El 20 de marzo de 2020 el Gobierno nacional decretó el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) con dos objetivos: morigerar la circulación local y comunitaria del SARS-CoV 2 y fortalecer el sistema de salud.

Si bien el virus se propagó rápidamente en los barrios de clase media de la Ciudad, a un mes de decretado el ASPO se informaron los primeros casos en barrios populares del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y del área metropolitana del Gran Resistencia (AMGR), Chaco.

Pasados unos días, el AMBA y AMGR se transformaron en las áreas con mayor cantidad de casos por ese entonces.

La infección y los impactos del ASPO en los barrios populares fue transformándose en una preocupación de diferentes actores sociales.

Como expresión de esa preocupación, en mayo obtuvimos financiamiento de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación del Ministerio de Ciencia y Tecnología para realizar un estudio sobre la infección por SARS-CoV 2 y la experiencia del ASPO en la población con necesidades insatisfechas de vivienda y saneamiento del AMBA y AMGR, desde marzo (inicio del ASPO) a noviembre (pasaje al DISPO).

Mediante técnicas cuantitativas y cualitativas recortamos como universo de indagación la población que, por estar en condición de necesidades básicas insatisfechas, tenía dificultades para cumplir con las intervenciones sanitarias dispuestas (distanciamiento, aislamiento, higiene de manos).

Caracterizamos la situación de un conjunto de enfermedades también infecciosas como sarampión, dengue, infecciones respiratorias y tuberculosis (TBC).

Queríamos tener un panorama de la situación de otros padecimientos con los que iba a "convivir" el Covid-19; y además queríamos saber de qué manera las intervenciones sanitarias (incluida el ASPO) y las prácticas de cuidado de la población, podían impactar en su evolución.

Tanto en el caso del sarampión como en la enfermedad tipo influenza y la bronquiolitis en niñas y niños menores de 2 años, el ASPO, la vacunación oportuna de la población adulta mayor, la suspensión de las clases de todos los niveles educativos además de las prácticas de cuidado de la población en relación con el Covid-19 hicieron descender, respecto de 2019, los casos notificados.

No podemos decir lo mismo del dengue y la TBC; ya que el pico de dengue tuvo lugar en abril, con 18% de circulación comunitaria de SARS-CoV-2.

El AMBA y AMGR se ubicaron entre las primeras áreas con mayor incidencia, lo que mostró la sinergia entre ambas enfermedades.

Respecto de la TBC el escenario podría haber impactado por las condiciones de vivienda de las personas con TBC y sus contactos, por la reorganización del sistema sanitario con prioridad en el diagnóstico y atención del coronavirus, obstaculizando la accesibilidad a los tratamientos.

En ambos casos, las condiciones de vida, específicamente la cuestión habitacional y el contexto comunitario, fueron determinantes para estudiar el coronavirus como sindemia, tal como lo propone la antropología médica: su interacción con otras enfermedades en un contexto social caracterizado por una profunda inequidad social dada por las condiciones del acceso al agua, de la vivienda, la alimentación y la educación.

Para citar un ejemplo: entre marzo y junio 2020, además de la TBC, la Comuna 7 de CABA tuvo una gran cantidad de casos de sarampión, dengue y Covid-19.

Analizar la situación a través del enfoque socioantropológico nos permitió recuperar la perspectiva de los sujetos, los grupos y las comunidades en su contexto social y comunitario.

Con ese objetivo, cartografiamos nuestro universo y seleccionamos 38 barrios en los que realizamos trabajo de campo etnográfico para caracterizar la experiencia del ASPO y la infección por SARS-CoV 2 desde la perspectiva de los actores sociales.

Nos centramos en la vida cotidiana: sus vivencias, sus condiciones y prácticas de salud y prevención de la enfermedad, de alimentación y educación, y las diversas maneras de lograr un ingreso económico en ese contexto complejo.

También nos centramos en sus preocupaciones: un tema relevante fue la estigmatización de las y los residentes de los barrios estudiados por su etnia y clase social; los prejuicios y la discriminación se incrementaron en el contexto de miedo e incertidumbre generado, y se ha infligido violencia a ciudadanas y ciudadanos subalternizados.

Por citar dos ejemplos: en abril, indígenas qom fueron acusados ​​por personas no indígenas de haber propagado el virus y de tener prácticas culturales pocos respetuosas de las normas sanitarias; algunas y algunos enfermos de COVID-19 recibieron amenazas de que les quemarían sus casas.

También por esos días y al inicio de las intervenciones sanitarias, muchos residentes del barrio Mugica de CABA prefirieron el aislamiento en sus propios hogares por temor a la discriminación, tanto de vecinos y vecinas como de las instituciones.

Para concluir, el ASPO, como intervención sanitaria, se erigió como "oportunidad para controlar" un padecimiento o como "oportunidad para que el padecimiento encuentre un ambiente propicio para su desarrollo y profundización".

En este segundo caso, las condiciones y modos de vida constituyen, desde la perspectiva de la medicina social, las explicaciones más potentes y las que orientan las intervenciones más significativas para mejorar las condiciones de vida y salud de las poblaciones desde una perspectiva que mira la clase, el género y la etnia.

El coronavirus no requiere medidas sanitarias de mirada estrecha. Es una cuestión social que requiere políticas de vivienda digna, de alimentación saludable, de equidad educativa, de igualdad de género, de diversidad cultural y de ingreso ciudadano. Además de las sanitarias, ésas son también intervenciones imprescindibles.

Para mayor información del proyecto, las y los invitamos a que visiten: www.saludidaes.com.ar

(*) - Andrea Mastrangelo es investigadora del CONICET en la Escuela IDAES/UNSAM y ANLIS-Malbrán del Ministerio de Salud de la Nación.

(**) - Silvia Hirsch es docente e investigadora de la Escuela IDAES/UNSAM.

(***) - Flavia Demonte es investigadora del CONICET en la Escuela IDAES/UNSAM.