La Iglesia Católica y el Judaísmo abogan por la obligatoriedad de la vacuna contra el coronavirus
Pocos son los Estados que han determinado la inoculación obligatoria de sus poblaciones con vacunas de emergencia, sin embargo el Vaticano puede sancionar a los empleados que no se vacunen. La situación en Europa.
¿Deben ser obligatorias las vacunas anti Covid-19? ¿Debe primar la libertad individual de elegir decidir sobre el cuerpo de uno o se debe exigir responsabilidad comunitaria para intentar crear una barrera inmunológica que detenga la peste? Para las religiones monoteístas este debate siempre se va a saldar del lado comunitario. Todas apelan a la protección del pueblo deponiendo intereses o elecciones particulares.
A la fecha, sólo tres países han hecho obligatoria la vacunación para todos los adultos de sus estados: Tayikistán, Turkmenistán y el Vaticano. En Europa, la cuestión de la obligatoriedad, va creciendo en comentarios a favor y en contra.
Por el momento se trata de una exigencia parcial, esto es, se aplica al personal sanitario de algunas naciones o a determinados profesionales que tienen contacto regular con un número elevado de personas, es lo que sucede en el Reino Unido y en Italia. En Rusia, donde la población es muy renuente a pasar por los vacunatorios a pesar que es la patria del suero Sputnik V del Instituto Gamaleya, el alcalde de Moscú y el de San Petersburgo han decretado la obligatoriedad de la inoculación para los empleados públicos, una situación similar a la anunciada por la administración de la ciudad de San Francisco en los Estados Unidos, que comenzará a exigir las dos dosis de las vacunas aprobadas en su país para poder trabajar en el sector público.
Pero, antes de analizar la situación en muchos estados nacionales laicos del viejo continente donde las garantías individuales están aseguradas por sus contratos constitucionales, repasemos lo que sucede en los territorios donde las religiones ofrecen una gran influencia.
El Estado Vaticano ha sido el más decidido en apuntalar la inoculación de sus residentes y Francisco, de 84 años de edad, ha sido vacunado con dos dosis de Pfizer/BionTech al igual que el Papa emérito Benedicto XVI, de 93 años.
El 18 de febrero de este año, el Vaticano firmó un decreto indicando que puede llegar a “terminar la relación laboral de los empleados que rechacen vacunarse contra Covid-19 si no tienen comprobadas razones de salud”.
Las sanciones previstas en ese decreto, en su artículo 6ª, remiten a una ley vaticana del año 2011 que ya preveía en su redacción la “responsabilidad y consecuencias para los trabajadores de la ciudad-estado que no se sometan a exámenes médicos oficiales”.
Por ese motivo, desde marzo pasado, la campaña de vacunación ha sido exitosa y se han inoculado la casi totalidad de sus 800 residentes y más de 3.000 empleados junto a sus familias con un lote de 10.000 inyecciones del laboratorio Pfizer.
El Papa argentino afirmó al momento de vacunarse por primera vez “creo que éticamente todo el mundo debe hacerlo. Es un opción ética porque concierne a tu vida, pero también a la de los demás”. Lejos parecen haber quedado los tiempos modernos, siglo XV y XVI, donde los avances del conocimiento humano eran juzgados según la interpretación del Libro sagrado y a menudo terminaban en el Index librorum prohibitorum de obras de científicos y filósofos censurados.
La dimensión ética explicada por Francisco es similar a la esbozada por una gran cantidad de rabinos que, estudiosos del Talmud y de la Halajá, el corpus jurídico y normativo judío, dan una relevancia notable a la protección de la salud en general.
El rabino y doctor en Filosofía, experto en Bioética, Fishel Szlajen, afirmó en columnas de opinión que “Maimónides en su Mishné Torá e Iosef Karo en su Código de leyes, sostenían que la salud debe protegerse aun cuando no se quiera. No es suficiente ocuparse de los problemas de salud a medida que surgen, sino el deber de tomar precauciones evitando el peligro. Desde la bioética judía se otorga una significativa importancia a proteger la salud en general”.
Y citó como ejemplo las enseñanzas del rabino Moisés Isserles, destacado legista del siglo XVI, que afirmaba que cuando surge una plaga en una ciudad, sus habitantes no deben aguardar que se propague, y a excepción de los trabajadores de la salud, se esta obligado a intentar huir de la ciudad al comienzo del brote infeccioso.
Razonamiento válido en tiempos en que los contagios no eran globales producto de la mundialización de nuestro tiempo. Para el rabino Fishel Szlajen, “vacunarse cuando existe un alto riesgo de contraer una enfermedad es conceptualmente similar a huir de una pandemia en el pasado, de allí resulta entonces que desde la Halajá, vacunarse sea una obligación debido a que uno se somete a un peligro menos certero para evitar un peligro más certero”.
