La pandemia de coronavirus desafió a investigadores de todo el mundo y demandó un trabajo colaborativo inédito, que permitió tener en un año vacunas efectivas y seguras, cuando desarrollar un medicamento solía llevar una década, por lo cuas los especialistas confían en que lo aprendido redefinirá los procedimientos que implica un estudio clínico y los plazos para el arribo de nuevas terapias.

Hasta la irrupción del Covid-19, poco se conocía sobre los estudios clínicos, que son los procedimientos científicos que evalúan la eficacia y seguridad de nuevos medicamentos para determinar si pueden ser aprobados y administrados en personas.

En la actualidad se sabe más sobre el tema, aunque esta disciplina ya venía en franco crecimiento en Argentina en los cinco años previos a la pandemia, con todos los beneficios que ello representa para la sociedad y para la economía.  Así lo reflejan los resultados de la Encuesta de Investigación y Desarrollo del Sector Empresario Argentino, coordinada por la Dirección Nacional de Información Científica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación. 

Este relevamiento precisó que la investigación clínica tenía una participación del 27,1% en la inversión total en investigación y desarrollo en Argentina en 2018, y aumentó en 2019 hasta el 32,5% (con una inversión que ascendió a 11.708 millones de pesos), lo que marca un incremento de más de 5 puntos porcentuales, con el impacto contundente que eso representa para la economía.

Si bien unas mil empresas en el país hacen investigación y desarrollo, el sector farmacéutico posee un enorme peso específico, ya que alrededor de 50 laboratorios que hacen investigación clínica (el 5% del total de empresas con I+D) concentran un tercio del total de la inversión. 

En este sector, el 95% de la inversión en investigación clínica aquí corresponde a la actividad de los miembros de la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (CAEME), que nuclea a los laboratorios de innovación, y de la Cámara de Organizaciones de Investigación Clínica (CAOIC).

"Estas cifras son todas previas a la pandemia, durante la cual no se frenaron los estudios clínicos que estaban encaminados para otras enfermedades y se sumaron muchos que evaluaron en Argentina (y en el mundo) tanto posibles vacunas para prevenir el Covid-19, como medicamentos para tratar infecciones por este virus en distintos estadios, con el objetivo de reducir el riesgo de desarrollar cuadros graves con riesgo de vida", sostuvo la doctora Susana Baldini, directora médica de CAEME.

Baldini indicó además: "Investigar medicamentos y vacunas en el país, para Covid-19 o para cualquier otra enfermedad, trae múltiples beneficios, tanto para los pacientes, como para la formación de los profesionales de la salud involucrados y para la economía en su conjunto: además de la generación de empleo directo e indirecto, la encuesta mostró que los estudios clínicos se solventan en un 63% con recursos que provienen directamente de las casas matrices de las compañías farmacéuticas, lo que se traduce en un ingreso genuino de divisas al país, producto de la exportación de servicios". En otros sectores que hacen I+D, el financiamiento del exterior es del 9%, una sexta parte de lo que sucede con la investigación clínica.

En los últimos años, se tomaron medidas para que Argentina pudiera ser más competitiva y ser seleccionada para participar en más protocolos, sobre todo mejorando los tiempos que tomaba a la autoridad regulatoria otorgar la autorización para realizar un ensayo en el país, lo que muchas veces era un obstáculo que hacía que otros países se anticiparan. Se logró pasar de un promedio de 137 días en 2017 a 78 días en 2020 (una reducción del 43%). Esto se tradujo en la realización de 173 estudios clínicos en 2020 contra 118 en 2017 (un crecimiento del 45%).

El futuro de los estudios clínicos

Parecía imposible tener en cerca de un año, más de 5 vacunas aprobadas contra el Covid-19, algunas inclusive con estudios clínicos realizados en nuestro país, pero evidentemente la pandemia vino a redefinir mucho más que nuestra manera de trabajar.

En términos de cómo se implementa un estudio clínico, seguramente los aprendizajes de esta carrera contrarreloj, que está ganando la ciencia, abran un horizonte de nuevos procedimientos, eficiencia, digitalización y automatización de tareas, inteligencia artificial, trabajo a distancia y el desarrollo en paralelo y en simultáneo de tareas que antes se encadenaban una detrás de la otra.