Un hombre recibió la durísima pena de 25 años de cárcel por haber abusado de su hija desde los seis a los 18 años, lo que marca una condena récord en materia de delitos sexuales. 

El infierno de E.M.G comenzó a los 6 años en la casa de Lanús en que vivía con sus padres. Cuando su mamá se iba a trabajar a las 6 de la mañana y aprovechando que recién volvía después de las 18, el padre la abusada sexualmente mediante tocamientos y luego obligándola a que le practicara sexo oral. El acusado le decía que debía “guardar el secreto” y no decir nada y luego la agredía físicamente y la amenazaba, para hacerla callar.

Desde los once años, el sujeto empezó a violarla en reiteradas ocasiones, a tal punto que la víctima dijo que “eran todos los días” y a los 13, la menor quedó viviendo con su padre porque el matrimonio se separó y la madre se fue con los demás hermanos menores. 

En su adolescencia, la víctima incluso tuvo una breve relación de noviazgo con un joven a quien su padre en todo momento intentó ahuyentar,  lo perseguía y lo hostigaba con llamados y a ella le hacía lo mismo, a la vez que ejercía una fuerte manipulación y la joven terminó rompiendo esa relación.

También la víctima en el juicio relató lo tortuosa que fue la época de confinamiento por la pandemia del coronavirus, porque la obligaba a estar más tiempo con su padre y ahí empezó a consumir clonazepam y anticonvulsivos.

La joven relató la última noche que fue abusada en noviembre de 2021, cuando tenía 18 años, y que allí tomó la decisión de escaparse del hogar y denunciarlo a su padre. Al día siguiente, se lo contó por primera vez a su hermana y realizó la denuncia. Cuando la estaba haciendo, la joven recibió mensajes de su abusador, su padre, diciéndole que volviera y queriendo desmotivarla de ir ante la Justicia. 

En uno de esos mensajes que recibió, la joven fue categórica: “Me fui lejos, donde nunca vas a encontrarme, te di todas las oportunidades posibles y nunca hiciste nada para recuperarme o reparar lo que me hiciste. Me siento mal, y no estoy nada bien. Ya hablé e hice todo lo que tenía que hacer. Aguanté lo más que pude, pero ya no aguanto más”.

La pena fue impuesta por el Tribunal Oral Criminal 2 de Avellaneda-Lanús, integrado por Alejandro Rull, Eduardo Losada y Raúl Sequeiros.

La fiscal del juicio, María Soledad Garibaldi, había solicitado la durísima pena contra el acusado G.A.G por “la extensión del daño causado, la corta edad de la víctima, el contexto de género, en relación, a la niñez y la pluralidad de hechos indeterminados”.

La Justicia consideró como un hecho reparador para la víctima la durísima condena sobre el imputado, pues ella manifestó una y otra vez la búsqueda de justicia y paz tras años de tortura que sufrió.