El trabajo científico internacional permitió desarrollar rápidamente vacunas seguras y efectivas, que se convirtieron en la mayor herramienta a fin de controlar la pandemia. Sin embargo, en muchos países las vacunas llegaron tarde, o no llegaron.

Un primer aprendizaje que emerge de esta situación es la necesidad de invertir en el desarrollo científico y tecnológico tanto en países ricos como pobres para multiplicar las fuentes de producción de vacunas a nivel mundial.

Mientras tanto, se deberían haber liberado las patentes, hecho que no ocurrió, a fin de facilitar la producción periférica de vacunas. Un continente entero como África hoy tiene apenas un 20% de su población vacunada. No por casualidad, allí surgió la variante ómicron, un nuevo desafío en la pandemia.

El acceso a las vacunas continúa siendo hoy sumamente inequitativo. Las grietas políticas tampoco contribuyeron a la mejor resolución de la pandemia. No sólo en Argentina donde la grieta es manifiesta, sino también en tantos otros países, como Estados Unidos. En un país con acceso ilimitado a las vacunas, no se llega al 50/60% de vacunación en los estados republicanos.

Frente a una emergencia internacional como la que representó la pandemia hubiera sido muy bueno un discurso único y constructivo con dos aristas, uno a favor de la vacunación y otro relativo a la implementación de medidas de cuidado, tales como el uso del barbijo y el distanciamiento social.

Por otra parte, no hay que confundir deseos con realidades. Hoy día, se han relajado en demasía las mínimas medidas de cuidado. Es más, muchos países han asumido que la pandemia ya ha finalizado. El actual ascenso de casos en Europa y Asia demuestra que el fin de la pandemia continúa siendo un genuino deseo, pero no es real, al menos actualmente.

Estamos actualmente en un mejor escenario, pero el mismo continúa exigiendo centralmente dos cosas: acceso masivo y equitativo de vacunas y medidas de prevención.

Ambas son necesarias a fin de que en el menor tiempo posible los deseos se conviertan en realidad.

Jorge Geffner es profesor de Inmunología en la Facultad de Medicina de la UBA e Investigador del CONICET.