El bar El Cairo, sito en la esquina de Sarmiento y Santa Fe, en el microcentro rosarino, amaneció el miércoles 26 con un enorme vacío difícil de llenar, como cuando el que popularizó al emblemático lugar, el Negro Fontanarrosa, no pudo seguir ocupando su mesa debido a la enfermedad que terminó con su vida.

Esta vez fue Daniel Hernández, el mozo con Síndrome de Down, más conocido por Dani, a quien le tocó la triste partida, a los 44 años, tras haber cumplido el 25 de mayo justo 10 en su trabajo.
Ese día tuvo síntomas compatibles con el coronavirus y los padres lo llevaron a hacer un test, en tanto le buscaban desesperadamente una cama para su internación.

Recibió oxígeno pero no logró recuperarse y murió.

A medida que se enteraban del trágico desenlace, los habitués de El Cairo se acercaban a conocer más detalles de lo sucedido.

El lamento generalizado era que a Dani no lo habían vacunado pese a las gestiones que realizaba ante las autoridades la Asociación Padres Por la Igualdad Rosario (Applir) para que las personas con discapacidad fueran admitidas como población de riesgo en el plan oficial de vacunación.

Su incorporación al empleo, en 2011, se produjo cuando la entidad Applir fue a grabar un spot y Dani pidió que lo tomaran, aduciendo que se había capacitado como mozo.

En 2015, la intendenta Mónica Fein lo distinguió como una de las 50 personas con síndrome de Down que se habían destacado en distintos ámbitos, en su caso como empleado formal.

Tenía una acentuada faceta artística, que manifestaba como amante del teatro, el canto y el baile.

Era muy querido y ello se plasmó en la despedida que subieron a la cuenta de Facebook del bar los dueños y compañeros: “Con profundo dolor despedimos a un amigo. ¡Hasta siempre Dani!”, acompañada de una foto de él en el bar, sonriente y con delantal.

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Su disposición, amabilidad y buen humor permanecerán en el recuerdo de todos quienes lo conocieron y le prodigaron afecto.