Mientras en la sociedad sigamos sufriendo la ineficacia del Gobierno, sin un plan económico, sin firmeza en la protección de la gente para brindar seguridad, sin que la educación sea una prioridad, como también deberían serlo el trabajo, la productividad y el comercio, mientras la pobreza siga aumentando, la indigencia supere lo inimaginable y los jubilados cobren menos del costo de la canasta básica, nos seguiremos preguntando por qué estamos tan mal.

Debemos entonces reflexionar sobre qué es lo que le pasa al actual Gobierno. Parece vivir en una realidad paralela, enajenado, en una especie de oasis creado por un auto-relato mentiroso, el cual declama con gran megalomanía y tiene tan solo un único y claro objetivo: la impunidad y el poder eterno. Y ya hemos visto lo peligrosos que son los resultados de esas políticas en países con regímenes dictatoriales en América, ejemplos nos sobran.

Otro rasgo de debilidad de este Gobierno es negar una derrota contundente como la que sufrieron en las urnas el pasado 14 de noviembre. La negación es un síntoma claro de algún tipo de fracaso que no se quiere o no se puede reconocer y aparece cuando lo que vemos no nos gusta, nos da miedo o no tenemos la capacidad de afrontar.

Pero el megalómano redobla apuestas y lo relata como victoria, esto ya no es solo un problema psicopático únicamente. El no reconocer a Juntos por el Cambio como el vencedor en las elecciones deja en evidencia esa marcada tendencia totalitaria, intentando quitarle identidad y merito a los vencedores, no solo a la coalición de Juntos por el Cambio sino, y lo que es peor, a sus votantes.

Ciudadanos de a pie que les están expresando que el camino no es por ahí, que el país marcha sin un rumbo fijo, que la Argentina sangra.

Pero ellos no escuchan, no escucharon las marchas tronadoras con banderas argentinas por el Vacunatorio VIP, ni la movilización el día que intentaron expropiar la cerealera Vicentin, ni la rebelión de los que estábamos encerrados mientras ellos festejaban despreocupada y alegremente en Olivos (imposible
olvidar esa lamentable foto que quedará por siempre en nuestras retinas como una imagen de impunidad e inmoralidad absoluta).

Tampoco escucharon cuando salimos con las cacerolas el día que nuestro presidente dijo que no era delito saltarse la fila cuando de esa fila dependía ni más ni menos que la salud (y la vida) de muchos compatriotas. Y mucho menos escucha a la oposición, básicamente, porque no escuchan.

La soberbia es tan grande que los encegueció y ensordeció a tal punto que se olvidaron de lo más importante, lo más preciado... la gente.

Le quedan dos años de mandato señor presidente, el pueblo en las urnas le marcó una dirección con su decisión, ya es hora de que se honre su investidura, que se haga cargo del país sin relatos mentirosos, con empatía por el pueblo y sin buscar siempre culpables del pasado.

(*) - Bailarín y militante de Juntos por el Cambio.