Todo lo que conocemos está condicionado, forma parte y es moldeado por y para la cultura. Si decimos que la cultura es todo, es por supuesto y, antes que nada, un derecho humano que hay que respetar y garantizar.

Su carácter inclusivo, implica el acceso físico a los diferentes espacios, entornos, bienes, productos y servicios en los que se manifiesta; y el reconocimiento y la asunción de la diversidad, así como la materialización del derecho de todas las personas -independientemente de su condición-, a participar activamente en el ámbito de la cultura en condiciones de igualdad.

En este sentido, la accesibilidad es un concepto clave. Según la museóloga y profesora en Artes Florencia González de Langarica, "trabajar en accesibilidad es extenso, por su transversalidad; e intenso, porque necesita ir acompañado de sensibilización. Hay un desafío en pasar de una actitud accesible a construir una realidad accesible. Lo que es claro es que una vez que comenzamos, no hay vuelta atrás".

Es entonces como se ve que los conceptos de cultura, derechos humanos, accesibilidad universal y diversidad se encuentran en interacción y son fundamentales para pensar estrategias de transformación social sobre todo en la actualidad en la que vivimos, en el medio de una pandemia y con la mirada puesta en la salida de la misma.

El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas proporciona orientación detallada a los Estados con respecto a sus obligaciones de respetar, proteger y garantizar el derecho a participar en la vida cultural.

Lo divide en cinco puntos esenciales interrelacionados, uno de ellos es el de la accesibilidad que lo describe como el acceso a la cultura consistente en cuatro elementos clave: la no discriminación, la accesibilidad física, la económica y de la información.

En este sentido, resalta que los Estados deben asegurar que todas las personas tengan oportunidades concretas, eficaces y asequibles para disfrutar de la cultura sin discriminación.

También enumera: Disponibilidad ("los bienes y servicios culturales deben estar disponibles"); Aceptabilidad ("los Estados deberían mantener consultas con las personas y comunidades involucradas para asegurar la protección de la diversidad cultural"); Adaptabilidad ("los Estados deben respetar la diversidad cultural de los individuos y las comunidades"); Idoneidad ("la realización de los derechos culturales debe ser adecuada en el contexto pertinente").

Como agentes culturales, tenemos la posibilidad de crear un terreno fértil para que de esa producción participen más voces, teniendo en cuenta que para conseguirlo debemos crear entornos accesibles y saludables.

Construir espacios accesibles, con contenidos accesibles, que se comuniquen de manera accesible, donde se produzca interacción social, convivencia y confrontación entre distintas personas.

Serán espacios donde precisamente la cultura se convierta en un ámbito facilitador de experiencias de libertad, capaces de ensanchar las condiciones de las personas como ciudadanos, en su diversidad y con sus derechos.

Parece muy utópico pero es completamente realizable. Sólo requiere de compromiso, observación, constancia y mucha empatía, trabajo en equipo y escucha.

Y poner en práctica el reconocimiento a la diversidad de sujetos y sus realidades (y las subjetividades de las personas), y la incomodidad de abrazar la alteridad.

Implica trabajar sobre las resistencias como parte del proceso teniendo presente que la cultura es inherente a lo humano y por tanto es un derecho que atraviesa y transforma aspectos sociales, económicos y políticos, es decir que tiene el gran valor de poder "instalar" otros derechos.

Es importante resaltar en este punto que conocer nuestros derechos nos posibilita a poder defenderlos y por otra parte defender esos derechos ya es un hecho cultural.

(*) - Ailén Lanzamidad es coordinadora de Fundación Medihome.