Un verdadero caos se produjo en la tarde del jueves en la estación Constitución en el horario pico de regreso de los pasajeros a sus hogares, luego de que el servicio de trenes estuviera suspendido durante 7 horas por un corte en las vías, a la altura de Avellaneda, que protagonizó un grupo de trabajadores contratados de Trenes Argentinos.

Exaltados por no poder viajar, varios de los que aguardaban alrededor del edificio para ingresar al hall se colgaron de las rejas, las sacudieron y rompieron, con lo que una marea humana ocupó enseguida el interior que, de ese modo, se convirtió en una bomba epidemiológica.

Ínterin, una delegación de los manifestantes fue recibida por autoridades del Ministerio de Transporte y se dispuso el levantamiento de la medida de fuerza.

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Paralelamente a que estallaran los disturbios en la estación, el resto de los trabajadores que habían hecho el piquete en las vías interrumpiendo el servicio de trenes se quedaron a esperar que volvieran a funcionar los trenes en la estación Estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki (Avellaneda).

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No sólo los trastornos y el estrés tuvieron que padecer los usuarios del Roca para poder volver a su casa, sino que la aglomeración antes de poder desplazarse hacia los andenes entrañó un riesgo sanitario igual o peor al del festejo de la Copa América en el obelisco, debido a la cantidad de horas que alternaron entre el aire libre y el techo casi pegados unos con otros.

En la víspera, paradójicamente, hubo una recorrida por las instalaciones de una comitiva de funcionarios que controlaron los protocolos por Covid-19. Fueron ellos el presidente de Ferrocarriles Argentinos Sociedad del Estado, Rodrigo Rufeil; el director ejecutivo de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), José Arteaga, y el presidente del Concejo Deliberante de Escobar, Luis Carranza.

Al día siguiente, ocurrió el caos sanitario en el propio lugar que inspeccionaron.