Un nuevo estudio indica que la sobre carga de tareas de cuidado que realizan las mujeres en comparación con los hombres y que son claves para sostenimiento de la vida familiar, pueden afectar más su salud mental.

Según el metaanálisis de 19 estudios que abarcó a 70.310 personas en todo el mundo y fue publicado en septiembre en la revista especializada The Lancet Public Health, quedó demostrado que por la carga desigual en las tareas de cuidado, las mujeres sufren cuadros de estrés, ansiedad y depresión con más frecuencia que los hombres.

La pandemia, por supuesto, potenció el padecimiento. Jennifer Ervin, autora del estudio y doctora del Centro para la Equidad en la Salud de la Universidad de Melbourne en Australia dijo al respecto: “En muchos sentidos, la COVID-19 estancó o en algunos casos revirtió algunas de las victorias tan duramente ganadas de la equidad de género”, y agregó que “reducir la carga desproporcionada de trabajo no remunerado que asumen las mujeres al permitir que los hombres se hagan cargo de una parte equitativa de este tipo de trabajo puede mejorar la salud mental de las mujeres”.

NA conversó con Carolina Villanueva, cofundadora y directora de la organización Grow, género y trabajo, acerca de la llamada doble carga de trabajo y sus consecuencias más visibles.  “Todas las encuestas del uso del tiempo de la Argentina y el mundo hablan la doble carga que tenemos las mujeres y de sus consecuencias. En el país en promedio se están dedicando 4 horas y 20 minutos a las tareas del hogar, que son las tareas domésticas no remuneradas, provocando un alto impacto en la salud mental y en el nivel de agotamiento”, introduce Villanueva.

Las tareas del sostenimiento del hogar y del cuidado de las infancias, personas mayores y con discapacidad, durante muchos siglos fueron (y siguen siendo, aunque ahora se cuestionan) absorbidas por las mujeres como “algo natural” gracias al rol social que se nos ha atribuido. Las consecuencias de lo que muchas autoras llaman la “carga mental” impactan inevitablemente en nuestra salud mental.

Villanueva lo detalla: “La carga mental es la logística detrás de las cosas que hay que hacer. Algunas veces, se puede delegar una tarea, pero eso no significa que esa mujer la tache de la cabeza ya que tiene que seguir recordando a esa otra persona que no se olvide de hacerlo o chequear que lo haga; en definitiva, nunca se elimina la tarea de la cabeza y eso genera lo que llamamos carga metal. Si sumamos que las mujeres participan activamente del mercado laboral, es necesario hablar de la doble carga”.

Otro punto clave a repensar: “El ingreso al mundo laboral por parte de las mujeres no está aparejado con el ingreso de los hombres al mundo doméstico y a la toma de responsabilidades a la par en las tareas de cuidado, por eso la sobrecarga y el desequilibrio es evidente”, dice la experta en género.

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Ansiedad y depresión

-Según el estudio internacional antes citado, a las mujeres se les suele diagnosticar ansiedad y depresión con más frecuencia que a los hombres. ¿Qué análisis hacen desde Grow?

-Si bien es cierto que a las mujeres se les suele diagnosticar mayor ansiedad y depresión hay un punto de análisis que también deberíamos tener en cuenta: Los varones, que tienen la presión social de ser los principales sostenes de hogar de acuerdo a como están construidas las masculinidades en esta sociedad, sufren a la par o más que las mujeres, incluso con tasas de suicidio más altas, pero no se puede medir fácilmente porque no suelen acudir a los centros de salud y pedir ayuda como sí lo hacen las mujeres.

La duda que queda planteada es, si las mujeres efectivamente tienen más problemas de salud mental que los hombres o si bien, hay mayor registro porque ellas son más propensas a acudir al sistema de salud que los hombres. En las masculinidades hegemónicas, los varones no se animan a hablar y pedir ayuda, y trayendo consecuencias drásticas, como es el caso del suicidio. Las mujeres, en cambio, estamos un poco más acostumbradas a pedir ayuda y recibir tratamientos.

En relación a las consecuencias de la pandemia y del encierro de la cuarentena, Villanueva observa que hubo un “gran aumento de problemas de salud mental y trastornos del sueño por parte de las mujeres, aunque también afectó a varones, pero especialmente a ellas, por haber sido quienes absorbieron todas las tareas del hogar y, al mismo tiempo, perdieron el sostén o el apoyo del servicio doméstico, de escuela, de niñeras”.

- ¿Qué rol debería tomar el Estado con respecto a las tareas de cuidado? ¿Debería delinear nuevas políticas públicas en este sentido?

- Sí. La solución tiene que ser pública porque todo el sistema económico y el funcionamiento de la familia está sosteniendo a través del tiempo gratuito que las mujeres estamos utilizando para criar hijos, cuidar personas mayores y con discapacidades, con consecuencias directas en nuestra salud mental como ya quedó demostrado en varios estudios, además de perjudicar nuestras economías y capacidades de generar ingresos propios.

Los estados tienen que proveer sistemas integrales de cuidado, tienen que encargarse de que los países tengan la infraestructura básica necesaria y de calidad, para garantizar espacios de salud y guardería para nuestros hijos hasta la edad obligatoria de escolarización, sobre todo con personas que sean profesionales del cuidado y estén bien remuneradas y capacitadas. Y eso no solo para las infancias, sino también para las personas con discapacidad y para los adultos mayores. Las mujeres cuidamos a lo largo de toda la vida: cuidamos a nuestros hijos, después cuidamos a nuestros padres, madres, a nuestros suegros, y esto es necesario que se repiense a largo plazo.

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- ¿Qué cambios deberían implementarse respecto las licencias de maternidad y paternidad?

- Las licencias que otorgan las empresas en el sector privado para dar cuidado tienen que ser equitativas y tienen que estar equiparadas. No debería haber diferencia entre las licencias entre maternidad y paternidad porque se tiene que hablar de que la llegada de un hijo al mundo tiene que tener la misma responsabilidad para cualquiera de sus progenitores. Y si pensamos en un paso más, se tiene que dejar de hablar del eje maternidad/paternidad, y hablar sobre los cuidadores e incluir a todas las parejas e identidades de sexo, todo eso es necesario que cambie.

En definitiva, se necesita que el cuidado sea un eje central de la economía. Se necesita una economía con una mirada mucho más feminista, que se plantee que el sector de los cuidados mueve muchísimo la economía de un país y a su vez si se profesionaliza puede generar muchísimo más trabajo. Que empiecen a ser empleos vinculados al cuidado y no el tiempo gratuito de las madres, de las tías y de las hermanas en nombre del amor; que sea considerado como los trabajos de cuidados que las sociedades necesitan para subsistir. Y para eso hay que medirlo, hablarlo y profesionalizarlo.