En el estado de Israel, donde la mayoría de la población se identifica con un judaísmo laico, se viven horas de desconcierto por un incremento de los casos y de las muertes por Covid-19 a pesar de la rápida inoculación de gran parte de su población que ha permitido que más de la mitad de sus habitantes, el 58%, de los 9.300.000 habitantes estén vacunados con dos dosis. Las autoridades culpan por los nuevos casos a la difusión de la variante delta, mutación del virus Sars-CoV-2, originaria de la India, y advierten que surgen entre la población que no se vacunó. Frente a la emergencia, desde el domingo 11 de julio, las autoridades sanitarias están ofreciendo una tercera dosis a personas con el sistema inmunológico comprometido.
Hay dos estados asiáticos donde la vacunación es obligatoria para los mayores de edad. En Tayikistán, república presidencial del centro de Asia cuya población de 8 millones de personas en su mayoría abraza la fe islámica, un decreto de su gobierno obliga a todos sus habitantes mayores de 18 años a vacunarse.
Además de este país montañoso se encuentra el ejemplo de Turkmenistán, nación del Asia central, sin salida al mar, con un régimen presidencialista y con un 89% de su población que se rige según el credo musulmán, es una de las pocas naciones que prácticamente no ha declarado casos positivos de Covid. Sin embargo, a diferencia de otras naciones de Oceanía que también han logrado controlar la diseminación del virus y que prefieren aguardar por los resultados de las vacunas de emergencia aprobadas por la OMS, el gobierno de Turkmenistán ha obligado a todos los adultos, sin contraindicaciones médicas, a vacunarse cuanto antes.
Estos escasos ejemplos pueden comenzar a volverse tendencia en Occidente, en particular en Europa, si las cepas delta y épsilon, provocan una nueva oleada de casos graves.
En el Viejo Continente, cuyos hechos suelen servir de anticipación para las políticas públicas sanitarias que adopta nuestro país, hay naciones que han comenzado a imponer la vacunación en algunos grupos de sus poblaciones.
En Francia, el presidente Emmanuel Macron, dio un impulso notable a la vacunación el lunes 12 de julio, cuando advirtió que si los trabajadores de la salud de hospitales y hogares de ancianos no están vacunados para fines de septiembre podrían perder sus empleos. Además, su gobierno ha comenzado a pensar en limitaciones para aquellos que se nieguen a pasar por los vacunatorios. Al momento, no se llega al 40% de la población total francesa vacunada con dos dosis.
En Inglaterra, donde la variante Delta es responsable de un 85% de los nuevos contagios, el gobierno de Boris Johnson anunció la obligatoriedad de la inoculación para todos los trabajadores de los centros para la tercera edad y, también, para los peluqueros, el personal que realiza cuidados corporales y los voluntarios de ONGs. Al tiempo que relaja las restricciones en varios rubros de la economía ha pedido a la población que extreme los cuidados.
En Grecia, su premier Kyriakos Mitsotakis sostuvo que, “no volveremos a cerrar el país solo por la postura de algunos” y definió que sólo las personas vacunadas contra el coronavirus podrán ingresar a los interiores de restaurantes y a los establecimientos culturales. Además, el personal de salud y de los hogares de tercera edad, se encuentran obligados a vacunarse sino pueden ser despedidos con justa causa.
En Italia han adoptado una medida similar en torno al personal sanitario y en la República Checa, con una tradicional política sanitaria a favor de la inoculación contra enfermedades que pueden afectar a la niñez, la política de salud checa está al servicio del “interés superior de la salud de los más pequeños” según dictaminó la Corte Suprema de Justicia de ese país, argumento que le servirá a los políticos de Praga para determinar en el corto plazo que las vacunas se conviertan en obligatorias. Tan sólo un 36% de los checos están completamente vacunados.
Es importante señalar que en la mayoría de los casos no se trata de una actitud de pobladores europeos anti-vacunas, muchos de los que no quieren pasar por un vacunatorio han sido inoculados contra otras enfermedades, sino de una actitud de cautela que ha sido relevada por la encuestadora Gallup y de la que NA ha dado cuenta al señalar que 1.300 millones de personas no están dispuestas a recibir vacunas de emergencia que, en algunos casos, ya se han comprobado efectos secundarios adversos.
Esta actitud de temor ante las vacunas de emergencia aprobadas ante la crisis sanitaria mundial ha sido tomada en cuenta por Alemania. La administración de Angela Merkel fue muy clara al respecto ni bien conoció las normas y decretos de Francia, Italia, Grecia y otros socios europeos. “No tenemos la intención de seguir el camino que Francia ha propuesto. Ya dijimos que en Alemania no habrá obligación de vacunarse”, afirmó Merkel.
La razón detrás de esta aseveración es la opuesta a la que rige la vida del Vaticano. En Alemania es casi imposible imponer una obligación de vacunación porque el derecho a la integridad física individual está presente en su Constitución.