La frase “nacionalismo de vacunas” no sólo es un conjunto de palabras que pueden describir una particular situación sanitaria también sirve para convertirse en una categoría de las ciencias políticas a partir de la pandemia de Covid-19.

De hecho, el concepto ganó relevancia cuando fue pronunciado por el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, el pasado 17 de enero al advertir públicamente, “que las vacunas están llegando rápidamente a los países de altos ingresos, mientras que los más pobres del mundo no tienen ninguna”.  

Al tiempo que destacó que el mundo ha alcanzado un horrendo récord: "La pandemia de COVID-19 se ha cobrado ya más de dos millones de vidas. El impacto mortal de la pandemia se ha visto agravado por la ausencia de un esfuerzo global coordinado. En memoria de los caídos, el mundo tiene que ser mucho más solidario. Ahora es el momento".

Poco cambió desde enero hasta ahora a excepción de la cantidad de decesos producto del coronavirus. La última cifra, actualizada  por la Universidad de medicina Johns Hopkins y que puede consultarse en su sitio web, https://coronavirus.jhu.edu/map.html, arroja un resultado superior a los tres millones. Exactamente, 3.024.785 personas murieron víctimas de la pandemia hasta el momento en el que se redactan estas líneas.

Desde el equipo de investigación de la Fundación Femeba, afirmaron a NA: para poner fin a la pandemia de COVID-19 y garantizar el regreso a la normalidad, la mayor esperanza es una vacuna eficaz y segura. El enfoque de nacionalismo de vacunas, adoptado por algunos países para obtener acceso preferente a las vacunas contra la COVID-19 que vayan apareciendo, supone una amenaza a la distribución justa y equitativa de las posibles vacunas por el mundo. Sólo se puede tener una evaluación crítica del enfoque de nacionalismo de vacunas porque este comportamiento político, egocéntrico, de dejar atrás a los demás es corto de miras, potencialmente arriesgado, moralmente indefendible y prácticamente ineficaz para contener la pandemia”.

Además, existe el problema metodológico de la dinámica del propio virus que, si bien no tiene movimiento y por ende vida como el resto de los seres biológicos,  cuenta con la posibilidad de mutar una vez que encuentra un organismo donde replicarse. Y, si bien puede haber regiones del globo que alcancen en el corto plazo la inmunidad de rebaño en las cepas del virus conocidas, el retraso de otros países en la inoculación de sus poblaciones,  puede producir la generación de nuevas cepas del virus que vuelvan a infectar a los habitantes de naciones previamente vacunadas.

Según el sitio web www.timetoherd.com la Argentina se encuentra a 402 días de alcanzar la inmunidad de rebaño que se suele declarar cuando el 70 % de la población de un país se encuentra protegido con anticuerpos contra la enfermedad.

Este sitio, que recoge los datos actualizados de todos los países que presentan estadísticas de la marcha de la inoculación en su población calculó que, a la fecha, la Argentina tiene el 7,07% de su población inoculada lo que representa un ritmo de vacunación diaria del 0,31% de los habitantes del país.

Consideraciones políticas aparte es un ritmo lento de vacunación pero se trata de una carencia de vacunas donde la Argentina no se encuentra sola. Lo mismo le  sucede a Brasil que se halla a 296 días de alcanzar la inmunidad de rebaño o a Bolivia que está a 1038 jornadas. Australia, que comenzará a producir vacunas junto a otros países del Pacífico Sur, hoy por hoy, está a 730 días de alcanzar la inmunidad.

Hay países que, en proporción a su población, está más cerca del objetivo como Chile que se encuentra a 82 días si mantiene el ritmo de vacunación o Uruguay que está más cerca aún, a 74 días, casi en el mismo nivel que los Estados Unidos, 78 jornadas hasta la inmunización de rebaño, o los  Emiratos Árabes Unidos en Asia, a escasos 43 días de lograr el objetivo.

Pero estos últimos casos representan las excepciones de un panorama muy complicado para adquirir vacunas o producirlas como es el caso de países como Rusia o China que tienen una gran población para vacunar y limitaciones a la hora de producir  vacunas.

La presión social se cierne, cada día que pasa, sobre las espaldas de gobiernos con presupuestos exhaustos por las cuarentenas que se realizaron para frenar la pandemia, sobre los sistemas sanitarios, cuyos integrantes observan impotentes como se llenas las salas de los hospitales ante la  ausencia de fármacos que actúen como profilaxis, y también, sobre las compañías farmacéuticas, que no han dudado en aceptar pedidos de todos los estados imaginables pero no han podido cumplir la demanda con una aceitada oferta de productos.

