La firma del Pacto de Mayo (firmado en julio) contiene un listado de compromisos entre el poder Ejecutivo y la mayoría de los gobernadores que podríamos considerar un paso adelante en los discursos oficiales. Decir, por ejemplo, que la propiedad privada es inviolable sería una obviedad si no hubiera existido el peronismo, que ha desafiado la propiedad privada en repetidas ocasiones. 

Plantear que se proponen hacer una reforma tributaria que reduzca la presión impositiva, simplifique la vida de los argentinos y promueva el comercio suena absolutamente lógico en cualquier país. Sin embargo, en Argentina, los impuestos se han utilizado para engordar la caja de los políticos y agrandar un Estado bobo y corrupto. 

Decir que Argentina debe abrirse al comercio internacional para ser protagonista del mercado global es una consideración normal. Ahora bien, en la Argentina de los cepos, las retenciones al campo o las alianzas kirchneristas con autocracias como Rusia, Irán, Venezuela o Cuba, parece milagroso que muchos dirigentes se pongan de acuerdo en eso. 

Todos los puntos son de sentido común y muestran a un país que quiere salir de la decadencia.
 

Sin embargo, hubo detalles desagradables, como el ninguneo al ex Presidente Macri. Si hubiera tenido un lugar relevante durante el acto, el encuentro habría tenido más espesor político. A pesar de esa falta de educación, el acto mostró una imagen de modernidad y la voluntad de mucha gente de salir del marasmo al que el país fue conducido por el cáncer peronista y sus diferentes metástasis, especialmente el kirchnerismo.


Entre los que no firmaron el Pacto están algunos de los peores dirigentes del país y amantes del atraso y la corrupción. Destaca Kicillof, el argentino vivo que más dinero le ha hecho perder a la Argentina. Es, además, uno de los argentinos vivos más idiotas. Por malas negociaciones y por juicios perdidos en el exterior (todo por mala gestión de Kicillof), Argentina perdió cerca de 40.000 millones de dólares.


Si el Pacto de Mayo es un intento civilizatorio, la política de la provincia de Buenos Aires sigue siendo la barbarie. Kicillof seguirá aumentando el gasto y contará con el aval legislativo de esa provincia. Por eso se niega a firmar el pacto. 

La podredumbre institucional de esa provincia no sorprende: desde tiempos inmemoriales los votos se compran con contratos o con trapisondas como las del célebre “Chocolate” Rigau. Kicillof gobierna la provincia por deficiencias de Juntos por el Cambio (JxC) y por las estrafalarias candidaturas de La Libertad Avanza (LLA), encabezada por Carolina Píparo para gobernadora. 

Siempre se supo que, ante la dificultad de armar un partido nuevo, esas candidaturas iban a ser manipuladas por caudillos peronistas y por Massa en especial, que se beneficiaba achicando a JxC porque las listas de LLA dividían el voto opositor a Kicillof. Hubo denuncias periodísticas y de dirigentes de LLA que contaban que perdían sus lugares a manos de gente de Massa. También se hablaba de ventas de candidaturas. 

Esta semana, ese chiquero salió a la luz con una denuncia de la Vicepresidente Victoria Villarruel, quien expresó: “¿Cómo 9 diputados que ingresaron por La Libertad Avanza votaron para beneficiar al gobernador Kicillof en un tongo más? ¿Cómo pudieron traicionar así a los argentinos que los votaron eligiendo al presidente y que delegaron en ellos la oposición a Kicillof? Siento vergüenza e indignación. Devuelvan las bancas”.


El gobierno pergeña un compromiso para bajar el gasto y los diputados de LLA en la provincia le votan leyes a Kicillof para subir el gasto. Con ese solo acto, esos 9 diputados lúmpenes nos dieron la razón a todos los que creíamos que esas listas estaban llenas de peronistas y que Massa había metido la mano. 

Lo mismo sucede en muchos concejos deliberantes de la provincia. En la Argentina delirante pasan estas cosas. Esta semana, el sátiro Pedro Brieger grabó un video delirante donde decía que él había cambiado y que el que mostraba el pitulín a las chicas era otro Pedro Brieger. No importaba que hacía poco tiempo, previo a su milagrosa deconstrucción, hubiera dicho que no conocía a ninguna de las denunciantes y que hubiera amenazado al periodista que investigó el tema. 

En su acto de deconstrucción exprés, el Pedro Brieger actual le cortaría el pito a cualquier señor que ose mostrárselo a una chica contra su voluntad. Probablemente su próximo paso sería cambiarse de sexo para sufrir en carne propia a los sátiros que le muestren el pito. De este modo, Pedro/Pedra se convertirá en una especie de justiciero/a contra los muestra-pitos. Los diputados de LLA que ahora apoyan a Kicillof podrían usar la doctrina Brieger y decir que cuando hablaban de la motosierra y de la casta eran otras personas que ya no existen más: que ahora son la casta y les gusta el tongo.
 

Al final, Pedro Brieger va a terminar dando letra a todos los truchos de Argentina.