El país está en la lona. Y el pueblo trabajador también. Las corporaciones nos saquean y contaminan. Pagamos y pagamos deuda externa, a costa de ajuste, y cada vez debemos más. El FMI exige que el Congreso ratifique el acuerdo para pagar. Y la brecha social crece sin parar. Ésa es la verdadera grieta, no otra.

De un lado, un puñado de ricachones se la siguen llevando en pala. Son 10.000 familias que acumulan ganancias y lujos al amparo del poder. Es obsceno. En la otra vereda, millones de laburantes, jóvenes y sectores medios y populares vamos de mal en peor. Falta trabajo, sobre todo para la juventud. Y el que labura, está precarizado y con sueldos de hambre.

¿Cómo no sentir bronca si siete de cada 10 pibes del Conurbano viven en la pobreza y comen salteado? No va más. Este  capitalismo dependiente y decadente sólo ofrece más de lo mismo. Para revertir esta desigualdad, dar empleo y salario, y tener una perspectiva de futuro, no hay otra que tocar los bolsillos de los capitalistas: meter mano donde está la plata que nos sacan a todos.

Eso significa dejar de pagar la deuda, echar al FMI, nacionalizar la banca y el comercio exterior, poner altos impuestos permanentes a los ricos, reestatizar todos los servicios y hacer una profunda reforma agraria. Sí, porque nuestras vidas valen más que sus ganancias.

Apuntar al empleo

Toda esa plata debe ir a aumentar los salarios y jubilaciones, y a generar trabajo con un plan masivo de obras públicas y viviendas populares, entre otras medidas. Cada vivienda genera cinco puestos de trabajo. Y si además reducimos la jornada laboral a seis horas o a cuatro días, sin bajar salarios, habría otro 25% más de empleo y podríamos disfrutar un poco más de la vida.

Nada de eso hará el macrismo, que nos hundió. Tampoco José Luis Espert y Javier Milei, dinosaurios reciclados que posan de "antipolítica", pero añoran a carlos Menem, adoran a EE.UU., niegan el genocidio y quieren más ajuste y precarización.

Sin embargo, tampoco va más el proyecto del pejotismo. Muchos votaron a Alberto Fernández para sacar a Mauricio Macri y cambiar las cosas. Pero aunque amaga, siempre termina arrugando ante los poderosos. La heladera sigue vacía. Y encima, en medio de las restricciones, en Olivos hubo fiestas de privilegio. Por eso crecen la decepción y el enojo.

La salida, entonces, es por izquierda. Por eso es valioso el Frente de Izquierda, la unidad que nos agrupa a la gran mayoría de la izquierda. Pero no podemos contentarnos con eso: la izquierda actual tiene un techo, que es necesario superar. Si queremos crecer como una tercera voz fuerte, atractiva para los millones que están hartos de los políticos tradicionales, hay que (r)evolucionar a la propia izquierda.

Nosotros proponemos una izquierda sin sectarismo ni personalismo. Una izquierda con pluralidad de voces, más firme, más amplia y abierta para convocar al activismo independiente y a los que día a día se alejan del Gobierno. Una izquierda que se prepare como alternativa de gobierno. Hay que animarse y votar algo distinto. En la interna del FIT Unidad, te invitamos a que nos acompañes con tu voto.

(Alejandro Bodart es precandidato a diputado nacional del Frente de Izquierda por el MST en la provincia de Buenos Aires).