Al denominado “cuello de botella” productivo que se produce por la gran demanda de vacunas pero también por la ausencia, en algunos casos, de materia prima para producirla, hay que sumarle  la política ignominiosa denominada nacionalismo de vacunas. Por el cual, se ha exacerbado el interés de algunos países, hasta límites insospechables, por hacerse con las inyecciones que estén disponibles.

Sin embargo, esta actitud egoísta de parte de países con cajas de ahorro  abultadas, puede cambiar merced a una optimización de la producción. Una mayor eficiencia  productiva en las compañías farmacéuticas que, según un estudio de la Universidad estadounidense de Duke, comenzará a notarse a partir del segundo semestre del presente año.

En este diagnóstico, los expertos de la Duke University coinciden con los de la Unicef, que sostienen que para fin de 2021, los  fabricantes estarán en condiciones de producir 11.925 millones de dosis para frenar la pandemia de coronavirus.

El estudio releva las 16 vacunas ya aprobadas en todo el mundo y que se encuentran en fases avanzadas de investigación listas para ser autorizadas por los entes reguladores como el ANMAT en nuestro país.

El informe la Universidad de Duke aseveró: “Hasta ahora se han administrado más de 400 millones de dosis en más de 130 países, pero la fabricación y el suministro se han convertido en limitaciones críticas para el acceso y la equidad a nivel mundial”, y toma nota  de los pedidos de compra de todos los países, “la demanda de vacunas Covid-19 superará la oferta en los próximos meses. En este entorno, no hay reservas de dosis, e incluso pequeños contratiempos podrían provocar perturbaciones en la oferta. Actualmente, la mayor parte de las vacunas se administran en dos dosis. Únicamente la de Janssen (grupo Johnson & Johnson) es mono dosis, una compañía que prevé fabricar 1.000 millones de inyecciones. Por eso, se puede extrapolar que esas 11.925 millones de dosis servirían para vacunar a 5.500 millones de personas, algo más del 70% de la población mundial, el porcentaje en el que los expertos sitúan la inmunidad colectiva o de rebaño”.

La duda que por el momento mantienen los académicos de los EEUU y los funcionarios de la UNICEF pasa por el éxito que puedan tener los productos durante la etapa de investigación o mientras se las utiliza en un contexto de emergencia. El caso de la vacuna de Oxford-Astra Zeneca, prohibida en Dinamarca por los casos de trombosis que ha producido en algunas personas  inoculadas, es un ejemplo que puede ensombrecer el optimismo por el salto exponencial de producción calculado.

Sin embargo, para UNICEF la productividad de la industria farmacéutica no dejará de sorprender y para el año venidero, 2022, la capacidad de producción se multiplicará hasta los 24.800 millones de dosis según los cálculos  publicados en el Vaccine Market Dashboard (tablero del mercado de vacunas) de la organización dependiente de la ONU.

Mientras tanto rige el maquiavélico nacionalismo de vacunas conjugado con la diplomacia de vacunas que han desarrollado rápidamente China y Rusia y, que ha comenzado a desplegar por estos días, los Estados Unidos de Joe Biden.

Si bien Rusia se encuentra a  633 días de alcanzar la inmunidad de rebaño y China a 496 jornadas teniendo en cuenta sus gigantescas poblaciones, han comenzado por realizar donaciones de vacunas a países pobres y han alcanzado acuerdos comerciales con aquellos que no han conseguido acceder a las de origen estadounidense como la Argentina.

La reciente visita del funcionario de la Casa Blanca a Buenos Aires, Juan González, referente demócrata  de la administración de Joe Biden para la región, y la del jefe del Comando Sur del Pentágono, almirante Craig S. Faller, dueño de una mirada crítica del avance de China en América Latina explotando la diplomacia de las vacunas, han puesto en blanco sobre negro la necesidad de  avanzar en mecanismos para que las poblaciones que están retrasadas en la vacunación contra el Covid-19 alcancen cuanto antes la inmunidad de rebaño.

Los efectos geopolíticos de la pandemia de coronavirus parecen ser la causa de la toma de conciencia de los dirigentes de los países desarrollados para terminar con el nacionalismo de vacunas y avanzar en un reparto equitativo y justo para el conjunto de la población mundial en los meses venideros.