Declararon culpables a instructores por la muerte de un aspirante a fuerzas especiales en Río Negro
Es el caso de Gabriel Mandagaray, quien murió en abril de 2021 cuando hacía la instrucción. Fue sometido a torturas con condiciones climáticas extremas y tareas físicas al límite. Hoy fueron condenadas cuatro personas.
La Justicia de Río Negro condenó a los cuatro instructores que provocaron la muerte de Gabriel Mandagaray, el efectivo de 25 años que aspiraba a ocupar un lugar en el Cuerpo de Operaciones Especiales de la Policía (COER) provincial.
Los jueces Carlos Reussi, Ignacio Gandolfi y Marcelo Álvarez encontraron culpables a Alejandro Gattoni, quien era jefe del grupo de elite, Alfredo Nahuelcheo, Marcelo Contreras y Maximiliano Vitali Méndez, estos últimos estuvieron a cargo de la instrucción en Bahía Creek, cercano a la ciudad de Viedma.
Tal cual había pedido la querella a cargo de Damián Torres, representante de los padres de Mandagaray, los condenaron por abuso de autoridad y homicidio culposo. Según el procedimiento en Río Negro, en otra audiencia es que el tribunal impone las penas y eso se conocerá en cinco días hábiles luego de un juicio que comenzó el pasado 2 de mayo.
La muerte de Mandagaray fue luego de jornadas de entrenamiento que comenzaron el 12 de abril de 2021 y finalizaron el 15 de ese mes. Al inicio, a los aspirantes los trasladaron del lugar originario donde se hacía la instrucción a la estancia “Las Marías”, en Bahía Creek para lo cual los hicieron caminar unos 40 kilómetros a pie.
En el entrenamiento, los sometían a torturas tales como obligarlos a meterse con ropa pesada a bajas temperaturas y luego a la intemperie soportar los condiciones climáticas del lugar, ejercicios físicos extremos y fue tan duro el proceso que en esos tres días apenas durmieron en total 3 horas.
También, el joven sufrió condiciones de humillación como ser orinarlo o bien enterrarle una máscara en su rostro con excremento de animal.
El 15 de abril fue cuando obligaron a Mandagaray junto a tres compañeros a meterse al mar a bajas temperaturas, con equipamiento pesado incluyendo su arma reglamentaria y un fusil, pese a que el aspirante de 25 años le había avisado a sus superiores que no sabía nadar.
La inmersión fue sosteniendo un “pirulo”, una suerte de tronco, sobre sus cuerpos fuera del agua. Fue allí cuando el aspirante se golpeó la cabeza con ese elemento y se terminó ahogando en el mar.