Por Alejandra Perinetti*.

En las últimas décadas, nos encontramos frente a múltiples cambios en las formas de concebir a las familias. La diversidad de configuraciones familiares que existe comienza lentamente a plasmarse en nuestra legislación nacional con el fin de ampliar la garantía de derechos para niños, niñas y adolescentes.

La Convención de los Derechos del Niño establece vivir en familia como un derecho esencial para el desarrollo pleno de niños, niñas y adolescentes.

Se entiende a la familia como el núcleo primario de socialización que tiene las funciones de cuidado y protección de sus miembros: su rol principal es cubrir las necesidades tanto afectivas como materiales de los niños, niñas y adolescentes.

Hoy nos encontramos atravesando un momento particularmente difícil para las familias. El aislamiento social preventivo generó un quiebre en muchos de los lazos de éstas con la comunidad y el Estado.

Lazos que permiten que el rol de cuidado sea ejercido: la escuela, los centros de salud, los clubes, las organizaciones comunitarias hacen parte del entramado social que permite que las familias puedan ejercer su función.

Esta corresponsabilidad en lo que respecta al cuidado infantil, es en muchos casos la cualidad olvidada que produce una hiper-responsabilización de las familias, dejándolas a la deriva en su compleja tarea de cuidar.

La necesidad de un Estado presente que garantice las condiciones de vida básicas y fortalezca a las familias en su rol se hace más evidente aun cuando pensamos en la cantidad de separaciones innecesarias que se producen en nuestro país.

Las medidas excepcionales de protección de derechos, aquellas que se adoptan por decisión de los organismos administrativos para dar protección a niños y niñas separándolos de su medio familiar, son en muchos casos la única estrategia desplegada por el Estado frente a vulneraciones graves de derechos.

Ello a pesar de ir contra las recomendaciones internacionales que instan a fortalecer los mecanismos para evitarlas siempre que sea posible, atendiendo al interés superior del niño.

El fortalecimiento familiar y comunitario se encuentra indudablemente entre las prácticas fundamentales para evitar la necesidad de cuidado alternativo.

Acompañar en la crianza, fortalecer los lazos comunitarios, exigir que se garanticen las condiciones básicas de vida, promover prácticas de crianza positiva, forman parte de las tareas que realizan los equipos que trabajan en el territorio codo a codo con las familias.

Desde Aldeas Infantiles SOS Argentina realizamos esta tarea y tenemos la convicción y certeza de que la prevención es el camino.

Para ello resulta imperante que el fortalecimiento familiar forme parte sustancial en las políticas públicas orientadas a las infancias, especialmente aquellas en condiciones de vulnerabilidad económica y social.

Hoy más que nunca, necesitamos políticas públicas de contención para las familias y para todas las organizaciones que trabajamos en la tarea de acompañar, para que vivir en familia sea una derecho tan atendido como los demás.

(*) - Directora nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina.