A la escuela no se va para aprobar, sino para aprender
Una escuela rutinaria, que no tenga en cuenta los aprendizajes de estos últimos años, tiene asegurado el fracaso. La nueva educación requiere entender que la estructura del colegio secundario que conocimos históricamente ya no es posible.
Las recientes noticias sobre la flexibilización de ocho jurisdicciones en la acreditación y promoción de contenidos, para que sus alumnos de nivel secundario pasen al año siguiente adeudando una mayor cantidad de materias, invitan a reflexionar sobre el rol del colegio y cómo las viejas estructuras tienden al desarrollo de conceptos más amplios e integradores, que no buscan eliminar la repitencia sino alcanzar un objetivo.
Hoy debemos comprender que a la escuela no se va para aprobar, sino para aprender. La educación asume una nueva mirada del aprendizaje. La flexibilidad se impone como demanda específica hacia esta institución que aún se mantiene atada a las viejas estructuras. La pandemia, que arrasó con todo lo conocido en nuestra realidad social, nos motivó a gestionar métodos y formas alternativas, cuestionando ideas tradicionalmente arraigadas.
Una escuela rutinaria, que no tenga en cuenta los aprendizajes de estos últimos años, tiene asegurado el fracaso. La nueva educación requiere entender que la estructura del colegio secundario que conocimos históricamente ya no es posible. La modificación que impulsan estas ocho jurisdicciones sobre el sistema de promoción tampoco resulta demasiado novedosa, ni debería generar un gran debate social.
En 2017, la provincia de Río Negro modificó totalmente su escuela secundaria y la acreditación de los aprendizajes, al igual que su manera de evaluar. Incluso, existen varias escuelas secundarias en Argentina que son innovadoras, que han desplazado estructuras obsoletas con proyectos educativos enfocados en el destinatario de sus acciones. Un claro ejemplo de que el aprendizaje es para el alumno y alumna, porque no se trata de aprobar, sino de aprender.
En 2022 ya no podemos tener la misma escuela secundaria que en 2019, pasaron dos años, y también pasó la pandemia. Muchos alumnos vivieron este período en escuela virtual, otros intercalaron entre presencial y virtual en un formato híbrido. Hoy la mirada no puede estar centrada en la cantidad de materias que un alumno se lleva o no, sino precisamente en cuál es el punto de partida y hacia dónde vamos, tener en claro cuál es el objetivo y la meta. Personalmente considero que la comprensión lectora es un buen comienzo, y desde ahí pensar los contenidos.
Cada provincia necesita impulsar una escuela secundaria en base a sus necesidades. Soltar las grandes expectativas que limitan la
creación de nuevos modos de enseñar y de aprender, considerando las singularidades de cada grupo. Una escuela uniforme y masiva ya no tiene sentido en un mundo tan heterogéneo. Adoptar las particularidades como recurso pedagógico permite también un aprendizaje significativo.
Entonces, creo que el debate hoy debería pasar por cómo vamos a evaluar a los alumnos pensando en qué es necesario que cada alumno tenga incorporado, si realmente aprendió o no, y eso es mucho más importante que poner una nota con una valoración.
Modificar la manera de evaluar hacia una autoevaluación, nadie mejor que el propio alumno para saber cuándo ha logrado un aprendizaje, o debe seguir aprendiendo. Lo que hay que cambiar es el concepto de la evaluación y el concepto de la escuela secundaria. Soltar las viejas estructuras y trabajar desde la colaboración y la cooperación, abordando proyectos basados en aprendizajes. Una nueva mirada que tenga como meta la calidad de la educación.
(* - Susana Kunzi es asesora educativa, diplomada en educación y nuevas tecnologías, y directora en Ayudar a Aprender).