La agresión que sufriera el Presidente Fernández y su comitiva en la provincia de Chubut merece, todo y el más enfático rechazo.

La violencia es el peor camino para reclamar por cualquier necesidad o situación. Dicho esto, analicemos los hechos en la provincia de Chubut.

Mientras en el mundo, cada vez tienen más restricciones la minería a cielo abierto y la utilización de petróleo fósil por los daños ambientales que producen, la Argentina, una vez más, a contramano de la lógica universal”, promueve estas actividades.

Los pobladores de Chubut no quieren ver amenazado su suelo o su agua. Esta situación el Gobierno, no debe ni puede desconocerla, ya que en muchas organizaciones ambientales y hasta la Iglesia, lo han denunciado, sin embargo, el poder hace “ oídos sordos”, y todo sigue.

Tampoco es desconocida la situación económica y financiera de la provincia, en la que más de la mitad del empleo depende del Estado chubutense, acarreando meses y meses de atrasos salariales, o sueldos “pagados en porciones”.

A estas dos situaciones descriptas, se le suman los incendios provocados intencionalmente con fines de explotación inmobiliaria, según las sospechas de los lugareños. Son tierras hermosas desde la topografía o la reserva natural, por eso muchos empresarios con poder económico han comprado sus hectáreas en esas latitudes.

Una curiosidad reflejada por los chubutenses de las zonas incendiadas es que, por casualidad o causalidad, la mayoría de las hectáreas arrasadas por el fuego no pertenecen “a los poderosos” Las llamas han dejado muertos, desaparecidos y familias trabajadoras que perdieron sus casas y sólo conservan “lo puesto”.

Así las cosas, “chubutenses memoriosos” recuerdan que la ex Presidenta Cristina Fernández había anunciado la compra de por lo menos, 10 aviones hidrantes para combatir el fuego. Esos aviones que hoy serían indispensables para controlar la situación no están y sólo existen aviones fumigadores con la capacidad de carga de agua modificada, que en la mayoría de los casos no supera los 1.000 litros, y que el agua que desparraman estos “avioncitos” es como nada, ya que se necesita que el agua caída sobre los focos ígneos sea con presión.

Estos pequeños aviones hacen vuelos cortos, arrojando agua sin “como spray”, y entre vuelo y vuelo necesitan 45 minutos aproximadamente para cargar el líquido, que los bomberos en los aeródromos inyectan con mangueras. Tampoco se tuvo la reacción de alquilar los aviones hidrantes que por ejemplo, para este fin, existen en Canadá o en España.

En la provincia de Formosa, esta semana mostró la televisión como mujeres embarazadas huyen hacia “la inhóspita selva” para no ser separadas de sus hijos. ¿Cuántas situaciones más deberemos conocer para que desde el Estado haya una respuesta a favor de los habitantes de Formosa?.

En el caso de Chubut, ¿dónde están las respuestas de la Dirección Nacional contra el fuego? Una repartición pública, con presupuesto y estructura, que debiera trabajar antes, durante y después del problema.

En el caso de Formosa, ¿dónde está el Ministerio de la Mujer, la Secretaría de DDHH, el INADI, la Sra. Hebe de Bonafini o los colectivos feministas actuando a favor de las humildes e indefensas mujeres formoseñas que sólo pretenden permanecer junto a sus hijos?. Va de suyo, que todo esto merece justicia.

Claro, para eso debieran “aflojar los tironeos” entre Alberto y Cristina y nombrar una persona a cargo del Ministerio, que entienda que la justicia es para todos, “sin privilegios ni acomodos”.

Prometer y no cumplir o ningunear la inteligencia del otro, provocan malestar y/o violencia. “La violencia no sirve”. No elimina los problemas, sino que los agranda.