El bigote y la voz ronca evocan la figura de su padre, aunque él no se ofende cuando, sin querer, lo llaman Raúl. Está de muy buen humor, aunque el embajador argentino en España, Ricardo Alfonsín, se muestra preocupado por la actualidad de su país y el cambio de gobierno que se avecina.

Como en los años de la recuperación democrática, el dirigente radical de 72 años sigue defendiendo la misma trinchera y toma una posición clara frente a los cuestionamientos que, irónicamente, volvieron en este aniversario: “La democracia no tiene deudas, porque no gobierna. Las deudas son de la política o de la dirigencia”, dice, categórico.

La oficina donde se produce la entrevista es amplia y tiene una mesa grande. Hay gente reunida, pero no tenemos tiempo de preguntar quiénes son y qué están haciendo ahí. “Póngase acá, Ricardo”, arremete -ansioso- el fotógrafo que nos acompaña, y el canoso dirigente político se cruza de brazos para el retrato.

Voy a venir a la Argentina a hacer política, pero no estoy pensando en ocupar ningún cargo”, anticipó el ex diputado de la UCR, que a pesar de su edad quiere seguir intentando “resolver los problemas de la gente que sufre”.

A continuación los principales fragmentos del reportaje con NA:

-En los ‘80, la sociedad Argentina arribó a consensos básicos que le permitieron desterrar la violencia como herramienta para hacer política. Sin embargo, en los últimos años, hubo acciones como el intento de asesinato a Cristina Kirchner; actos donde se incentivó el odio usando símbolos como guillotinas; antorchas encendidas contra la Casa Rosada y, en la previa del balotaje, militares posicionándose políticamente como en otros tiempos, ¿cree que a partir de este escenario el país podría retomar formas extremas de discutir sus problemas?

-Se está cuestionando el pacto democrático y el contrato social que firmamos, en esa época, todos los partidos políticos y la ciudadanía a través de sus representantes, en defensa de los derechos humanos y el reconocimiento de derechos fundamentales. Cuál es la justificación ética que puede darse respecto de quien reivindicó no participar en la elección pasada. Es cierto que el radicalismo no tuvo candidato, ni programa. En realidad, no lo tiene desde el 2015, pero esa no es una razón para no participar. No era lo mismo Milei que Massa.

-El sociólogo Pablo Alabarces dijo en una entrevista reciente que la famosa frase de Raúl Alfonsín, donde afirmó que “con la ‘democracia se come, se cura y se educa’”, hoy podría ser traducida como “ni se come, ni se cura, ni se educa”, ¿qué reflexión hace al respecto?

-Cada aniversario de la recuperación de la democracia pienso en las deudas. No en las deudas de la democracia. La democracia no tiene deudas porque no gobierna. La democracia no privatiza, la democracia no contrae deudas con el fondo monetario internacional, la democracia no cierra la economía o la abre. Las deudas son de la política o de la dirigencia. Principalmente de la política, pero no sólo de la dirigencia política.

-¿Cree que la democracia cumplió con las expectativas de brindarle a los ciudadanos de nuestro país los elementos básicos para ejercer sus derechos y tener una vida mejor después del horror de la última dictadura militar?

-Creo que no. Si a nosotros en 1983 nos hubieran preguntado qué Argentina nos imaginábamos para el año 2023, seguramente te hubiéramos respondido, en términos de justicia social, cosas que hoy no existen. En 1983, nos imaginábamos una Argentina mucho más justa en el 2023. Mucho más equitativa y que se hubieran garantizado muchos más derechos. Nos imaginábamos una Argentina con democracia y democracia social. Esa democracia es la que le garantiza a cada uno de los miembros de la sociedad, no sólo el reconocimiento de derechos fundamentales para vivir con dignidad, sino el ejercicio de esos derechos, que no es lo mismo.

-Dentro de poco se va a cumplir el aniversario de la asunción de Raúl Alfonsín como presidente de la Nación, ¿qué recuerda del momento donde a su padre le tocó hacerse cargo del Poder Ejecutivo?

-En lo personal, estaba deseando que terminara la ceremonia para dejar de saludar gente que no conocía [risas]. Por otro lado, estaba muy preocupado por lo que sería la gestión. Pensaba que la elección que ganó mi padre (Raúl Alfonsín) en 1983 no la iba a ganar en 1989. Era absolutamente imposible con un mundo tan adverso dar respuestas a las demandas que se habían planteado durante la dictadura y que no habían recibido respuesta.

- En el ‘83 inició un proceso durante el cual las fuerzas democráticas se enfrentaron a las represivas en un período de transición donde lo viejo no terminaba de morir y lo nuevo recién estaba viendo la luz. Si intentamos por un instante recuperar la incertidumbre de ese momento histórico, ¿cuáles eran sus temores en aquella época?

-Teníamos miedo por la seguridad de él (Raúl Alfonsín). No éramos sonsos, sabíamos que las personas a las que estábamos juzgando seguían en los cuarteles. Estaba todo el poder militar intacto y no querían que hiciéramos lo que estábamos haciendo. No sabíamos cómo podían reaccionar. Desde un golpe de Estado hasta un intento magnicidio. A veces uno se acostumbra a vivir con esos temores.

-¿Cómo imagina su futuro político después del 10 de diciembre?

-El 9 de diciembre se termina mi mandato, así que voy a venir a la Argentina a hacer política, pero no estoy pensando en ocupar ningún cargo. Quiero contribuir a que la política gane calidad y hacer todo lo que esté a mi alcance con ese propósito en el marco de mis limitaciones de distinta naturaleza. Voy a hacer todo el esfuerzo que pueda para que la política gane calidad, no solamente sean mejor los debates y mejor las propuestas, sino que resuelvan los problemas de la gente que sufre.