El 29 de julio de 2010, Colombia acusa a Venezuela de albergar narcoterroristas de las FARC y todo indicaba que una guerra entre ambos países se avecinaba.

En una misma mesa, los países integrantes de la Unasur lograron el inicio de las conversaciones que desembocaría en un acuerdo de paz el 10 de agosto de ese año.

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El 1 de octubre de 2010, un movimiento policial en Quito intenta derrocar al presidente ecuatoriano Rafael Correa. Los cancilleres de los países miembros de la Unasur viajaron para desactivar a la asonada, y tuvieron éxito. La presión internacional hizo retroceder a los golpistas y la alianza logró que no se quiebre el orden democrático en el Cono Sur.

Estos algunos de los tantos ejemplos en que la Unasur logró, frente a una OEA devaluada y burocrática.

La alianza, con sus altibajos, demostró entre 2008 y 2014 que era capaz de resolver conflictos en forma rápida y efectiva, con un sistema muy "latino": los países alrededor de una mesa, hablando los temas de frente y los representantes en el organismo con el peso suficiente como para tomar decisiones concretas.

Tras los cambios políticos en la región, los nuevos liberalismos fueron abandonando la alianza por considerarla "de izquierda", situación absolutamente inexacta, ya que dentro de ella estaban representados los estados con administraciones de derecha como el Chile con Sebastián Piñera; Colombia con presidentes como Uribe y Santos; el nacionalismo de Desiré Delano Bouterse en Surinam y Michel Temer por Brasil.

Desde 2014, la alianza se debilitó hasta casi su extinción. Pero la reaparición de Lula Da Silva en el escenario continental como nuevo conductor y referente, vino a cambiarlo todo.

Trajo la esperanza de viejas glorias para los memoriosos, y ámbitos renovados para los nuevos actores que apuestan a un lugar en la historia.

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Hoy el Cono sur no es el mismo que hace 15 años. Los principales gestores de este acuerdo ya no están en el poder o han muerto. Los caudillos que habían frenado la influencia norteamericana en la zona con el "No al ALCA", no pudieron detener a una China que terminó ocupando ese espacio.

Un mundo pospandémico que invita a la reunión para superar las crisis, pero con otros polos de influencia internacional en pugna.

En esta nueva etapa de la Unasur, el principal desafío de los líderes es entender ese mundo nuevo: inestable, más pobre, con golpes parlamentarios y con extremismos políticos llegando al poder.

En un mundo tan complejo donde las libertades retroceden, la Unasur debe presentarse como una garantía democrática y plural, que albergue toda la diversidad del arco político, y debe hacerlo rápido.

Las crisis institucionales que sufren Perú y Ecuador demuestran que cada minuto cuenta. La alianza debe interpretar las nuevas realidades, o estará condenada nuevamente a desaparecer.

(*) - Eduardo Martínez es periodista y profesor de Política Internacional.