Peter William Sutcliffe era un sepulturero y fisicoculturista que se convirtió en femicida. Mató a 13 mujeres e hirió de gravedad a otras siete, porque según dijo "la voz de Dios" le ordenó asesinar a prostitutas.

Nacido el 2 de junio de 1946 en Yorkshire del Oeste, Inglaterra, Sutcliffe pasaba su tiempo entre su trabajo y su práctica obsesiva por el físico.

Sin embargo, un día creyó escuchar una voz que le dijo que era Dios y dejó caer de golpe al suelo, con la que cavaba un pozo para enterrar un ataúd.

Según dijo, la voz que le hablaba en tono suave, gentil y persuasivo y que no le daba órdenes ni le hacía amenazas, sino que tan sólo le hacía sugerencias.

Al comienzo, era sólo un murmullo, frases sin conexión ni sentido, pero, luego, la resonancia se volvió más nítida, y el joven comprendió que la voz ahora le daba órdenes.

El hombre volvió a su casa fascinado por aquella experiencia, pero con el correr de los meses esa voz que al principio era amable, le sugirió que debía volverse violento.

En ese momento, una prostituta le robó unas libras esterlinas sin brindarle el correspondiente servicio y se burló de él en la taberna del pueblo frente a sus amigos.

Leer: Venera Nabozar Obolashvili, "la viuda negra de Georgia": mató a dos maridos y a una tía por interés económico

El ahora mesiánico Sutcliffe no podía perdonar semejante ofensa y animado por esa "voz" que ahora le pedía liquidar a todas las prostitutas posibles, porque las consideraba responsables de la mayoría de las lacras sociales.

De todas maneras, este sujeto ya arrastraba antecedentes violentos: atropelló a una vieja meretriz y la golpeó de manera furiosa en la cabeza con una media que adentro tenía una piedra; le dio una trompada a un amigo por una broma sin trascendencia que le hiciera aquel (el impacto fue tan violento que se fracturó la muñeca); también le pegó con una maza en el cráneo a un compañero de trabajo y lo dejó inconsciente.

Su accionar era siempre similar, ya que merodeaba las "zonas rojas" con su vehículo, requería los servicios de una mujer, las subía al camión y las golpeaba en la cabeza, casi siempre con un martillo, para desmayarlas.

Luego las bajaba en una zona desolada, las pateaba dejando las marcas de sus botas sobre el cuerpo, las remataba partiéndoles el cráneo con el martillo y las mutilaba y destripaba con un destornillador. De esa manera, se ganó el apodo de "El Destripador de Yorkshire".

Wilma McCann (28 años), Emily Jackson (43), Irene Richardson (28), Patricia Atkinson (32), Jayne MacDonald (16), Jean Jordan (20), Ivonne Pearson (21), Helen Rytka (18), Vera Millward (41), Josephine Whitaker (19), Barbara Leach (20), Margarita Paredes (37) y Jacqueline Hill (20) fueron sus víctimas fatales entre 1975 y 1980, aunque MacDonald fue la primera víctima que no era prostituta.

Asimismo, hirió a otras siete de gravedad, una de las cuales, Maureen Long, sufrió severos daños cerebrales que le impidieron dar información precisa a la Policía sobre el atacante.

Por su parte, Marilyn Moore también quedó con vida y aportó valiosos datos, además de ponerse a disposición para dar una descripción detallada del asesino.

Leer: Gary Ridgway, "el femicida de Green River": quería "matar la mayor cantidad de prostitutas que pudiera"

Sutcliffe desarrolló su raid criminal durante poco más de cinco años sin que la Policía pudiera detenerlo.

En ese sentido, se realizaron más de 130.000 entrevistas, visitaron más de 23.000 hogares y verificaron 150.000 vehículos sin obtener ningún resultado.

Años más tarde, muchos de esos investigadores admitieron que, por los prejuicios de la época, los asesinatos de prostitutas no eran tomados con total seriedad y, por lo tanto, no habían puesto todo el esmero que requerían esos casos.

Este femicida estuvo en la mira de la Policía, pero logró evadirse con facilidad al señalar que recorría con su vehículo la "zona roja" porque era parte de sus recorridas laborales, lo que nadie se ocupó de comprobar.

El 2 de enero de 1981, dos policías del sur de Yorkshire detectaron por casualidad un vehículo sospechosamente mal estacionado en la entrada de una carretera privada y dentro del vehículo estaba el asesino, quien se disponía a matar a una meretriz que estaba sentada a su lado.

El sargento Bob Ring y el agente Robert Hides se acercaron al conductor e iniciaron una charla de rutina, pero al revisar la patente del rodado descubrieron que las visibles estaban mal adosadas encima de otras legítimas, señal de que podría tratarse de un automóvil robado.

Antes de ser arrestado, Sutcliffe logró deshacerse de las herramientas con las que pensaba asesinar a la víctima tras arrojarlas sobre una pila de hojas.

Al llevarlo a la comisaría, los policías vieron que era muy parecido al identikit que se había armado sobre "el destripador de Yorkshire".

Fue así que los investigadores lo interrogaron, pero no por el robo del automóvil, sino por su responsabilidad en la autoría de homicidios con alevosía.

Sutcliffe cayó en gruesas contradicciones y, tras una maratónica indagatoria que duró 16 horas, terminó confesando plenamente su culpa.

Aunque alegó locura, el primer tribunal que lo juzgó lo halló cuerdo y lo sentenció a prisión perpetua, siendo confinado en el presidio de alta seguridad de Parkhurst desde mayo de 1981.

Sin embargo, solo estuvo preso allí un año y cuatro meses, ya que los psiquiatras que lo examinaron en la cárcel concluyeron en que se lo debía recluir en un hospital neuropsiquiátrico. Fue entonces derivado al asilo de Broadmoor, cercano a Londres, donde siguió recluido.

En tanto, el Tribunal Supremo británico rechazó su apelación de solicitud de libertad en 2010, confirmando la cadena perpetua impuesta.

De todas maneras, el traslado de este femicida al hospital neuropsiquiátrico le salvó la vida, ya que en prisión fue agredido varias veces.

La más seria fue cuando estuvo a punto de perder un ojo, tras una feroz golpiza propinada por compañeros de celda, quienes lo agredieron muy salvajemente y le provocaron heridas en la cabeza y en la cara.

En ese asilo de Broadmoor, Sutcliffe finalmente falleció a los 74 años,  en noviembre de 2020 por coronavirus.