Es probable que los primeros decepcionados con la gestión de Alberto Fernández como presidente sean sus propios votantes, en especial, los de perfil moderado, aquellos que le dieron su respaldo al Frente de Todos para ganar en 2019 y que dos años más tarde retacearon su apoyo al oficialismo en estos comicios de medio término.

Tras la derrota en las PASO, el Gobierno volvió a tropezar hoy en las elecciones legislativas, con un veredicto sólido -y lapidario en algunos distritos- que arrojó la convocatoria nacional a las urnas después de que la administración que lidera Fernández sometiera a escrutinio su labor pública desde que el jefe de Estado asumió en la Casa Rosada hasta la fecha.

Los anuncios vinculados con el plan "platita" que ensayó el oficialismo en las últimas semanas como manotazo de ahogado en un intento por revertir el resultado del 12 de septiembre pasado no alcanzó para que pudiera consumarse el "milagro electoral" al que se aferraban los sectores más entusiastas del Frente de Todos (FdT), a pesar de la movilización del aparato peronista en la provincia de Buenos Aires.

Este nuevo revés, más doloroso incluso para la gestión de Fernández que el tropezón en las primarias, ya que en esta ocasión sí los votos que se cuentan en cada urna suponen consecuencias concretas en el tablero político nacional, deja al Gobierno enredado en su propio laberinto, apremiado por sus propias tensiones internas y sin un rumbo certero en el corto plazo, por más que en el populoso distrito bonaerense la diferencia con respecto a Juntos se haya retrotraído a una suerte de "derrota digna".

Es decir, después de dos años de labor de Fernández como presidente y de Cristina Fernández de Kirchner -la "madre" de la criatura- como segunda del Poder Ejecutivo nacional y líder del FdT, la sociedad no dispone todavía de respuestas certeras de parte de la Casa Rosada sobre un número importante de urgencias cotidianas, tras una pandemia de coronavirus que agudizó aún más la situación de crisis económica que dejó como legado la fallida administración de Mauricio Macri.

¿Cuál es el plan -si es que en efecto existe- para reducir la pobreza, combatir la inflación, achicar un déficit fiscal también galopante, promover inversiones que generen empleo de calidad y garantizar la seguridad ciudadana, otra de las demandas acuciantes de la población tras recientes acontecimientos delictivos que conmovieron a la opinión pública?

No ha podido brindar soluciones el Gobierno a éstos ni a otros reclamos de la sociedad, cuya decepción con la gestión de Fernández quedó reflejada en el veredicto de las urnas, con un resultado que además de significativo, abre un nuevo escenario para el oficialismo de cara a los próximos dos años hasta 2023, con desafíos renovados también.

Porque a los reclamos sociales anteriormente enumerados -sin que se perciba todavía una luz al final del túnel-, se suman la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que ahora deberá llevarse adelante en un contexto de mayor volatilidad política en la Argentina y la necesidad, por parte del FdT, de lograr acuerdos con la oposición para impulsar medidas, a partir de una configuración distinta del Congreso.

En este contexto, quizá sea éste un momento propicio para que Fernández recupere aquel perfil moderado que sedujo a una porción significativa del electorado en 2019 y reanude el camino del diálogo que supo recorrer en el tramo inicial de la pandemia, en especial, con Juntos por el Cambio (JxC), antes de radicalizarse y de adoptar una postura más "kirchnerista" en el poder.

Pese a que su capital político se ha devaluado en los últimos meses y este resultado electoral lo deja incluso más depreciado, de la reacción que ensaye el jefe de Estado tras el resultado de este domingo a partir de mañana mismo podría depender el tenor de los comentarios históricos con los que será recordado el paso de Fernández por Balcarce 50.

Ensayar un relanzamiento de su gestión con la mira puesta en sus próximos dos años de Gobierno y en todos los desafíos que aún tiene por delante como primer mandatario depende pura y exclusivamente de él, sobre todo, si logra procesar el veredicto de las urnas y actuar en consecuencia, despegándose del núcleo duro de su Gobierno que persigue un proyecto político propio -ahora en duda- con vistas a 2023.

Esa zanahoria electoral, en cambio, es vista a partir de este momento con distintas perspectivas por parte de JxC, cuyos principales dirigentes comenzaron a relamerse después de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) de septiembre y ahora se entusiasman todavía más -hasta los radicales- tras el resultado de este domingo.

La derrota electoral del FdT, por último, agudiza la incertidumbre sobre lo que sucederá con los mercados en los próximos días -en especial, con el dólar blue- y también queda por verse cómo reaccionará el oficialismo en general: hoy por hoy, da la sensación de que solo el núcleo duro propio, peronista, kirchnerista -más por obligación que por convicción seguramente en este caso- o bien anti-macrista, sostiene al Gobierno en su actual formato.

¿Habrá llegado el momento de que Fernández intente reconciliarse con los moderados, ensaye un "borrón y cuenta nueva" y asuma un rol más "presidencialista" de la gestión pública? Aún permanece en blanco -y por escribirse, lógicamente- la mitad del capítulo en la que será recordado como jefe de Estado en los manuales de historia de la Argentina.