En estas fechas, las diversas representantes de organizaciones de género somos llamadas a dar la voz. En nuestro caso, en estas circunstancias y como mujeres, este día es para unirnos desde los diferentes ángulos de la lucha feminista en un mismo reclamo de justicia y expansión de derechos y también para redoblar nuestro compromiso con la igualdad de género en nuestra área de trabajo, que es el mundo tecnológico. Es por esto que hoy nos interesa reflexionar sobre la intersección entre nuestras causas.

En diciembre de 2020 publicamos el informe de nuestro primer relevamiento nacional, “¿Qué tan inclusivo es el ecosistema tech?”. Algo que llamó la atención en los medios fue que el 98% de las mujeres y diversidades de género que contestaron la encuesta dijeron haber vivido algún tipo de hostilidad en sus ámbitos laborales.

A nosotras no nos sorprendió: es algo que venimos observando desde que comenzamos a trabajar en esta industria. Este estudio fue una forma de ponerle letras y números a un fenómeno que nos preocupa y nos ocupa, y sobre todo fue girar la discusión desde lo cuantitativo de la brecha de género en tecnología –que hay que tenerlo claro y medirlo pero que si es la única información hace que la veamos como un dato dado y estático de la realidad- hacia lo cualitativo de esa brecha –que significa hacer zoom en la cultura que la sostiene y nos lleva a buscar un cambio, a tomar acción sobre esas prácticas-.

Para realizar el relevamiento contamos con el apoyo del Córdoba Technology Cluster y ADEC (Agencia para el Desarrollo Económico de Córdoba) y con la adhesión de una larga lista de organizaciones, ministerios, universidades y empresas. Esto para nosotras ya fue un logro en sí: representantes de la industria tecnológica quieren comprender qué está pasando en sus equipos de trabajo, al interior de sus estructuras, quieren escuchar.

Y lo que nos devolvieron las voces de las mujeres y diversidades es una variedad de situaciones cotidianas de hostilidad, discriminación y violencia atribuibles a su identidad de género y/o su orientación sexual. Desde falta de legitimidad y reconocimiento profesional, asignación de tareas ajenas a su rol, ser juzgadas por su apariencia física, recibir bromas y comentarios con contenido sexual explícito, hasta sufrir acoso sexual.

Estas prácticas que generan incomodidad y malestar se constituyen como mecanismos de exclusión, provocando que las mujeres y diversidades se encuentren en una situación de desventaja en sus carreras profesionales. Se edifican como barreras de ingreso, permanencia y desarrollo para ellas en los ámbitos tecnológicos y hacen que ganen un 21% menos que sus pares varones en la misma posición (Openqube 2020).

Hoy queremos poner sobre la mesa el factor común entre las diversas causas y proyectos del feminismo. Alertar por ejemplo que el chiste machista “inocente” en los equipos de desarrollo y la violencia física y psicológica contra las mujeres son hechos diferentes mas no independientes.

Son parte de un mismo sistema que jerarquiza a las personas por su género, que hace que unos tengan poder sobre otras. Mientras no comprendamos, como sociedad, que tanto la violencia femicida, como la desigualdad salarial o la brecha de género en tecnología, tienen la misma base cultural, estaremos dando vueltas en una calesita replicando estereotipos y sesgos de género en casa, en la escuela o el trabajo, como si fueran sucesos inconexos.

Sabemos que abrimos una conversación incómoda, sabemos que plantear el trato igualitario para todas las personas implica pérdida de privilegios para algunas, incluso para quienes ni siquiera son conscientes de esos privilegios.

Pero de eso se trata el cambio cultural que promovemos; no de culpabilizar, no de señalar a nadie en particular, sino de visibilizar el mecanismo del sistema en general. Se trata de abrir el diálogo para trabajar en conjunto, generar reflexión y toma de conciencia para desactivar esos comportamientos aprendidos, que reproducimos casi automáticamente y erradicar así la violencia en todas sus formas.

Desde MeT estamos trabajando con el Gobierno, el Cluster y varias empresas en el diseño de políticas y programas que atiendan esta cuestión para que todas las personas que formamos parte del ecosistema tech nos involucremos en generar espacios de trabajo más saludables e inclusivos.

Esperamos que el compromiso de cada uno de los actores sea profundizar en la comprensión de la problemática y actuar en consecuencia. En estas fechas, las diversas representantes de la lucha feminista somos llamadas a dar la voz y siempre se agradece el espacio.

Esperamos aportar a la reflexión, a la toma de conciencia, porque creemos que la agenda de género es una cuestión social fundamental para la salud y el progreso de nuestro país y debería tener un espacio significativo en los medios, las mesas de decisión del sector privado, los foros legislativos públicos, las escuelas y las familias, mucho más allá del 8M.

(*) María Soledad Salas  es fundadora de MeT (Mujeres en Tecnología).