Covid-19 que desarrollaron cuadros graves no estaban vacunados.

En medio de esta situación desesperante el gobierno nacional ha salido a comprar todas las vacunas que se ofrezcan estén o no recomendados por la OMS. “El Presidente nos  ha pedido gestionar y adquirir todas las  vacunas posibles y ese es nuestro trabajo cotidiano en el gobierno”, clarificó el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero.

Por ello, no fue de extrañar que se avanzara con las negociaciones para la firma de un contrato a favor del laboratorio que produce la vacuna CanSino Bio. Donde el laboratorio Cassará ha jugado un papel importante  para acercar posiciones.

Fuentes sanitarias consultadas por NA explicaron que el contrato no ha sido rubricado pero podría suceder en los próximos días porque las  pruebas del laboratorio asiático se encuentran en la fase 3 de eficacia y seguridad que deben ser evaluadas por la ANMAT.

Hasta el momento, la  Argentina ha firmado contratos con los  laboratorios productores de las vacunas AstraZeneca; Sputnik V; Sinopharm; Covishield; y el mecanismo COVAX que se lleva adelante a través de la fundación Gavi y la OMS.

La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) aguarda por  la firma de la ministra de Salud, Carla Vizzotti, para aprobar la vacuna de emergencia de CanSino Bio y que el producto pueda arribar al aeropuerto de Ezeiza, en julio próximo.

Si bien las condiciones contractuales estarían cerradas y no han trascendido a la opinión pública, fuentes del sector de laboratorios privados indicaron a NA que se pagaría entre 17 y 19 dólares por unidad, libres de impuestos, y se libraría una  orden de compra cercana a las 10 millones de dosis, de las cuales la mitad deberían estar disponibles en julio.

Una vez más, los funcionarios de los laboratorios de China son renuentes  a publicar, en revistas científicas, los resultados de sus pruebas. El ensayo clínico en fase 3 sólo puede consultarse  en la propia página web de la compañía, http://www.cansinotech.com/html/1///179/180/651.html y allí se anota que la vacuna de una dosis tiene una eficacia general del 68,83% para la  prevención de todas las enfermedades sintomáticas de Covid-19 y del 95,47% para la prevención de infecciones graves a los 14 de su aplicación y de 90,07% después de 28 jornadas de la inoculación.

A estos datos hay que sumar las dudas que ha transmitido el estado mexicano que la aprobó para que la utilicen en el sector educativo de su país. El laboratorio informó que estudia, en el  país gobernado por  Andrés  Manuel López Obrador, un “probable refuerzo” para su vacuna, que hasta ahora se considera de una sola dosis.    

Por  lo que queda claro que se está lejos de tener precisiones acerca de su efectividad,  de datos certeros acerca de su pérdida de eficacia a medida que transcurre el tiempo desde su inoculación y aumentan las dudas acerca de la seguridad del producto razón por la cual, la OMS, prefiere priorizar el análisis de otras vacunas como la Sinovac a pesar que la CanSino fue la primera de las tres producidas en China, en recibir la patente para su producción en el gigante asiático.

La guerra fría de  China  y EEUU por el liderazgo en la influencia a través de las vacunas

La razón principal por la que China despliega gran parte de su diplomacia en tratar que las vacunas Sinovac y CanSino sean aprobadas por el comité científico de la OMS tiene una consideración práctica.

Esta aprobación permitirá que la plataforma COVAX, que  intenta dar acceso a las vacunas a países desfavorecidos, entre en negociaciones  con los laboratorios chinos que las  producen, las adquieran y las distribuyan. Sólo la vacuna Sinopharm, aprobada en nuestro país, goza de este estatus.

Mientras aguarda por la aprobación del organismo internacional, China continúa aprovechando sus vacunas flojas de papeles para ganar lo que los  politólogos denominan poder blando,  por el cuál un Estado logra incidir en las acciones o intereses de otros países, valiéndose de medios culturales e  ideológicos con el complemento de medios diplomáticos.

La necesidad de dosis de nuestro país  está llevando al gobierno argentino a ser un consumidor de los fármacos producidos en China y en Rusia.

De hecho, se trata de un hecho consciente en la cima del poder, teniendo en cuenta las palabras de la Vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que señaló el pasado  24 de marzo en la localidad de Las Flores, “quien diría que en medio de esta pandemia atroz que rompió todos los modelos para gestionar  el Estado las únicas vacunas con las  que contamos  son de Rusia  y de China”, elevando una crítica a los laboratorios occidentales que, a la fecha y a excepción de la vacuna de AstraZeneca, en Argentina brillan por su ausencia.

Desde luego, que la  formidable  capacidad productiva  de los EE.UU. se ha  despertado y se encuentra en estos momentos preparados para influir diplomáticamente  con sus vacunas en el resto del mundo, principalmente en Europa, América del Sur  y en el Pacífico Sur, donde países como Australia y Nueva Zelanda mantienen a raya al coronavirus mientras esperan más resultados para adquirir vacunas de Occidente.

Al tener las vacunas aprobadas por la OMS, los laboratorios estadounidenses pueden distribuir sus productos a través del fondo COVAX y no, solamente, por acuerdos bilaterales.

Este tipo de acuerdos, en muchos casos a través de laboratorios locales que ofician de intermediarios, son los que firma el estado chino.

Según el rastreador global Covid del New York Times, los laboratorios que  producen las vacunas Sinopharm y Sinovac, ya se han administrado en un total de 55 países. Además, el ministerio de Relaciones Exteriores de China anunció que Beijing estará donando vacunas a 69 países y vendiendo a otras 28 naciones entre los que se descuenta está la Argentina.

En conjunto China ya ha enviado 114 millones de dosis al extranjero, a veces como donaciones, y en otras ocasiones, se traducen en beneficios económicos  para sus compañías farmacéuticas.

Un ejemplo de donación china, cuyo objetivo es promocionar sus productos, es el contrato que  firmó con la Conmebol por el cual la empresa Sinovac Biotech Ltd. donó y transfirió sin costo a las  Asociaciones de Fútbol sudamericanas, vacunas para los equipos  que participen de la Copa  América  que  finalmente se realizará en  Brasil a pesar de la  catástrofe sanitaria que reina en ese país.

El laboratorio Sinovac Biotech  cumple, además, una función diplomática muy importante en torno a los países miembros del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) al construir un laboratorio e invitar a científicos de esos países a capacitarse en la creación de vacunas.

Según expresó, Kexing Zhongwei encargado del Ministerio de Ciencia y Tecnología de China, para emprender la construcción del Centro BRICS de Investigación y Desarrollo de Vacunas en ese país, “…China ha establecido una investigación de vacunas y centro de desarrollo y está dispuesto a pasar la línea, combinando métodos en línea y fuera de línea para promover la I + D (investigación más desarrollo) conjunta y la prueba de vacunas en cinco países, construcción de fábricas cooperativas, producción autorizada, reconocimiento mutuo de estándares, etc.” El documento completo se puede consultar en: http://www.sinovac.com/news/shownews.php?id=1243

Por todo ello, la diplomacia de China se ha mostrado muy activa en todos los frentes incluyendo la posibilidad de acelerar los procesos de aprobación en nuestro país de vacunas como la SInovac y CanSino que no han sido recomendadas, a la fecha, ni  por la OMS ni por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA).